Carla Subirana (Barcelona, 1972) es directora y guionista. Nedar (2008), su ópera prima, es una película autobiográfica en que, paso a paso, hila su historia familiar y personal con la memoria histórica, jugando ya con imágenes que la definirán como artista. En 2012 estrena Volar, siendo la primera cineasta en documentar la vida dentro de una academia militar española y, en 2023, Sica, su primer largometraje totalmente ficcional. Carla es también autora de varios cortometrajes, profesora de cine y una mujer comprometida con causas sociales y políticas que son importantes para entender el trasfondo de su trabajo… Hablar con ella, de forma directa y con tiempo, me ha parecido la mejor manera de adentrarme en su mundo y obra:
Hola, Carla. Comencemos hablando de tu ópera prima: Nedar es un documental con mucha carga emocional. ¿Cómo nació y qué significado tiene hoy en día para ti?
Nedar se estrenó en el 2008 y a pesar de que han pasado más de 15 años sigue estando viva y me da muchas alegrías. Se ha proyectado durante todos estos años a nivel internacional, se ha publicado un libro de Maribel Rams que gira en torno a la película, aparece citada y es objeto de estudio en universidades como Harvard, UMASS Amherst, Cardiff University, Aston University, Birmingham, UK, Universidad de Viena… y lo que me parece más interesante es que es abordada por historiadores, cineastas, antropólogos, especialistas de estudios de género y etarios y otras disciplinas.
En ella abordo temas como la identidad, el género, el alzhéimer en una familia de mujeres anónimas —mi abuela, mi madre y la nieta— donde la historia en minúsculas es una imagen caleidoscópica de la Historia en mayúsculas… La guerra civil ha dejado una herida en nuestro país que se extiende como un mancha de aceite generación tras generación. Mirar y atender esa herida nos ayudaría a superar ese trauma que arrastramos como país.
Cuando pienso en el primer pitching que hice de la película recuerdo que me sentía muy insegura ya que pensaba, ¿a quién le va interesar la historia de tres mujeres totalmente anónimas? Me costó mucho decidirme a salir en la película ya que el pudor me bloqueaba creativamente. Finalmente tomé la decisión de mostrarme en todos los sentido y pensé ¿si voy a exponer a las mujeres que más quiero en el mundo cómo no voy a exponerme a mí misma? Tengo que ser coherente, me dije a mi misma. Y así nació Nadar.
¿Se encuentran aquí los comienzos de tu carrera como cineasta o deberíamos ir más atrás? ¿Siempre has querido crear?
Cuando era pequeña me sentaba en la cocina con pinturas de colores, acuarelas y durante toda la mañana hacía trazos abstractos donde el color era el protagonista. No sabía dibujar, pero me encantaba deslizar el pincel y ver como se mezclaban los colores. En la universidad desarrollé mi interés por la fotografía y descubrí el cine documental de la mano de Jean Louis Commolli. Construir un relato con retazos de realidad me parecía fascinante. Crear es la única opción que me queda para salvarme de mí misma. La creación te libera, también te angustia, te hace crecer. Es como un acordeón que se expande y se contrae. A veces suena bien y otras no tanto, pero no puedes dejar de tocarlo.
¿Buscas que los temas de los que partes tengan carga emocional para hacer películas con verdad?
El cine es un modo de expresión, una manera de ver el mundo y de comunicarte con él. Donde hay verdad existe una experiencia vivida que puede ser la pasarela para conectar con el espectador.
¿Cómo te recuerdas de niña? ¿Crees que algo te impulsó a dedicarte al cine, a crear… o simplemente surgió?
Mi abuela materna, Leonor, era la señora de los lavabos del cine Alexandra, unos cines míticos en Barcelona que ahora son una tienda Mango. Cuando era pequeña me pasaba horas en el hall dando volteretas y cuando podía me colaba en la sala, a escondidas del gerente, para ver una película. Esa gran pantalla me trasladaba a lugares desconocidos y me permitía salir de mí misma. Suponía un gran alivio y entendí el poder del cine de narrar, de hacer sentir, de transformar, de dar a conocer…
Está claro que te importa mucho mostrar y contar historias desconocidas… Con el largometraje documental Volar (2012), fuiste la primera cineasta en documentar la vida dentro de un cuartel en España. Este filme, como el anterior, fue nominado a los Premios Gaudí, ambos en la categoría de Mejor documental. ¿Cómo es rodar en un ambiente tan diferente, cuadriculado y alejado de la "vida normal"?
