Entre septiembre y diciembre de 1975 se perpetró el que muchos consideran el mayor crimen urbanístico y arquitectónico de la historia de Santiago: la demolición del Edificio Castromil, un bello edificio modernista situado en la Plaza García Prieto y que servía de sede de la compañía de transportes. En su lugar se construyó el parking de Plaza de Galicia -como ahora se llama-, el primer aparcamiento subterráneo de la comunidad.

La decisión de demoler este edificio no estuvo exenta de polémica ni de contestación social y todavía sigue grabada en la memoria colectiva de la ciudadanía de Santiago y de toda Galicia, ya que el Edificio Castromil era el que daba la bienvenida a la capital gallega a los viajeros hasta su desaparición.

Origen

El Edificio Castromil en 1959 (Memorias de Compostela).

Lo cierto es que tanto el aspecto como la denominación de la que hoy conocemos como Plaza Galicia han cambiado mucho a lo largo del último siglo y medio, en el que pasó de llamarse Plaza de Entrecarreteras o Patio da Inquisición a Plaza de Pablo Iglesias, para después convertirse en la Plaza de Vigo, la Plaza García Prieto y, por último, en Plaza de Galicia.

En 1900, el solar en el que actualmente se encuentra el Hotel Compostela estaba ocupado por el Pazo da Inquisición, una construcción barroca encargada en 1726 a Fernando de Casas Novoa, el arquitecto responsable de la actual fachada de la Catedral de Santiago o del claustro y la portada principal de San Martiño Pinario.

El Pazo da Inquisición fue derribado en 1913 para construir en su lugar el Teatro Royalty, que tendría una vida muy corta: tan solo catorce años más tarde, en 1927, fue derruido para dejar sitio al que hoy es el Hotel Compostela, un edificio de estilo ecléctico regionalista diseñado por el arquitecto Adolfo de Cominges del que destacan sus torres almenadas.

Un par de años antes, entre 1925 y 1926, se había levantado el Edificio Castromil, que no nació con ese nombre, sino con el de Quiqui Bar. Este proyecto, promovido por los socios Manuel Ramallo Gómez y Ángel Gontán Sánchez y proyectado por el arquitecto coruñés Rafael González Villar en 1922, fue el segundo edificio construido íntegramente en hormigón de España, sólo por detrás de la fábrica de harina Ceres, en Bilbao.

El edificio rompió con todos los esquema de lo que se había visto hasta entonces en Santiago, con su estética modernista, sus salones amplios, sus escaleras de mármol o sus vidrieras. Aunque este bar se convirtió en toda una referencia para la vida social de Compostela, el elevado coste del mantenimiento del edificio llevó a la bancarrota del Quiqui Bar en 1929.

Fue entonces cuando apareció Evaristo Castromil Otero, quien había fundado una exitosa empresa de transportes en autocar doce años antes, en 1917, y compró el edificio para acoger su sede. Así, la planta baja del Quiqui Bar pasaría a ser la sede de Castromil, mientras que la planta superior sería ocupada por la Comandancia Militar y la Subdelegación de Hacienda.

La demolición

El solar donde se hallaba el Edificio Castromil tras su demolición y antes de la construcción del apacamiento (Memorias de Compostela).

Tras décadas siendo un eje de la vida en Santiago, el principio del fin del Edificio Castromil, la frontera entre el Ensanche y el Casco Histórico de la ciudad, llegó a principios de los años 70, poco después de la muerte en 1969 de Evaristo Castromil.

El incremento de tráfico rodado llevó a construir en 1972 la actual estación de autobuses en San Caetano -que también tiene los días contados-, de tal modo que la empresa trasladó allí su sede y dejó vacío de contenido el Edificio Castromil.

Con la cercanía del Año Santo 1976 y los crecientes problemas de estacionamiento en Santiago llevaron a la corporación municipal, liderada por Francisco López Carballo, a tomar la decisión de derribar el Edificio Castromil para construir un párking subterráneo.

Este plan horrorizó tanto a la prensa de la época como al Colexio de Arquitectos de Galicia, que inició una ofensiva para evitar por todos los medios que el edificio fuese demolido.

Así, el Colegio reclama en enero de 1974 a la Dirección General de Bellas Artes que el edificio pase a ser declarado monumento histórico-artístico, a la vez que pide a la Dirección General de Arquitectura, responsable de la demolición, que reconsidere esa opción.

Desde el Concello se presenta un informe contrario a la declaración como monumento histórico-artístico y la Dirección General de Bellas Artes rechaza la petición en septiembre de 1974. Durante los meses a lo largo de los que se prolongó la tramitación del expediente, un grupo de arquitectos presentó una alternativa para construir el aparcamiento subterráneo y mantener el Edificio Castromil, rodeando sus cimientos para poder conservarlo.

El Concello no da su brazo a torcer y en el mismo mes de septiembre se dirige a la Dirección General de Arquitectura para pedirle que inicie la demolición cuanto antes. Sin embargo, hasta septiembre de 1975 no se inician las obras para su derribo, que se prolongan hasta el mes de diciembre.

La construcción del aparcamiento subterráneo dio lugar a una plaza vacía y aislada del resto de la ciudad que no fue remodelada hasta finales de siglo, cuando pasó a adquirir la fisionomía que muestra a día de hoy, con una zona verde y una oficina de información turística. Posteriormente, esta última sería sustituida por un parque infantil y una pérgola.

Aunque parece impensable que en la actualidad se pudiese dar un hecho similar, el inicio del desarrollismo llevó a tomar esa decisión, marcando el inicio de una configuración urbanística en la que el vehículo privado primaba sobre el peatón. Han pasado 45 años desde entonces, pero aún es imposible evitar pensar en la imagen del Edificio Castromil al atravesar la Plaza de Galicia.