Era un día cualquiera de 1935 en un restaurante, el número 21 Oeste de la calle 52 en Manhattan. Y en la mesa número 30, justo en la esquina, Humprey Bogart apoyaba su mano sobre la mesa, sostenía un cigarrillo entre los dedos y miraba con dulzura a Lauren Bacall. Una fotografía detenida de elegancia calmada y atmósfera determinista. Y es que dentro de ese lugar, una sensación abstracta induce a la elegancia, a transformar el propio comportamiento y el lenguaje, como una cuestión casi fenomenológica.
La arquitectura es también capaz de inducir atmósferas a través del conjunto de conceptos que la estructuran. La luz, la materialidad, la morfología, la composición, son algunos aspectos que provocan a su vez diversas sensaciones asociadas al tacto, al olor, a la memoria o al sonido. La narrativa de estos espacios se puede leer de forma intuitiva, con mayor o menor profundidad según las diferentes sensibilidades.
Esta breve intuición era descrita por Enzo Ferrari, cuando al enfrentarse a una negociación con la empresa Ford, decía que era "una compañía fea que manufacturaba autos feos en una fábrica fea". La puntualización en la que se refiere a la fábrica es precisamente la cuestión atmosférica o fenomenológica, y es que: ¿Un edificio industrial tiene que ser necesariamente una simplificación de lo que popularmente se asocia a ‘lo industrial’? ¿Esta tipología que se considera eminentemente funcional no puede incorporar aspectos tan importantes como la estética o la composición arquitectónica?
Arquitectura industrial y estética
La arquitectura industrial en algunas ocasiones ha sido objeto de encargos arquitectónicos, resultando en obras que han atravesado el tiempo como magníficos testigos de su época. Quizás por el énfasis en la funcionalidad y su relación directa en con la estética, o quizás por la escala de dimensiones monumentales. Muchos de estos edificios se han convertido en iconos de los propios productos que fabricaban.
Hay iconos de la arquitectura como el edificio de Johnson & Johnson (1936-1939) diseñado por Frank Lloyd Wright o la Casa de Chocolates Amatller (1898-1900) en el Paseo de Gracia diseñado por Josep Puig i Cadafalch y que forma parte de muchos de los productos que venden en la actualidad. Otros edificios no tuvieron tanta suerte, y algunos han estado al borde de su derribo a pesar de ser igualmente paradigmas de esta tipología. Éste es el caso de la fábrica Clesa (1957) diseñada por el pontevedrés Alejandro de la Sota, cuyo derribo era inminente en 2015 pero afortunadamente y tras la protección de varias asociaciones de arquitectos y de patrimonio consiguió salvarse.
En A Coruña hay numerosos edificios de carácter industrial que forman parte de este tipo de arquitecturas patrimoniales que en ocasiones, al no aparentar un valor arquitectónico clásico o monumental, no parecen destacar. Este es el caso del concesionario de la SEAT, la fábrica de Coca-cola, el concesionario Citroën (las tres obra de Andrés Fernández-Albalat), la lonja del Gran Sol (1925-1965, obra de los ingenieros Eduardo García de Dios y Félix Calderón Gaztelu) o la Fábrica de Tabacos (1804). La mayor parte del patrimonio industrial de la ciudad fue destruido en favor del progresivo desplazamiento de los usos industriales hacia el perímetro del tejido residencial que entonces reclamaba el espacio que ocupaban estos.
La Imprenta Roel
Una de las piezas de ese patrimonio destruido de la ciudad era la Imprenta Roel. Esta construcción industrial era una una magnífica pieza de arquitectura modernista diseñada por el arquitecto Julio Galán Carvajal. Situada en la confluencia de la avenida Finisterre con el actual paseo de los Puentes, apenas quedan trazas de su antigua ubicación que hoy ocupan un parque y varios edificios de viviendas.
La imprenta Roel fue fundada en 1872 por Manuel Roel al regresar de Cuba. El encargo de esta instalación industrial recayó el el arquitecto Julio Galán Carvajal, uno de los grandes protagonistas de la arquitectura coruñesa, y representante del modernismo en la ciudad. Galán Carvajal, fue arquitecto municipal en la ciudad durante diez años (1901-1910) tras la muerte de Faustino Domínguez Coumes-Gay, etapa en la que tuvo tiempo de realizar proyectos icónicos como la Casa Rey o la Casa Viturro.
La imprenta Roel era una construcción industrial compuesta por nueve naves simples, a dos aguas, unidas entre sí. Construida en ladrillo y con cubierta de teja, se trataba de una edificación de aspecto sencillo pero sólido. Su estructura es aparentemente común a cualquier otra construcción de la misma tipología y, sin embargo, hay un matiz distintivo en esta obra con respecto a otras. Este matiz reside en la mano del arquitecto Julio Galán Carvajal, quien utiliza el lenguaje modernista para diseñar la imprenta.
