El tiempo en Clangor se paró el 12 de octubre de 1990. Se unieron una serie de malas coincidencias que hicieron, de lo que parecía una estupenda noche, una de las peores veladas que se recuerdan en Compostela. El Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive puso una bomba en la discoteca más concurrida por estudiantes compostelanos en la noche previa al festivo del día del Pilar.
La bomba fue colocada por los terroristas Dolores Castro Lama y Xosé Ignacio Villar Regueiro, los cuales fallecieron por la propia explosión. Además, también perdió la vida la estudiante viguesa Mercedes Domínguez, de 26 años, y 49 personas resultaron heridas, entre clientes y empleados del local.
La cronología de una fatídica noche
La discoteca Clangor tenía algo especial, un gran gancho para la juventud que llegaba a estudiar a Santiago. Carlos Jiménez, hoy periodista, en aquel entonces empezaba su carrera de Historia en la capital gallega: "Era un lugar moi diferente onde se empezaba a escoitar música que noutros lugares non había; foi un sitio rompedor".
Allí se pasaba gran parte de la noche, después de tomar un par de vinos o copas por la zona vieja o las galerías próximas al Campus. Para el grupo de Carlos aquella se presentaba como una noche más de tantos jueves universitarios. Como otras muchas, acabaron en Clangor. Aunque solían arribar más tarde, sobre las 3 de la mañana ya se dejaron caer por la Ponte da Rocha, donde se ubicaba la sala.
A pesar de que normalmente se colocaban en la barra, cerca de los altavoces, esa noche la zona estaba ocupada, por lo que fueron hacia la otra punta. No sabían lo afortunados que habían sido por esa coincidencia. En el momento exacto en el que daría un giro la noche, sonaba Manu Chao.
"Daquela sentimos un estourido moi grande, todo se foi a negro e eu lembro un fume moi gris", explica Carlos, que añade que nunca se olvidará de que su entonces novia pensó que se trataba de un efecto que había puesto la discoteca. Pero ella no había visto lo que Carlos: "Pasou diante miña o que era un brazo que ía agarrando aínda un cubata".
Salieron por patas, y por suerte, rápidamente del local. Aunque lo peor todavía estaba por venir. Fuera, un chico se acercó agitado al grupo de Carlos, diciéndoles que no podía escuchar. Previsiblemente, la explosión le habría reventado los tímpanos. "Ti tratabas de tranquilizar á xente ao tempo que tratabas de buscar aos teus compañeiros", cuenta Carlos, ya que, con la explosión, todos los asistentes de la sala habían salido en estampida. "Entón empezamos a xuntarnos e a facer reconto", sigue explicando. Pero faltaba una de sus amigas, Marga, la que hoy por hoy es su mujer.
En esos momentos, mientras se esperaba la llegada de los sanitarios, tanto trabajadores como chavalada empezaron a improvisar para ir actuando. De hecho, se hicieron camillas con las puertas de los baños de la discoteca. "Nunha desas padiolas improvisadas nós vimos saír a unha persoa que ía sen pernas", explica Carlos, "e esa rapaza ía vestida exactamente igual que Marga: vaqueiros gastados, cazadora de coiro e camiseta branca".
Lo cierto es que muchas chicas vestían así entonces y, por suerte, Marga había sido de las primeras en salir y, al no encontrar a su grupo, se había ido asustada al Colegio Mayor a llamar a los hospitales pidiendo información del posible paradero de sus colegas.
"Nin lembro como volvín", relata Carlos, "fomos chegando a contapingas ao Colexio Maior e cada vez que entraba unha persoa era unha emoción". "Aínda se me pon a pel de galiña agora ao pensalo… aquelas apertas, aquelas horas ata que foi chegando toda a xente foron horribles", sentencia el periodista.
Pronto quedó en el olvido
Al día siguiente todos llamaron a sus casas, alertando a sus familias de que habían vivido una explosión, pero que estaban bien. Así lo hicieron los del grupo de Carlos y los otros presentes aquella noche. Quien no pudo hacerlo fue Merchi, Mercedes Domínguez. Siempre tendrá aquellos 26.
"Era unha época de atentados e o terror en Galicia naquel momento era moi grande"
La sociedad santiaguesa y especialmente la comunidad estudiantil en su conjunto quedó conmocionada por lo sucedido. Por ello, se produjeron manifestaciones, apartando cualquier tipo de tolerancia social existente en la comunidad a las actividades de Exército Guerrilheiro. Pero nada fue más allá. Los medios de comunicación gallegos hicieron cierto eco (abandonando el seguimiento al poco tiempo) y el hecho no escaló a los medios nacionales.
Carlos tiene sus onjeturas al respecto: "A miña teoría é que se quixo esconder, ademais, era unha época de atentados e o terror en Galicia naquel momento era moi grande". "Non se sabe moito por que desapareceu radicalmente dos medios de comunicación", sentencia. Es más, la historia de aquella noche solo se recoge en un documental, que se puede ver en la plataforma AGalega, dentro de la serie Historias de Aquí.
De hecho, a día de hoy no se ha esclarecido por qué ocurrió realmente. Las semanas posteriores al hecho se hablaba de que los terroristas no pretendían poner la bomba en Clangor, sino en otra discoteca de Noia, vinculada con el narcotráfico.
Se explica entonces que la bomba estallase en Santiago por error, al dejar los terroristas el explosivo pegado a un altavoz que, con el ruido, detonó. Pero, ¿por qué habrían de bajar la bomba del coche si su objetivo era solo tomar algo y continuar hacia su destino? Otras teorías cuentan que los terroristas pretenderían hacerla explotar cuando el local estuviese cerrado.
Fuera como fuere, lo cierto es que casi 35 años después, todavía se desconoce que una noche así, tan horrible como de película, pudiese haber ocurrido en Compostela. El polvo de aquel 12 de octubre de 1990 sigue hoy rodeando a un caso que ha quedado prácticamente olvidado.