La serie de El Caso Asunta está siendo todo un éxito en Netflix. La producción que retrata el truculento crimen que conmocionó a Galicia, es la serie de habla no inglesa más vista de toda la plataforma y a nivel mundial solo es superada por Mi reno de peluche, otro fenómeno basado en una historia real.
El último fenómeno de Netflix retrata la historia de Asunta Basterra, la primera niña china adoptada en Galicia, que fue asesinada por su padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra. Su madre se suicidó en la cárcel en el año 2020 y su padre todavía cumple condena.
Detrás de El Caso Asunta está Bambú, productora de origen gallego famosa por series como Gran Hotel o Las chicas del cable, entre otras. Al frente de la misma está el también gallego Ramón Campos, que vivió un impactante suceso relacionado con el caso.
El productor gallego recibió una carta de Alfonso Basterra, uno de los dos culpables del crimen, que en la serie está interpretado por Tristán Ulloa. Lo hizo tras el estreno del documental El Caso Asunta: Operación Nenúfar de 2017. Esta producción también es obra de Bambú y está disponible en Netflix.
La carta de Alfonso Basterra
"Estimado señor Campos,
En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.
Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí.
De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.
Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido. Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar.
Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.
Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.
Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.
Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.
Atentamente: Alfonso Basterra Camporro