En las paredes de aquel restaurante colgaba un cartel que decía “ Por favor, no hagan fotos” pero resultaba imposible porque se trataba de un local histórico como pocos.
No queda del todo claro pero en algunas publicaciones se dice que fue el primer restaurante de Compostela cuyo origen, eso sí lo sabemos a ciencia cierta, data del año 1873, durante la primera República ya que fue en ese año cuando dos ilusionados y emprendedores jóvenes de O Carballiño, Esperanza González Corral y Bernardo García Valeiras llegaban a Santiago para abrir un local cerca de la antigua estación de Cornes.
Con mucho trabajo pero en poco tiempo comenzaron a tener fama sus tazas de ribeiro y después de cuatro años decidieron mudarse al casco histórico picheleiro en donde no tardaron en superar el reconocimiento de su primer local.
Aunque su idea, en un principio, era continuar solo dando vinos y mantenerse como taberna, la comida que hacía Esperanza para las tapas de acompañamiento estaba tan rica que los clientes fueron quienes les pidieron que diesen servicio de cocina. Así que Bernardo y Esperanza tomaron buena nota de esa petición y comenzaron a servir comidas y cenas en el bajo de la Praza da Universidade, propiedad del marqués de Valladares, en el que estaban instalados y en donde se encontraban también una notaría y una residencia de estudiantes.
Los platos más demandados eran las especialidades de la casa que iban desde la sabrosa carne de ternera asada, la paella, los calamares en su tinta o las almejas a la marinera, sin olvidar terminar siempre con uno de sus postres, como los flanes, el queso con membrillo o la leche frita. Todo esto sucedía en manos de los primeros dueños de este mítico restaurante que después fue traspasándose de forma familiar.
En las mesas de El Asesino se sentaban cada día numerosos estudiantes universitarios, trabajadores de los comercios o entidades bancarias cercanas y muchas figuras reconocidas en la ciudad o importantes rostros del mundo del arte patrio como Ramón María del Valle Inclán, Federico García Lorca o Miguel de Unamuno o Antonio Machado que iban hasta allí intencionadamente para conocer un local repleto de pinturas, objetos y mucha historia.
Entre todas esas anécdotas estaba la que contaba el origen del nombre de la casa de comidas y es que se dice que procede de un suceso a los pocos años de abrir. Cuentan que una cocinera intentaba atrapar a una gallina que había escapado de la cocina y que, cuchillo en mano, salió detrás de ella hasta fuera del local. Los estudiantes que fueron testigos de la escena comenzaron a gritar “ asesino, asesino” y así nacía la leyenda que figuraba en el rótulo del establecimiento abierto en 1877 y que alcanzó su máximo apogeo cuando la cocina estuvo en manos de Maruja Neyra, una mujer muy querida entre su clientela.
Pero después de muchos años y con muchas dificultades para mantener el buen nivel culinario tras el último traspaso en 2006, la cosa se complicó y el restaurante vivió sus horas más bajas hasta que en el 2012 cerraba definitivamente después de 139 años sirviendo comidas y cenas.
Y cerrado y en estado de abandono se encontró durante casi una década hasta que poco antes de la Pandemia comenzaban labores de restauración integral del edificio, en el cual llamaba especialmente la atención su tejado, del que podíamos ver hasta “las tripas”. El confinamiento y la pandemia sanitaria paralizan las obras y el lavado de cara que está acometiendo el actual propietario del inmueble, Antonio Riveiro, actual vicetesorero de la directiva del Casino de Santiago.
Durante todo este 2021 hemos podido ver entre los andamios como, día tras día, el aspecto del inmueble iba mejorando y ahora mismo ya podemos vislumbrar el final de la restauración de la fachada que luce blanca y reluciente y que estrena ventanas. Por el momento las puertas del bajo de ese número 16 se mantienen en el mismo estado pero pronto serán sustituidas ya que la intención del propietario es abrir un espacio de hostelería que recupere el espíritu del Asesino más auténtico.
Ahora que ya se ve la luz al final del túnel, solo queda aguardar para que podamos sentarnos de nuevo a disfrutar de la gastronomía y de las historias que, seguro, llenarán de nuevo esas paredes.