Entre la Avenida Rosalía de Castro y la Avenida de Barcelona de Santiago de Compostela se encuentra una pequeña calle que hasta hace unos años no tenía, a priori, nada especial. Aunque pueda parecer que el protagonismo de esta historia recaerá sobre la propia calle, lo cierto es que el personaje principal es Julio Ferreiro.
Vecino de la zona y prejubilado, Julio contó a Quincemil hace un tiempo que estaba cansado de encontrarse cada día al salir de su casa con una calle triste llena de musgo y humedades. Fue entonces cuando la Rúa da Espiñeira se tornó en lienzo, y más tarde en obra de arte, gracias a la labor de este aficionado al bricolaje y a las manualidades.
En una ciudad en la que casi siempre llueve, los materiales con los que se realiza cualquier obra exterior son clave para que resistan al paso del tiempo. Por ello, Ferreiro eligió los azulejos combinados con trozos de elementos como platos, espejos o jarrones para llevar a cabo la original técnica del trencadís, consistente en el uso decorativo de fragmentos de cerámica en forma de mosaico.
Julio rompe todo este material, lo corta, lo pule y lo pega con cemento y cola dejándose llevar por su propia inspiración e incluso por ideas que los ciudadanos, encantados con este lavado de cara del barrio, le proponen al pasar. De hecho, un vecino de la zona que escribe poesía le dedicó un poema que está grabado en la calle, justo en la plaza.
La Catedral de Santiago o figuras como Rosalía de Castro, Castelao, Frida Kahlo, Las Meninas de Velázquez, las míticas Marías compostelanas… son algunas de las representaciones que podemos encontrarnos en la Calle de la Espiñeira e incluso en sus alrededores: paredes, suelos, bancos, fuentes…
Tras casi cinco años de trabajo constante toda la zona y gran parte de la ciudad no solo conoce a Julio, sino que además lo reconoce como un gran artista. No es para menos, pues ha conseguido hacer de una calle de paso, un destino colorido y feliz por el que siempre vale la pena escaparse a pasear.