Pensar en campos llenos de olivos es pensar, de forma casi automática, en el sur de España. Sin embargo, hubo una época en la que en Galicia la presencia de este árbol era mucho mayor de lo que es ahora.
Apenas hay referencias históricas a los cultivos de la oliva en tierras gallegas pero sí varias teorías que hacen referencia a su desaparición. No obstante, como prueba irrefutable de que estuvieron ahí, todavía hay muchos ejemplares repartidos por toda la geografía gallega. No es difícil ver algún árbol en los pueblos gallegos y, de hecho, hay mucha gente que todavía recurre al olivo más cercano para preparar los típicos ramos de Pascua.
Otra prueba de que en Galicia es posible su cultivo es que, además del hecho de que todavía crezcan ejemplares jóvenes, se conservan numerosos árboles centenarios. "En algunos sitios nos cuentan que elaboraban aceite para autoconsumo y había almazaras en zonas como Quiroga, Valdeorras o Verín", explica la investigadora científica del CSIC y jefa del Grupo de Viticultura y Olivo de la Misión Biológica de Galicia, María del Carmen Martínez.
La toponimia, además, permite certificar que estos árboles formaron parte del paisaje gallego. Hay calles, como la Rúa do Olivo de Vilalba o lugares como Vilaceite o El Olivar, que dejan constancia de ello. Y es que forma parte de nosotros hasta tal punto que podemos encontrarlo en apellidos como Olivares y nombres como Olivia.
Si los olivos estaban tan presentes en nuestra comunidad, ¿por qué desaparecieron?
La teoría más fuerte
Una de las creencias más populares es la que culpa a los Reyes Católicos de querer centralizar la producción de olivas, proceso en el que Galicia se vio muy perjudicada al tener que arrancar numerosos ejemplares. La decisión de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla estaba motivada, principalmente, en incentivar la repoblación y la reactivación económica de los territorios conquistados al sur de la Península. Algunos expertos, sin embargo, apuntan que fue una represalia de los monarcas por las Revoltas Irmandiñas, que redujeron la presión de la nobleza sobre los campesinos gallegos
En la primera mitad del siglo XVII (y sobre esto sí hay datos históricos) sufrieron otra merma: el Conde-Duque de Olivares impuso sobre los olivos un impuesto de cuatro reales por árbol cultivado en Galicia. El objetivo de este noble era proteger los ejemplares que él mismo tenía en Sevilla, algo que consiguió: aquellas personas que no pudieron hacer frente a esta tasa tuvieron que arrancar sus plantaciones. "Aún así se siguió cultivando en algunas zonas durante un tiempo", explica la jefa del Grupo de Viticultura y de Olivo.
Los olivos que lograron sobrevivir, sobre todo en la Ribeira Sacra o en las sierras, pasaron desapercibidos. "Hay zonas boscosas, por ejemplo en Quiroga, donde están mezclados con los madroños, castaños y otras especies pero según se hace limpieza, se van encontrando los olivos centenarios", indica Martínez.
Hay, además, numerosos restos arqueológicos distribuidos por la comunidad relacionados con la extracción de aceite. En Ourense, estas edificaciones eran comunales y los vecinos se reunían allí para elaborar el conocido como oro líquido. A mediados del siglo XX apareció en Teis (Vigo) un yacimiento romano con una prensa olearia donde se elaboraba aceite. Como curiosidad, el lugar donde se encontró este utensilio es conocido como A Oliveira. Precisamente, Vigo es conocida como la "ciudad olívica" y en su escudo está representado un olivo.
Las otras razones
El presidente de la Asociación de Productores de Aceite y Aceituna de Galicia (APAAG), José Antonio García, cree que también hubo otros factores que influyeron en que se dejase de cultivar olivo en Galicia. "Se dejó de cultivar por los terrenos, había mucho minifundismo, y coincidió con el descubrimiento de América, a raiz del cual se dieron a conocer otros cultivos que eran más rentables, como el maíz o la patata", indica García, que tiene un vivero de olivos.