Cuando estaba montando Nadar vi la noticia sobre la primera soldado española muerta en Afganistán. Me surgieron muchas preguntas y la principal era ¿Qué podía llevar a una mujer a entrar en una institución como el ejército? Para mí, cada película surge de una pregunta que intento resolver. En el caso de ‘Nadar’, quién era Juan Arroniz, mi abuelo fusilado en el año 1940, por haber cometido tres atracos a mano armada y que murió asesinado tras un juicio sumarísimo. En casa era un tema tabú y mi abuela nunca nos había contado nada, fruto del miedo de la represión de la posguerra. Para mi madre era un tema demasiado doloroso, ella era fruto de la generación de la Transición donde era mejor olvidar. Yo, como nieta, me sentía preparada y con ganas de responder a esa pregunta.
En el caso de Volar sentía la necesidad de adentrarme en un mundo tan desconocido para mí como es el ejército e intentar entender las motivaciones de una persona a someterse a una jerarquía que desdibuja al individuo.
Cada película nace de una pieza que es como un imán que tira de ti con fuerza, muchas veces de forma inconsciente, solo con los años aprendes a desgranar qué hay detrás de ese impulso. La creación es puro impulso y después perseverancia hasta quedar exhausta.
¿Y cómo era grabar en el ambiente de un cuartel?
Cuando rodamos en la AGA (Academia General del Aire) trabajábamos bajo un clima de sospecha bastante alta. Los oficiales se preguntaban: ¿Qué hace una mujer catalana interesándose por este mundo?. Creían que detrás de nuestra película se escondía otra motivación. Incluso un día nos pusieron a prueba y el teniente que nos supervisaba se inventó que nos habían visto grabando un día que no habíamos acordado con ellos para ver cómo reaccionábamos. Yo les dije que podían revisar las cintas. Poco a poco se fueron relajando y nos dieron un acceso bastante privilegiado, eso sí, porque habíamos conseguido el permiso directo de la entonces ministra de defensa, Carme Chacón. Sin ella no hubiésemos cruzado jamás esa puerta. El hermetismo era una constante en esa época. Me pregunto si eso ha cambiado ahora…
En 2012 dirigiste, junto con Abdelatif Hwidar y Adán Aliaga, Kanimambo, que fue Premio Especial del Jurado en el Festival de Málaga 2012. El rodaje fue en Kanimambo en Erati (Mozambique)… Imagino que estas experiencias dejan huella pero, en tu caso, la huella estaba ahí de antes ya que fuiste a Mozambique para reencontrarte con Madalena, a quien ya conocías, ¿no? ¿Podrías contarme esta historia?
Viajar a la África negra es una hostia en toda tu cara de blanca privilegiada hetero cis. ¡Boom! Es una bomba en toda regla. El corto que dirigí era un encargo para una ONG e hice un primer viaje de investigación donde conocí a Madalena. Una mujer que, como tantas mujeres africanas sostienen solas a su familia. Se ocupan de sus hijos, de sus mayores, básicamente a sobrevivir a pesar de todo: enfermedades, pobreza, analfabetismo. Y allá estaba Madalena, madre de 4 hijos, eternamente digna, que me hizo cuestionarme si yo era la persona indicada para hablar sobre ella, sobre su país, su legado e historia. Después de ese primer viaje me llegó una carta de Madalena, había tenido otra niña y la había llamado Carla… Cuando volví a Mozambique la niña había muerto y decidí que la película sería un homenaje a todas las Madalenas, las heroínas del cotidiano.
SICA (2023) es tu última película y la que quizás te ha acercado a un público más amplio a nivel internacional.