Las construcciones industriales modernistas eran comunes en Cataluña con ejemplos tan maravillosos como la Colonia Güell, el Vapor Aymerich en Terrassa, las bodegas Codorniu en Sant Sadurni d’Anoia, la Fábrica de Anís del mono en Badalona o la Fábrica Casaramona en Barcelona. Todas estas obras fueron construidas a principios del siglo XX y tienen en común muchos aspectos compositivos y estructurales con la Imprenta Roel. En todos los casos se trata de construcciones de grandes luces, por lo que el ingenio en el diseño estructural se optimiza debido a la tecnología disponible en la época, precaria a ojos actuales con respecto a las necesidades de un espacio así.
Por otra parte, la materialidad de la obra, el ladrillo, muestra un acabado sin revestir, sin añadidos estéticos que revistan a la obra de una imagen monumental, lo que ocurriría si se utilizase la piedra, el estuco o cualquier revoco coloreado. Estas obras industriales muestran honestamente su estética compositiva a través del material. Sin embargo, el encuentro entre planos se resuelve con elementos característicos del lenguaje modernista.
Los huecos, las cornisas, los encuentros con los forjados y el terreno son puntos sensibles en términos constructivos, y la arquitectura proporciona una serie de soluciones que permiten resolver estos encuentros con éxito. En construcciones industriales como la imprenta Roel, el lenguaje modernista proporciona soluciones singulares y dignas para encuentros que no pueden ocultarse tras revestimientos monumentalistas, sino que han de ser coherentes a la lógica del ladrillo. Arquitectura honesta, desprovista de excesos, pero con una narrativa contextualizada en su época al margen de tipologías.
La imprenta Roel es un ejemplo de construcción industrial de lenguaje modernista, sobre una estructura modesta y habitual. Tristemente desaparecida, esta pieza arquitectónica constituía junto con muchas otras construcciones del conjunto industrial coruñés, un elemento esencial para la definición del tejido industrial modernista tan espectacular con el que contaba la ciudad. Pocas son las trazas de estas añoradas construcciones que hoy constituirían un patrimonio singular, en el caso de A Coruña además formarían parte del tejido urbano actual, en convivencia con la domesticidad metropolitana y el patrimonio de la ciudad.
La imprenta que se había construido en 1872 fue ampliada hasta 1910, y contaba con 98 trabajadores. El trabajo dentro de esta instalación industrial permaneció ininterrumpido hasta 1971 cuando se cerró con 48 empleados. Incluso durante el periodo comprendido entre 1936 y 1939, en plena guerra la imprenta se mantuvo activa imprimiendo incluso billetes y sellos. La empresa contaba además, con un comercio en la Calle Real (con trasera a la Calle Galera). En el recuerdo popular permanece Matildita y su familia, guardeses de la finca y la imprenta hasta 1971, un tiempo después un incendio devastó la instalación dejando un conjunto de ruinas tristes al borde la avenida Finisterre.
Cómo hacer rico a un ciudadano en un día
De la imprenta Roel salían composiciones en papel de todo tipo, algunas delicadas y ricas, otras quizás más simples, pero en cualquier caso, es una tipología industrial en la que el edificio puede suponer una buena influencia. El diseño como disciplina compositiva y narrativa trasciende ciertas fronteras, aquellas palabras que Enzo Ferrari dejaba escapar sobre el lugar que Ford elegía el lugar para fabricar sus automóviles. De forma inmaterial existe una simbiosis entre el lugar en el que diseñar, componer y producir determinados objetos y los objetos en sí. Hay lugares que tienen la capacidad de alterar el comportamiento de las personas a través de su percepción, hay lugares que tienen esa clase de atmósfera especial. Hay lugares que simplemente son fenomenológicos. O lo fueron.
Gastón Bachelard decía que "tal vez sea bueno que conservemos algunos sueños sobre una casa que habitaremos más tarde, siempre más tarde, tan tarde que no tendremos tiempo de realizarlos", una forma de enfocar ese recuerdo onírico como un aprendizaje para el futuro. La imprenta Roel, desaparecida, como tantas otras piezas fundamentales del tejido industrial coruñés, forman parte de esos sueños de futuros ciertamente inciertos, y que sucumben al crecimiento urbano o al abandono ajenos a la sensibilidad y cercano a las costumbres. Y es que ‘la costumbre es la gran guía de la vida humana’ decía el escéptico David Hume. Afortunadamente cuando no es así, el tejido absorbe hermosas piezas arquitectónicas, las adapta, las cuida y las disfruta creando una atmósfera capaz de transformar a cualquier ciudadano en inmensamente rico, al sentirse propietario del patrimonio de su ciudad.