Hace casi 150 años, el 15 de septiembre de 1873 se inauguró la primera línea de ferrocarril de Galicia, que unía la Estación de Cornes -en el término municipal de Conxo, actualmente Santiago de Compostela- con la de Carril, en Vilagarcía.
Así, Cornes fue el punto de partida del ferrocarril, que llegaba a la comunidad gallega 25 años después de que se inaugurase la primera línea de España, Barcelona-Mataró, en 1848.
La estación
Desde que se comenzó a plantear la construcción de la línea Cornes-Carril, unos trece años antes de su puesta en funcionamiento, la idea era que la ubicación de la Estación de Cornes fuese provisional, ya que estaba muy lejos del centro urbano.
De este modo, la estación fue construida en sus orígenes como un pequeño edificio de madera de una sola planta que tan solo buscaba servir de refugio a los pasajeros que esperaban la llegada del ferrocarril.
Sin embargo, la estación de madera tuvo poco de provisional: se mantuvo en pie durante casi 50 años a pesar de las continuas críticas a su incomodidad, derivada de la falta de espacio y acondicionamiento.
No fue hasta 1920 cuando se construyó en su mismo emplazamiento el edificio definitivo de la estación, de mayor tamaño y hecha de mampostería, ladrillo y hormigón.
Así las cosas, esta construcción de más calidad y con un mayor vocación de permanencia fue utilizada menos tiempo que la "provisional", erigida en 1873.
En 1925, el Concello de Conxo pasó a formar parte de Santiago de Compostela y a día de hoy es una parroquia de la capital gallega.
El 14 de abril de 1943 llegó el penúltimo capítulo en la vida de la Estación de Cornes: la apertura de la línea A Coruña-Santiago llevó a cerrarla y a abrir el edifico que actualmente alberga la actual estación.
Actualidad
Tras décadas en desuso, en 2005 se decidió darle uso al antiguo edificio de la estación, para lo que se recurrió al arquitecto Antonio Pena Rey, quien diseñó la Casa das Asociacións, que actualmente ocupa su lugar.
Más allá de su estética contemporánea, se conserva la práctica totalidad de la fachada de la estación, en la que aún se pueden leer las inscripciones que indicaban a los viajeros a dónde dirigirse.