A Coruña acogió hace más de dos siglos, no a uno, sino a dos futuros presidentes de Estados Unidos. Aunque fue algo no escogido más que por la mala suerte de una avería, John Adams, presidente entre 1797 y 1801 y su hijo John Quincy Adams, que se convertiría en el sexto Presidente de los Estados Unidos, pasearon por A Coruña y aprovecharon para hacer incluso algo de turismo.
Corría el mes de diciembre de 1779 cuando Adams, navegaba rumbo a Francia en compañía de su hijo con el objetivo de cumplir con una misión de Estado. Debía llegar a París para ejercer como embajador extraordinario de las colonias alzadas en guerra contra Inglaterra.
El 13 de noviembre de 1779 se habían embarcado en el puerto de Boston en la fragata Le Sensible. La embarcación, con la que había logrado cruzar el océano, sufrió la apertura de una vía de agua que cada vez se fue haciendo más grande.
Tras aguantar varios días, finalmente "el capitán juzgó necesario atracar en el primer puerto que se pudiese encontrar. El día 7 de diciembre, descubrimos felices el Cabo Finisterre, y el día 8 llegamos al impresionante puerto de Ferrol".
Podemos conocer todos los detalles de su experiencia en Galicia gracias a que Adams fue muy aplicado escribiendo su diario y la Massachussets Historical Society muy cuidadosa conservando y transcribiendo sus manuscritos.
Clima templado y buena mesa
"He sido tratado con la mayor de las cortesías y atenciones desde mi llegada a este lugar", relataba Adams en su diario. Durante los días que pasaron en A Coruña y Ferrol, "el clima fue templado y agradable", reconocía el por aquel entonces embajador, acostumbrado a las inclemencias de los inviernos nevados. Pedro Martín Cermeño y Paredes le invitó a cenar en dos ocasiones, aunque no debieron conversar demasiado ya que uno no sabía castellano, y el otro no sabía inglés.
A los coruñeses de la época los describió así: "Los habitantes de ambos sexos tenían el pelo y la tez oscura (…) mujeres y hombres tenían el pelo largo hasta la cintura y a veces incluso hasta las rodillas". "En este poblado marinero, hombres, mujeres y niños iban por la calle con las piernas al aire y los pies descalzos sobre las frías piedras y el barro", relató también.
También habló de la gastronomía: "El pan, las coliflores, las coles, las manzanas, las peras, la carne de vaca, de cerdo y de pollo eran buenas". Lógicamente, también degustó nuestros pescados "excelentes anguilas, sardinas y otras especies; las ostras eran tolerables, pero no iguales a las nuestras en Estados Unidos", dijo.
También criticó que hubiese pocos caballos, y los que había eran "pequeños y miserablemente pobres". Alabó, en cambio, lo frescas que eran verduras, ya que no había heladas. "Los habitantes no necesitaban hacer fuego debido a lo templado del clima".
Lo que escribió de la Torre de Hércules
De aquellas ya debía ser una visita obligada, y Adams se maravilló ante la Torre de Hércules, a la que llamó "Torre de Hierro", y señaló que "no existe constancia o señal de qué parte hay de original en ella, ni tampoco de la nación por la que fue construida. Se conjetura que pudo ser construida por los fenicios", escribió el futuro presidente, que dudaba que la inscripción que atribuía su autoría a los romanos en tiempos de César Augusto fuese verdadera.
"Está construida en piedra y mide 100 pies. El mortero con el que sus piedras fueron cementadas es tan duro como las piedras en sí mismas", relató admirado sobre la "Gran Torre".
Muy observador, también contó que "antiguamente, una magnífica escalera en espiral la rodeaba desde el suelo hasta su punto más alto (…) Pero ahora sus peldaños y barandillas han sido retiradas por completo y las piedras han sido empleadas para pavimentar las calles de A Coruña", escribió Adams advirtiendo de lo irregular de las calzadas en la ciudad que le acogía.
Tras los días de estancia en A Coruña, que incluyeron la Navidad y el Año Nuevo, los estadounidenses decidieron continuar su viaje hasta la capital francesa por tierra. En la ciudad herculina recibieron lo necesario para el largo camino: guías y carruajes, caballos y mulas.
La comitiva pasó una noche en Betanzos, y desde allí prosiguió su camino haciendo paradas en municipios como Villafranca, Ponferrada, Astorga, León, Burgos, Bilbao, San Juan de Luz, para finalmente llegar a París. El futuro de los EE.UU. estaba en juego.