Hay un fenómeno entre la idea de juventud y la de vejez que las convierte en dicotomía. El personaje que interpreta el actor Harvey Keitel en la película La Juventud de Paolo Sorrentino dice ‘‘Cuando eres joven, todo te parece muy cerca. Ese es el futuro. Y ahora…eso es lo que ves cuando eres viejo. Todo parece muy lejano, eso es el pasado". Lo curioso es que a pesar de un empeño profundo de la condición humana por enfrentar ambos términos, la realidad es que están obligados a entenderse. Su convivencia no es ninguna especie de construcción abstracta, sino que se hace verdad al volver la mirada sobre la ciudad. Tampoco es ninguna sorpresa.
La arquitectura transita en un filo delicado entre la memoria y la vanguardia, casi siempre en una posición turbulenta y polémica. La acción o la inacción son motivo de crítica, pero el diseño de una pieza arquitectónica más escorada hacia la memoria o hacia la modernidad también lo son. La crítica parece ser la conclusión final de una obra de arquitectura, una amalgama de comentarios transversales desde las opiniones fundadas en argumentos técnicos a las más populares. La presencia arquitectónica es siempre objeto de conversación, sea esta una crítica, una opinión, un diálogo o un juicio. Lo paradójico es que también lo es su ausencia.
Un edificio en la Plaza de Lugo
El contexto es un aspecto esencial para una obra de arquitectura. Y aunque obvio, es la lectura de ese contexto con el paso del tiempo, la que produce sorpresa o malentendidos. La plaza de Lugo es hoy un lugar en el que prima la función comercial hibridada con el ocio. Asentada sobre ese uso contemporáneo esconde una cierta complejidad comprender las diferentes transformaciones que la ciudad ha operado sobre el tejido y que ha tenido como consecuencia operaciones de reforma interior en fragmentos muy pequeños de ciudad. Es el paso del tiempo el que provoca el contraste y el crítico diálogo entre lo antiguo y lo moderno.
El entorno de la plaza de Lugo ha sufrido muchos cambios, el más directo la propia plaza que ha mutado de morfología, tipología y estructura varias veces. Si bien su trama urbana ha permanecido inmutable, debido a la existencia de un plan de ensanche que introdujo ciertas rigideces urbanas que de forma positiva se convirtieron en apoyos esenciales para del desarrollo de la ciudad, las manzanas han cambiado mucho internamente. La voluntad de los ensanches decimonónicos o peridecimonónicos, es la de higienizar la ciudad para eliminar la infravivienda, garantizar un espacio público sano y condiciones de ventilación y soleamiento básicas. Pero como muchas acciones que tienen lugar desde la administración o las instituciones, no se constituyen únicamente en acción sino que ha de hacerse visible, para producir una concienciación social respecto del problema, y así contar con el compromiso ciudadano. La higienización de la ciudad de Chicago contó con un cambio de uniforme de los trabajadores del servicio de limpieza, comenzaron a vestir de blanco impoluto, para así mostrar a la población que la gran metrópolis no sólo estaba limpia sino que "se veía limpia". En Europa el desarrollo de los ensanches llevaba asociada una componente fachadista, no sólo por la inclusión de huecos de mayor tamaño para facilitar el soleamiento y la ventilación, sino por la voluntad de embellecer y limpiar la imagen de la ciudad. Una limpieza que primaba el lenguaje modernista sobre la identidad del lugar, de ahí la imagen de afrancesada o secesionista de algunas obras, aunque pronto se combinaron con el lenguaje local a través de un eclecticismo regionalista. Sea como fuere, esa vocación de edificio-muro decimonónica, crearía una homogeneidad repetitiva de fachadas con ornamento. Y así fue…más o menos, que las fachadas modernistas se mezclaron con las más modestas de carácter regionalista. Pero los tiempos avanzaban y el modernismo, e incluso el regionalismo dejaron de ser símbolos de modernidad, y muchas parcelas mudaron sus edificios. En ocasiones las razones se debían al estado del edificio, cuya hermosa fachada no hacía sospechar que el interior se volvía peligrosamente inhabitable, en otras simplemente respondían a motivaciones económicas o cambios de uso. La historia del crecimiento urbano a través del tiempo es en realidad la de la transformación constante.
El número 2 de la Calle Betanzos
Hay una parcela girada 180º. Quizás ese es el resumen de un análisis a primera vista del edificio situado en el número 2 de la calle Betanzos. Al menos al contemplar una imagen antigua y una contemporánea. Pero es que antes existía allí otro edificio con una morfología diferente, lo cual proporcionaba una volumetría diferente.
Aunque el colegio Marista de A Coruña había comenzado su labor en 1916, es en la década de los años veinte cuando se coloca en la parcela próxima a la plaza de Lugo, situada en la calle Betanzos. El proyecto fue encargado por el hermano Josepf Amarin (Josepf Chanute) y el hermano Bernard (Joaquín Saguer Callís) al arquietcto coruñés Leoncio Bescansa.
Leoncio Bescansa (1879 – 1957 ) es uno de los arquitectos esenciales en la historia de la ciudad, de hecho al igual que otros como Santiago Rey Pedreira, Juan de Ciórraga o Andrés Fernández-Albalat, no se entendería la arquitectura de A Coruña sin él. Bescansa es autor de obras que se convirtieron en emblemas como las Escuelas Labaca (1912), el Teatro Linares Rivas (1919), Banco de A Courña (1923), Casa Torres (1925), Clínica Labaca (1927), el Diente de oro (1926-1928). La escuela Labaca fue, inmediatamente a su construcción una obra muy valorada, quizás por es por esta razón que Bescansa parece la persona más adecuada para desarrollar el encargo del Colegio Marista, debido a su experiencia en arquitectura docente. Esta tipología arquitectónica es muy compleja, no sólo en términos de uso, sino también estructurales puesto que la carga a soportar por el edificio es intensa y alterna. Los aspectos funcionales estaban envueltos, al igual que el resto de la trama urbana en la que se incrustaba, de la doctrina higienista que buscaba desarrollar edificios más sanos y habitables.
