Hubo un tiempo (no tan lejano como parece) en el que no existían los grandes centros comerciales y mucho menos las plataformas de e-commerce. La oferta puede que no fuese tan amplia como la actual pero en los comercios locales había todo lo necesario para hacer feliz a la gente. Sobre todo a los más pequeños, sobre todo en Navidad.
A mediados de diciembre, justo a las puertas del invierno, la ciudad se preparaba emocionada para la llegada de los Reyes Magos. En un lugar que no gozaba de un gran esplendor económico, muchas familias solo se podían permitir regalar en esa fecha; por eso el 6 de enero era tan especial.
Todo Rey necesita un paje y ahí entraban en juego las Jugueterías Bacariza y Naveira, que aunque tenían clientela todo el año, experimentaban su máximo esplendor la primera semana de enero.
Rúa del Villar, 58: Joyería, imprenta y bazar
Si leemos con detenimiento ‘La Casa de la Troya’ (1915), vemos que Lugín escribe: "[…] unos rapaces que cantaban […] recostados en el escaparate de Bacariza […]".
No se refería el autor a la juguetería, sino a uno de los primeros negocios de la familia Bacariza-Naveira: una joyería. Continúa: "[…] Las alhajas, arracadas, pendientes que eran allí mercados y lucidos por las chicas […] tenían un encanto superior, pues eran de Bacariza […]".
En los años 20 esa joyería se convertiría en una imprenta en la cual se imprimieron algunas de las ediciones de las primeras obras en gallego. De esta manera la familia no solo participó en el sector de la joyería, sino también en el movimiento del galeguismo histórico conocido como O Rexurdimento Galego.
Llegados los años 70 la economía necesitaba valerse de un negocio más dinámico y el entonces abogado Manuel Bacariza inaugura un bazar, siendo así precursor del concepto general store. También destaca por ser un visionario del auge económico que podía suponer el Año Santo (mucho antes de que la marca Xacobeo existiese) al ofrecer a los peregrinos souvenirs como conchas de vieira decoradas o botafumeiros de piedra.
Pero… ¿Se podía sostener una economía solo con el tráfico de peregrinos? Definitivamente no. Fue entonces cuando especializó la tienda en un producto que, aunque pasase el tiempo, siempre interesaría a una parte de la sociedad: los juguetes.
La juguetería con la que todos fantaseaban
La primera tienda que abrió Manuel Bacariza Naveira, fue la Juguetería Naveira, cuyo éxito hizo que pronto se abriese a escasos metros la Juguetería Bacariza. La callejuela Entrerúas desembocaba en las enormes cristaleras repletas de juguetes de ambos locales. ¿Acaso hay alguien que no recuerde ensimismarse alguna vez ante aquel paraíso?
El asombro era absoluto y la tentación extrema puesto que al exhibirse los juguetes sin caja y montados no era necesario ni entrar para ver todo el ejército de Geyperman en sus tanques o el interior del Maletín de la Señorita Pepis. Así, cientos de personas se paraban a ojear con deseo todas aquellas muñecas Mariquita Pérez o maquetas de Scalextric.
El Rey Mago más famoso de la ciudad
Durante la época de Navidad, se multiplicaba el número de personas que frecuentaban ambos negocios para hacer sus compras o para inspirarse a la hora de escribir la carta a Sus Majestades.
En aquel momento pocas cosas había más santiaguesas que visitar al impresionante Rey Mago que se alzaba imponente en la puerta de las jugueterías. Además de ilusión, ese Rey desprendía un halo de misterio porque permanecía durante once meses guardado en estado de decapitación (literalmente, puesto que se guardaba sin la cabeza) y solo en diciembre recobraba la vida.
Se podrían contar por miles las cartas que cada diciembre se deslizaban por el cofre que esa figura de cartón piedra tridimensional sostenía. Fue allí dónde se acumularon durante décadas los deseos de las niñas y niños compostelanos esperando a ser cumplidos. De todas esas peticiones escritas, cabe destacar es que se repetían muchísimos juguetes porque de aquella no había una variedad de productos ridículamente infinita.
Había niños pragmáticos y directos que enumeraban en una lista lo que querían; otros le daban un toque poético e incluso rocambolesco, dirigiéndose a Sus Majestades con un grandísimo respeto; tampoco faltaban los más generosos y empáticos, que lejos de pedir algo material, deseaban la paz mundial. Lo cierto es que en esas cartas, a veces indescifrables, se escondía un mundo fantástico.
Y tras ese ilusionante vaivén de supuestos envíos a Oriente, toda la familia Bacariza, junto con Maribel y Chelo, trabajaba sin descanso y con mucho cuidado para no romper la magia, que es fragilísima.
Escaparatismo y almacenaje: los grandes aciertos
De todos los aciertos que tuvo la familia Bacariza, la ya mencionada técnica del escaparatismo y la exposición de grandes muñecos o disfraces fue el primero. La gran capacidad de almacenaje fue el segundo, puesto que así se podía comprar mucho stock que más tarde subirían su precio.
En aquella época los representantes de cada casa comercial se acercaban local por local con catálogos para que cada responsable hiciese su pedido. Había algunos productos que siempre estaban en las comandas porque se anunciaban en televisión y eso aseguraba su venta. Lo fue en su momento, por ejemplo, el proyector Cinexin o los muñecos Madelman.
La mañana de Reyes en una juguetería
Amanecían las casas de Compostela cada seis de enero con juguetes bajo los árboles y todo era felicidad. O casi todo: unos se habían olvidado de comprar pilas para el Ibertren, otros se habían confundido de Nancy…
Ante todas las opciones de error, la familia Bacariza trataba de atender esa procesión de padres y madres que buscaban desesperados una solución a los contratiempos. Era día festivo pero tenían la capacidad de comprensión de lo que puede suponer para un niño ilusionado que su juguete no tenga vida, pues ellos también eran abuelos, padres, hermanos, primos…
El fin del comercio local, la supervivencia de la Navidad
La llegada de las grandes superficies y las compras en un clic hizo que una lenta agonía terminase por arrebatar a las ciudades todo ese elenco de negocios que protagonizaban pequeñas historias cotidianas.
Si la pena de los negocios pequeños fue la llegada de los grandes; la condena de la Navidad son las prisas por crecer. No se da uno cuenta que de la infancia no se sale, te echa el tiempo. Y a ver cómo se vuelve atrás después.
A todos los que hoy se dormirán nerviosos y mañana se despertarán con ilusión… ¡Felices Reyes!