En la presentación que hiciste en el cine de la Numax, contaste cómo en el verano del 2016 llegaste a Costa da Morte haciendo el Camiño dos Faros y encontraste un paisaje que te marcaría. ¿Hiciste el camino buscando inspiración para una película, o Sica fue más bien algo que surgió?
Llegué caminando y ese paisaje y la fuerza brutal del Océano me atrapó. Y seguí caminando, cada verano, buscando las piezas del puzle que había nacido en mi interior, como una atracción arrolladora.
¿Qué fue lo que te removió? ¿Hiciste el camino buscando inspiración para una película, o Sica fue más bien algo que surgió?
Había algo atávico en ese impulso que aún me resulta difícil de comprender. La vida y la muerte dándose la mano. Como decía Urbano Lugrís, "El gran depredador, el gran asesino, en sus entrañas moran los ahogados y de sus entrañas vive toda la Costa da Morte". Así que primero fue la naturaleza y, poco a poco, a fuego lento, se fue convirtiendo en una película.
Tengo la sensación de que los tiempos de creación se acortan más y más… Hay mucha prisa por sacar ‘cosas’ todo el tiempo. Pero no se habla suficiente de la importancia de los procesos, de la necesidad de parar a pensar y hasta de descansar un proyecto. ¿Cómo fue el proceso de construir Sica a lo largo de varios años?
La clave para poder trabajar con tiempo fue que los primeros años lo hice como un divertimento y sin productora. No quería tener la presión de un deadline y de entrar en el sistema industrial demasiado pronto y eso me permitió disfrutar del proceso de creación. Caminar literalmente el territorio y las almas que lo habitan, interiorizarlo.
Hay momentos en que la historia se cuenta desde los silencios o la mirada de los personajes y hasta en las conversaciones más cotidianas se lee entre líneas lo que piensan y sienten…
Dicen que los ojos son el espejo del alma. Una mirada puede contener un mar infinito de emociones, de sensaciones y si has hecho un buen casting hay que confiar en ese poder que tienen los actores.
Hay un mensaje muy poderoso sobre la naturaleza: acerca de su belleza e importancia, pero también sobre los peligros en que se encuentra. ¿Qué significado / importancia tiene en tu obra?
En un bar de Malpica había una fotografía del mar comiéndose parte del paseo marítimo durante una ciclogénesis explosiva. Fue una imagen que se me quedó grabada y ahí empecé a investigar en un tema que me preocupaba, la crisis climática. Galicia es una de las puertas de entrada de los ciclones extratropicales y decidí incluir ese desequilibrio de la naturaleza como uno de los temas de trasfondo de Sica. La Naturaleza es la MADRE; el océano, el vientre materno. Para mí, ahí se condensa el origen y el fin de todo.
Las escenas de Sica dentro del mar tienen reminiscencias de aquellas en las que tú misma salías bajo el agua en Nadar. ¿Te inspiras en ti misma para profundizar sobre imágenes que llevas dentro?
Cuando construí el guion de Nadar encontré esa metáfora visual donde el agua podía ser un lugar placentero, pero también te podías ahogar en ella y trabajé con la luz para ir mostrando como a medida que el drama crecía la escena se tornaba más oscura. En esa época yo nadaba y me resultó natural llegar a esa asociación. También tenía el referente de Azul de Kieslowski donde en la piscina sucedían los momentos de máxima intimidad de la protagonista. En la creación la solución está dentro de ti y luego buscas elementos externos que te ayudan a construir esa emoción o sensación.
La realidad de los marineros perdidos en el mar es parte de la trama principal… Y Sica es el diminutivo de Nausícaa, uno de los personajes de la ‘Odisea’ de Homero. Hay mucha poesía, dobles lecturas y referencias tras la historia, como si tuviese muchas capas. Las referencias a otras obras, los silencios… ¿Cómo fue el proceso?
El proceso de escritura de Sica fue como el ovillo de Penélope. Después de un largo proceso de investigación, de lecturas, de conversaciones con la gente de Costa da Morte, vas moldeando un material que contiene varias capas de profundidad y en la película final quedan sedimentos de ese viaje de creación tan largo en el tiempo.
