As Bestas, dirigida por Rodrigo Sorogoyen, narra la historia de una pareja francesa que se muda a una aldea del rural gallego. Allí llevarán una vida tranquila hasta que se inicia un conflicto con los hermanos Anta, interpretados por Diego Anido y Luis Zahera. El director de la cinta ha explicado en algunas entrevistas que se inspiró libremente en una historia real que muchos recordarán: el Crimen de Santoalla.
En el año 1997, Martin Verfondern, un holandés de origen alemán, se asentó junto a su esposa Margo Pool en aquella remota aldea ouresana llamada Santoalla. En aquel recóndito lugar solo había dos casas, en una vivía la pareja y en la otra la familia Rodríguez. Esta estaba formada por Manuel O Gafas, el padre, Jovita, la madre y sus dos hijos, Juan Carlos y Julio.
Al principio, la convivencia entre ambas familias era buena, pero todo cambió a raíz de una disputa por un asunto de dinero relacionado con la propiedad del monte comunal y la venta de unos pinos. Así empezó una tensa relación con sus vecinos que llevó al holandés a colocar cámaras en su casa cuando empezó a temer por su vida, como recoge el interesante documental Santoalla que se puede ver en Prime Video.
Una mañana del 19 de enero de 2010, Martin salió en su Chevrolet Blazer para hacer unas compras. Aquel día desaparecería para siempre y nunca jamás regresaría a casa. La última vez que lo vieron había parado en un bar que frecuentaba para consultar internet. Durante meses lo buscaron por tierra, mar y aire sin ninguna pista, llegando a parecer que sería imposible encontrarlo.
En el año 2014, a 12 kilómetros de su domicilio, las autoridades localizaban su coche parcialmente quemado y junto a él también hallaron el cráneo del holandés. Cuando denunció su situación en los medios, Martin Verfondern advirtió que lo mataría Juan Carlos, uno de los dos hijos de la familia que padecía una discapacidad mental y se comportaba como un niño.
Aquel 19 de enero, Juan Carlos cogió una escopeta y disparó a través de la ventanilla del Chevrolet de su vecino causándole la muerte. Su hermano Julio fue el encargado de ocultar el cadáver que permaneció desaparecido durante cuatro años. Las autoridades habían investigado a la familia, que negaba el crimen, aunque la viuda de Verfondern siempre tuvo claro que eran los culpables.
Julio Rodríguez fue declarado culpable de ser cómplice, pero la ley le eximió de responsabilidad penal por parentesco en el delito de encubrimiento. Por su parte, Juan Carlos Rodríguez fue condenado a 10 años y medio de prisión, aunque en 2019 ya empezó a gozar de permisos que le permitían pasar algún fin de semana con su familia.
En Santoalla continúa viviendo hoy en día Margo Pool, siendo la única vecina pero recibiendo la visita de algunas personas, muchos de ellos jóvenes estudiantes que quieren vivir una experiencia en la naturaleza. Junto a ella descansan los restos de su marido, en una tumba improvisada con vistas a ese paisaje ourensano al que llegó lleno de ilusión y del que se fue por culpa del odio de una familia que ya forma parte de la crónica más oscura de Galicia.