"No hubo ninguna causa medioambiental que hiciese desaparecer el cultivo. Los olivos gallegos son diferentes a los que hay en Andalucía o Aragón, con un nivel de adaptación muy alto al tipo de terreno que hay en Galicia y a las condiciones meteorológicas", explica por su parte Martínez.
El olivo gallego
"Tenemos ocho variedades de olivos autóctonos descritas y llevamos marcados más de 150 por todo Galicia", explica la científica del CSIC. Entre esos 150 olivos centenarios es donde los investigadores descubrieron las ocho variedades gallegas, aunque esperan encontrar "una o dos más" en la siguente tanda. "Hemos hecho el ADN de cada árbol y lo hemos comparado con los olivos que están descritos a nivel mundial y en otros puntos de Europa y los nuestros salen totalmente diferentes", indica Martínez.
Las características de estos árboles son distintas también en el aspecto. La hoja y la forma de la aceituna se pueden diferenciar entre ellos y con relación a las otras variedades que existen en el mundo. Además, están distribuidos de forma irregular por Galicia ya que, según la variedad, predominan más en unas zonas que en otras.
La investigación
Aunque hace más de ocho años que se comenzó a investigar el olivo gallego, la Fundación Juana de Vega financia desde hace cinco (aportó 250.000 euros hasta ahora) un proyecto del CSIC en el que colaboran la APAAG y la asociación de viveristas. El título deja clara la intención: "Apoyo a la consolidación en el mercado de aceites gallegos de calidad, mediante el uso de variedades de olivos autóctonos de Galicia".
El objetivo, pues, es "evaluar" su potencial para la elaboración de aceites de calidad mediante la transferencia al sector de variedades autóctonas certificadas, de forma que sea posible convertir a la comunidad gallega en productora. "Son variedades únicas, propias y nuestras, de elevada calidad, para tratar de crear un sector nuevo en Galicia siguiendo el ejemplo del vino", explica el director de la Fundación Juana de Vega, José Manuel Andrade.
Para que esto sea posible, es fundamental la labor de los investigadores, que describen y registran las variedades y las transfieren a viveros con el objetivo final de que estos olivos se puedan cultivar para producir aceite con una posible Demininación de Origen Protegida (DOP) Aceites de Galicia.
La misma situación que atraviesa el olivar, la pasan otras especies que por diferentes motivos fueron abandonadas y que ahora se pueden recuperar para "elaborar productos diferenciados y de calidad", señala la jefa del Grupo de Viticultura y de Olivo. "A finales de los años 80 había muchas variedades de vino sin describir y sin registrar. Nunca se abandonó el cultivo del viñedo, pero estaba en una situación complicada", ejemplifica Martínez.
Las plantaciones en la actualidad
Son muchos los que apuntan a un incremento del cultivo de la oliva en Galicia. Según datos de la APAAG, se pasó de producir 6.000 litros de aceite a partir de 50.000 kilos de producto al año pasado hasta los 12.000 litros con 145.000 kilos de oliva de este ejercicio. Estos datos corresponden a la producción de las diez marcas que forman parte de la asociación, aunque fuera de esta hay otra empresa productora de aceite en Galicia. Además, García incide en que también hay gente que sigue cultivando olivo para autoconsumo.
Aunque hay olivos en toda la comunidad, en Ourense y Pontevedra es donde más se está dando la oliva. Sin embargo, también hay productores en Lugo y A Coruña trabajando con este producto y García indica que uno de los socios, de Ordes, podría tener ya aceite el año que viene.
El olivar renace como alternativa a otros cultivos. "Tenemos unos terrenos muy ácidos que al corregir nos permiten obtener un producto muy muy bueno", asegura el representante de los productores de aceite gallegos. Las plantaciones, si todo va bien, se harán con ejemplares autóctonos "en cuanto los haya en el mercado".
"Es un medio de vida muy interesante para los agricultores y este medio rural tan abandonado y vacío. Se le pueden ofrecer alternativas para volver a ocupar esos territorios y a cultivarlos, para que produzcan riqueza y permitan a la gente vivir con explotaciones rentables", concluye María del Carmen Martínez.