Es habitual referirse a Ferrol con el apodo de ciudad naval por su estrecha relación con los medios de transporte marítimos, pero ¿a qué se debe el apodo de ciudad departamental? Revelamos la sencilla respuesta histórica de tan contemporánea pregunta.
Un dictamen real
El origen de este recio alias se remonta a la época de la Ilustración, cuando el monarca Borbón Carlos III (1716-1788), al que muchos denominaron "El rey político" o "El mejor alcalde de Madrid", concedió a Ferrol la capitalidad del departamento marítimo del norte. Esto situaba a la ciudad (por aquel entonces, departamental) en el selecto club de las capitales marítimas de España, compuesto exclusivamente por la tríada de Ferrol, Cádiz y Cartagena.
Un largo apogeo
Esta decisión real, justificada por la tradición marinera de la ciudad, su situación geográfica estratégica y el abrigo de la ría, contribuyó al próspero desarrollo urbano que experimentó Ferrol en los siglos XIX y, sobre todo, XX. Durante su periodo de gran actividad, en los astilleros ferrolanos se llegaron a fabricar más de un centenar de buques de todo tipo: fragatas, corbetas, cruceros, patrulleros, petroleros, submarinos… Siendo el portaaviones Príncipe de Asturias (1982) la joya de la corona.
El control perdido del tercio norte
Es claro que la ciudad departamental no supo amortizar este legado y, sin apenas diversificación industrial, se encuentra en un declive sin paliativos del que solo la salva su vecina Narón. Con todo, la tendencia que golpea la economía de Ferrol es común a todo el eje cantábrico, mermado frente al auge de un corredor mediterráneo y otro a las orillas del Ebro mucho más dinamizados.
A día de hoy, la industria naval mundial se ha ido desplazando a otras regiones emergentes y más competitivas, pero la ciudad departamental mantiene unas instalaciones pioneras y muy bien conservadas que le permiten seguir construyendo naves de alta calidad a menor escala.