Aunque pasó varias etapas de su vida en México, Madrid o Pontevedra, Santiago de Compostela siempre fue un lugar especial para Ramón María del Valle Inclán: es en la capital gallega donde empieza sus estudios universitarios, donde publica sus textos por primera vez y donde descansa para siempre tras pasar allí su último año de vida.
Santiago fue hogar ocasional e inspiración para este dramaturgo, novelista y poeta nacido en Vilanova de Arousa que debatió en los cafés de Compostela y paseó por Compostela, en cuyas calles todavía permanece su recuerdo.
Valle-Inclán y Santiago
La relación de Valle-Inclán y Santiago se inicia en 1875, cuando con nueve años empieza a estudiar en el Instituto de Segunda Enseñanza de la capital gallega, aunque finalizaría sus estudios secundarios y de bachillerato en Pontevedra.
Volvería a Santiago diez años después, en 1885, para iniciar la carrera de Derecho. No lo hacía por vocación, sino porque su padre le obligó: de hecho, cuando éste murió en 1890, Valle-Inclán abandonó la carrera sin haber superado el tercer año.
Aunque deja la ciudad en 1890, durante los cinco años que pasó estudiando Derecho también publicó sus primeros trabajos en el semanario satírico Café con gotas y el periódico regionalista El País Gallego.
En las décadas siguientes visita Santiago cuando sus compromisos lo requieren, pero no vuelve a pasar un tiempo considerable en la ciudad hasta 1924, cuando es operado por el doctor Manuel Villar Iglesias de la enfermedad que posteriormente acabaría con su vida: un cáncer de vejiga.
Tras recuperarse, Valle-Inclán continúa con su actividad cultural y política y no regresa a Santiago hasta marzo de 1935, cuando se muda al sanatorio del doctor Villar Iglesias, con su enfermedad ya avanzada y muy debilitado.
Durante el año siguiente fue habitual verle paseando por las calles de Compostela acompañado por sus amistades, comiendo en el Restaurante Asesino o en cafés tertulia como el Café Español, el Savoy o el Derby.
El 5 de enero de 1936 murió en Santiago tras una larga convalecencia y fue enterrado en el Cementerio de Boisaca.
La Alameda
En el Paseo da Ferradura de la Alameda de Santiago se encuentra una de las estatuas más icónicas de Valle-Inclán: la del escritor sentado en un banco con el brazo derecho cruzado sobre el pecho -el izquierdo le fue amputado en 1899 por una herida sufrida en una pelea durante una tertulia- mirando hacia la Catedral de Santiago.
La estatua fue encargada por la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y el Concello y realizada en bronce por el escultor César Lombera.
Años después, en 2014, se grabó frente a un banco cercano un texto de su obra La lámpara maravillosa en el que describe un paisaje inspirado en Santiago: "Rosa mística de piedra, flor románica y tosca, como en el tiempo de las peregrinaciones, conserva una gracia ingenua de viejo latín rimado".
Plaza de Galicia
La Plaza de Galicia también cuenta con una estatua de Valle-Inclán. En concreto, con una creada por el escultor Fernando Blanco y propiedad del Concello de Santiago que había estado durante décadas en el claustro del Museo do Pobo Galego.
En 2013 el consistorio decidió trasladarla a la zona verde en la que sigue a día de hoy, mirando hacia el Café Derby, actualmente cerrado, y recordando su último año de vida: "No vello café Derby pasaba as súas tardes Valle-Inclán no seu derradeiro ano de vida en Compostela".
Parque da Dársena
En el Parque da Dársena, justo sobre la Facultade de Ciencias Económicas e Empresariais, se encuentra la escultura menos conocida de las relativas a Valle-Inclán: el homenaje al esperpento realizado por el sarriano José Díaz Fuentes en 1978.
La escultura muestra diferentes máscaras pétreas que, dependiendo de la perspectiva con la que se observen, parecen estar sonriendo, llorando o gritando.
Cementerio de Boisaca
Ramón María Valle-Inclán yace en el Cementerio de Boisaca, donde cada año recibe el 5 de enero el homenaje de la Fundación Valle-Inclán, la Xunta de Galicia y el Concello de Santiago de Compostela.
En su novela Galicia y Valle-Inclán, Castelao se refería a la muerte y enterramiento de Valle-Inclán en el camposanto compostelano: "Yo sé que Don Ramón ha muerto. He visto su cadáver. Lo he llevado a enterrar. Lo he llevado a hombros, en una tarde lluviosa de invierno. ¡Jamás el cielo de Compostela lloró tanto! Y lo he visto descender a las entrañas de nuestra madre. Desapareció y lo enterramos en un cementerio nuevo y vacío, que ahora está pleno de difuntos".