Aunque a día de hoy no quede ni rastro de ella, el actual barrio de Vite albergó hasta 1971 la que acabaría convirtiéndose en la curtiduría más importante de Galicia: la fábrica de Guadalupe, inaugurada en 1806 y que fue derruida tras 165 años de actividad.
Origen
La curtiduría se construyó a principios del siglo XIX en la parroquia de San Xoán Apóstolo, en una zona conocida como Río da Pena, aunque la fábrica siempre fue conocida como la de Guadalupe debido a su ubicación, justo al lado de la capilla del mismo nombre.
Su impulsor fue Anselmo Cabello, un empresario de Medina de Rioseco (Valladolid) que había llegado años atrás a Santiago y, tras trabajar como dependiente en la casa comercial de Andrés García, se hizo su socio para construir esta fábrica.
La construcción le fue encargada al arquitecto Melchor de Prado y Mariño y, tras su apertura en 1806, fue completada con una muralla que circundaba todo su perímetro.
Andrés García abandonaría rápidamente el proyecto, de tal modo que su único responsable fue Anselmo Cabello hasta su fallecimiento en 1832. Por aquel entonces la fábrica tenía un valor de alrededor de un millón de reales y las suelas de Guadalupe se vendían en Madrid, Sevilla o Cádiz.
La curtiduría fue repartida entre sus seis hijos, pero uno de ellos, José Cabello, fue adquiriendo poco a poco las partes de los demás. En 1841 la fábrica contaba con once empleados, por lo que era la segunda mayor de la ciudad, tan solo por detrás de la de O Carme.
El principal problema que enfrentaba por aquel entonces la fábrica era, más allá de su exposición ante los temporales y la humedad que provocaba en las cortezas almacenadas, la ausencia de un fuente de agua limpia a lo largo del año.
José Cabello se decidió a corregir estos problemas, invirtiendo en compras de agua y de terrenos para convertir la de Guadalupe en la curtiduría más grande y una de las mejor dotadas de Santiago. Estas mejoras, sin embargo, no fueron suficientes para afrontar la crisis que afectó al sector en 1853, año en el que iría a la quiebra y quedaría prácticamente inactiva.
Así, la fábrica salió a subasta pública en 1860 y fue vendida por 216.000 reales al comerciante y fabricante de curtidos Ventura Rivera, quien la pondría de nuevo en marcha y continuaría con las labores de mejoría, comprando también varias carballeiras para garantizar el suministro de corteza.
Los Harguindey
En 1876, tras haber realizado importantes inversiones, Rivera le vende la Guadalupe por 380.000 reales al compostelano Juan Harguindey Broussain, convirtiéndose así en la primera fábrica que poseería este futuro gran empresario del sector.
El empresario había descrito la fábrica como "notable por su extensión, su acertada distribución, la capacidad de sus oficinas y la solidez con la que está construido".
Aunque por aquel entonces el sector pasaba por un momento difícil ante el continuo aumento del coste de las materias primas, el empresario y su hijo, Juan Harguindey Pérez -quien heredaría el negocio-, decidieron ir contracorriente y apostar fuerte por la curtiduría.
Para ello fue adquiriendo otras curtidurías de Santiago, como la de O Carme, en 1885, o la de Lavacolla, en 1893. En 1895, Harguindey Broussain era dueño del 29% del sector en Santiago, mientras que, sumando a sus hermanos, que también tenían otras fábricas, sumaba el 59%.
Al mismo tiempo, Harguindey aprovechó la concentración del sector para abaratar todos los costes e ir introduciendo avances tecnológicos: en 1900 instala en la fábrica una máquina de vapor para mover el molino de corteza, maquinaria para el acabado y una chimenea que, en una ciudad sin demasiado poderío industrial, se convirtió en todo un símbolo de la Guadalupe.
En 1903 sustituiría el vapor por la electricidad, convirtiéndose en una de las primeras fábricas de la comarca en utilizarla con fines industriales. En 1911, tras la muerte de su padre, Juan Arguindey Pérez heredó el negocio, que disfrutó de buenos años durante la Primera Guerra Mundial gracias a la neutralidad de España.
Sin embargo, todas sus inversiones y planes industriales se truncaron con el inicio de la Guerra Civil, cuando la fábrica fue intervenida para servir a pedidos militares.
Así, la fábrica continúa con su labor y, pese al establecimiento de cupos de materias primas y los precios tasados, en 1950, cuando el sector recuperó una actividad similar a la de antes de la guerra, seguía siendo la principal curtiduría de Santiago.
El negocio, que había ido pasando de generación en generación, inicia una última etapa de modernización, mecanizando las tareas de acabado para combinar procedimientos modernos y tradicionales, y se aprovecha del crecimiento de la economía española de aquellos años.
El sector se enfrentaría entonces a una fuerte crisis con la llegada de las suelas de plástico, mucho más baratas que las que podían elaborar en la curtiduría. Aunque la modernización de la Guadalupe le permitió aguantar más que otras competidoras, echó el cierre en 1971.
En sus últimos años convivió con el Burgo de las Naciones y, tras su demolición, dio paso al actual barrio de Vite.
El Grupo Chévere, en el marco del proyecto impulsado por el Centro Dramático Nacional (CDC) "Dramawalker Vite", está buscando personas que trabajasen en la Guadalupe o tengan experiencias relacionas con la fábrica para recopilarlas.