El resto de personajes, incluso los que tienen la misma edad que la protagonista, no son tan inocentes… Es como si tuviesen prisa por verse mayores (exceptuando, claro, a Suso). Es como si la imaginación fuese algo malo y hubiese, al crecer, que desprenderse de ella. Yo conecté mucho con este mensaje. ¿Cómo fue proyectar las personalidades de cada personaje para transmitir esta idea y que, a la vez, haya un proceso evolutivo en cada uno de ellos?
Leda es la amiga de la infancia de Sica, con quien ha compartido horas de juego y existe una fuerte complicidad entre ellas hasta el día del naufragio. Ahí todo cambia, una grieta se abre entre las dos. Leda quiere pertenecer al grupo de los adultos y Sica se aferra a sus creencias de niña. Suso representa ese mundo que Sica no quiere abandonar al estar conectado con la Naturaleza y poco interesado por el mundo adulto. Sica adora a su padre y para ella su madre es invisible. Madre e hija se mueven por corrientes contrapuestas hasta que al final se reencuentran. En este sentido, Sica es un viaje hacia la madre, un reconocimiento hacia la figura que ha estado presente, la cuidadora, el pilar de la familia. Quizás ese viaje es el que nos sucede a muchas madres ¿no? El viaje de la heroína, el de Campbell, pero en la versión femenina.
La figura de la mujer es central en tu trabajo como cineasta. Ya desde Nedar en que tú, tu madre y abuela sois como una triada que centra la historia. Además, has desarrollado proyectos enfocados en impulsar el trabajo de otras. En una entrevista dijiste "Las mujeres de cincuenta años tenemos muchas historias que contar. Para una mujer resulta muy difícil dirigir su ópera prima pero, más complejo aún, es tener una continuidad en su carrera cinematográfica". ¿Dirías que, en ese sentido, hemos evolucionado a lo largo de estos últimos años?
Cuando empecé a dirigir el porcentaje de mujeres directoras era de un 14% y en 2015 las mujeres en el audiovisual representaban un 26%. Actualmente se mueve alrededor de un 37% a nivel estatal. Ha crecido, pero los datos nos demuestran que todavía queda mucho camino por recorrer. En los puestos estratégicos (donde se puede incidir en el contenido de una película) como la producción ejecutiva, la dirección y el guion no superan el 27% de media. Además, cuando se trata de películas de gran presupuesto, el abismo se hace más evidente. Cuesta mucho que un productor confíe en una mujer directora, aunque en los últimos años los premios más prestigiosos del sector cinematográfico se lo están llevando las mujeres. Sobre el tema de la edad y la continuidad en la carrera… ese es otro tema a abordar. Vivimos en una sociedad donde solo se habla de “nuevas miradas”, “joven promesa” y es importante entender que las jóvenes de ahora serán las directoras que querrán continuar con su carrera cinematográfica cuando tengan 50 años. Hay que seguir trabajando hasta que la situación se equilibre y se mantenga de manera orgánica. Yo formo parte de CIMA y soy socia fundadora de Dones Visuals en Cataluña. Diseñé uno de los primeros laboratorios de acompañamiento para cineastas en el 2017, Acció Viver. Todas estas iniciativas hay ayudado a mejorar las cifras, pero sigue habiendo una gran resistencia. Hay que seguir pedaleando.
¿Y cuáles son tus referentes?
Agnès Varda, Agnès Varda y Agnès Varda en su actitud como creadora. Patti Smith también lo es. Las dos han tenido un compromiso primero con ellas mismas, con su libertad creadora y luego con la sociedad.
‘Subirana se ha convertido en referente de una cierta mirada cinematográfico femenina’… ¿Cuál es tu opinión de esta cita que se repite con diferentes formas?
A veces los medios tienen que utilizar frases para llamar la atención. Las entrevistas suelen estar cortadas por el mismo patrón y eso nos lleva a discursos muy uniformes. Por suerte, esta entrevista tiene otro tono, el ritmo de un tiempo más pausado y profundo. Tenemos que reivindicar el SLOW LIFE y atender a nuestras necesidades emocionales, sino acabaremos tod@s enfermos y el sector cinematográfico es un laberinto lleno de trampas que hay que conocer y a la vez tiene un poder maravilloso, transformador. Crear historias sin perpetuar los estereotipos de género, ser más diversas, todo un reto.
Tienes en marcha dos workshops de creatividad: ‘La semilla’, enfocado en la exploración de la creatividad para abordar y desarrollar ideas incipientes y ‘Camina tu idea’, para viajar en grupo con el objetivo de encontrar la inspiración en la naturaleza y desarrollar los proyectos. ¿Cómo y cuándo nació este proyecto?
Después de más de 15 años dando clases en la universidad y 20 como creadora decidí diseñar un workshop que girase en torno a los procesos creativos, algo que me ha interesado siempre. Estuve leyendo sobre cineastas y luego amplié a músicos, arquitect@s, escritor@s hasta entender que había siempre algo en común entre ell@s al hablar de su viaje por la creatividad. La soledad, el bloqueo, la perseverancia y la necesidad de regresar siempre a la infancia: al JUEGO. Poco a poco he ido impartiendo una serie de talleres hasta llegar a un laboratorio de creación que acompaña a l@s creadores entrando por otra puerta: el trabajo en comunidad, la Naturaleza integrada en el proceso, el caminar para crear, atender a cuestiones emocionales para avanzar en los proyectos y trazar una hoja de ruta para saber moverse por la industria… La verdad es que los resultados que he ido observando son maravillosos y el mejor regalo para mi es ver a l@s creadores salir del workshop con ganas infinitas de seguir creando.
¿Y cómo es trabajar con otros artistas y compartir estos procesos creativos?
Crear suele ser un acto solitario y en gran parte del camino así debe ser. Pero hay momentos en qué resulta útil abrirse a l@s demás y compartir las dudas, las ideas, ya que de ahí pueden surgir nuevos planteamientos, más poderosos, reforzar tus propias intuiciones y sobre todo impulsar las ganas de seguir creando. Abandonar y desanimarse es una absoluta pérdida de tiempo. Cuando inicio un workshop les envío un mail con la misma cita de Ursula K. Le Guin: "Ofrecer a otros el propio trabajo es un acto de CONFIANZA que requiere verdadero VALOR. Contar es escuchar".
Combinar la soledad de la creación con la idea de comunidad donde compartir ideas, miedos, resulta poderoso. También hay que combatir ese individualismo feroz que conlleva el sistema neoliberal que salpica todos los ámbitos de nuestra sociedad. Y el arte, la cultura tienen un poder liberador y transformador.
¿Cómo sientes que ha sido tu evolución a lo largo de los años?
Ja, ja, ja. Buena pregunta. Como una montaña rusa. Intentar mantener tu libertad creativa en el cine es algo complejo. Como diría Guillermo del Toro, hacer una película es como mover una piedra de varias toneladas y l@s creador@s somos una mezcla de poetas y boxeadores.
¿Y qué le dirías a las mujeres que desean dedicarse al cine, a escribir y dirigir películas y que aún no saben cómo hacerlo?
Que escriban libremente como poetas y que se pongan sus guantes de boxeo para sostener el largo camino de la creación, bello y espinoso, a partes iguales.
¿Tienes algún proyecto en mente?
Mi abuela Leonor nació en un pequeño pueblo en la Vall Fosca, en el Pallars Jussà, Lérida. En ese pueblo está documentado casos de persecución y juicio contra mujeres por brujas y la zona está ligada históricamente a este tema. Investigando un poquito más descubrí que en 1.424 en el Pallars se promulgó por primera vez un documento legal contra la brujería, así que la caza de brujas en Europa comenzó en el Pallars. Esa podría ser la semilla de un nuevo proyecto.
De momento, estoy centrada en impulsar el Push Lab, el laboratorio de acompañamiento creativo que guía en la creación y en el laberíntico camino de la industria entrando siempre por otra puerta: la que tiene en cuenta las necesidades individuales de l@s creador@s y de sus proyectos.