Un edificio de Leoncio Bescansa
Becansa proyecto un edificio en forma de U. A través de esta geometría obtiene no sólo un esquema funcional clásico en el que los niños tienen un espacio al aire libre en el centro del edificio, donde pueden estar en todo momento bajo el control y cuidado de los docentes, sino un esquema muy higienista. Al acoplar una U a la parcela, las aulas se pueden situar a ambos lados de un pasillo garantizando la iluminación natural de todas ellas, pero también la ventilación cruzada, un aspecto esencial para romper la transmisión de muchas enfermedades infecciosas. El edificio comenzó a construirse en 1924, y aunque el edificio aún no se había terminado al completo, el primer curso habitó el edificio en 1926-1927.
El edificio diseñado y construido por Bescansa, constaba de cuatro plantas y bajo. La fachada contaba con ventanas de grandes dimensiones, y una decoración somera de carácter ecléctico basada en el resalte de cornisas y contrafuertes planos adornados con capiteles jónicos. Las esquinas libres se achaflanan, para hacerlas más presentes en la trama urbana y completar como lo hacían las vecinas Casa Ameixeiras o edificio Escariz las esquinas del ensanche. En lugar de curvar las esquinas como era común en edificio residenciales en este caso se rigidizan como en el los edificios institucionales, alguno muy cercano como el Palacio de Justicia proyectado por Ricardo Boán y Callejas con Julio galán Carbajal entre 1909 y 1928.
Colegios que se convierten en hospitales
El colegio permanece en uso desde 1926 hasta la década de los setenta salvo por un breve periodo de tiempo. Entre 1932 y 1941 el gobierno obliga al pago de un alquiler al colegio, que entonces se traslada a otra ubicación. Al primer traslado a la Academia Galicia, siguen otros como el chalet en la calle Lombardero nº16, con una situación muy complicada que los docentes y la dirección consiguen sacar adelante. Entre 1941 y 1944, el colegio vuelve a esta ubicación con el nombre de Cristo Rey tras la intervención del gobierno. Durante ese tiempo que no tuvo uso como colegio fue utilizado como hospital en el periodo 1936-1939, correspondiente a la Guerra Civil ocasionada por el golpe de estado militar. La recurrencia a utilizar edificios educativos decimonónicos como hospitales temporales en tiempos de guerra era algo habitual. En primer lugar porque muchas escuelas no funcionaban como tal durante la guerra y en segundo lugar por sus espacios de grandes dimensiones con condiciones excelentes de ventilación. Algo similar ocurrió también con el Colegio Curros Enríquez situado en el Campo de Marte. Si bien ambos edificios son diferentes en volumetría, son muy cercanos en conceptos. Y ambos retomaron el uso escolar tras la guerra, antes o después.
En la década de los setenta el colegio se traslada a su ubicación actual en Eirís, a un edificio construido entre 1974 y 1975, siguiendo la planimetría de otro reconocido arquitecto gallego, Alejandro de la Sota (Pontevedra,1913- Madrid, 1966). Aunque el edificio actual se encuentra muy modificado respecto del proyecto de Sota, debido a las sucesivas adaptaciones curriculares. El polideportivo (1984) es obra del arquitecto coruñés José Manuel Rey Pichel. Ambos son ex-alumnos de colegios Maristas (aunque en diferentes ciudades), y en el caso de Sota, este hecho supuso una influencia importante para su dedicación a la arquitectura como relata su hijo José de la Sota Rius: "Como ya he dicho, mi padre tocaba el piano y lo tocó desde niño aunque de forma irregular. Posiblemente le hubiera gustado ser pianista y tenía dotes para ello pero cuando iba a terminar el bachillerato y a decidirse su futuro, su padre y el director del colegio de los Maristas donde estudiaba pensaron que, dibujando bien y sin tener problemas con las matemáticas, lo lógico era que estudiase para arquitecto" (Diario de Pontevedra, 14 de Abril de 2018). El traslado se concluye en 1976, y la parcela situada cerca de la plaza de Lugo se vende, transformándose en un edificio de viviendas.
Frente a la U del colegio marista, se dispone la U del edificio de viviendas actual, que ha de responder a las condiciones de las ordenanzas. En muchos planes urbanísticos se prohíbe el patio en fachada, para preservar la homogeneidad de las fachadas en las manzanas, de hecho se regulan los retranqueos y salientes por razones similares. Los movimientos del plano de fachada pueden crear zonas de sombra con la consecuente deficiencia de iluminación tanto en las viviendas como en la propia acera. El edificio nuevo, deja el patio hacia el interior, consiguiendo así una mejor distribución para el uso de vivienda, ya que hay más superficie de fachada, así que no se trata sólo de una cuestión de forma, sino de uso. El patio funciona mejor hacia el interior, sobre todo con mayor altura. Pero al mirar esta transformación desde la altura da la sensación de que el edificio simplemente se ha volteado 180º.
Reflexión urbana, aprendizaje y autocrítica
La mirada adelante y hacia atrás produce un cierto espacio para la reflexión ansiosa. La mirada lejana de lo ocurrido y la cercana sobre el futuro, quizás porque lo segundo es esa responsabilidad adquirida por el mero hecho de existir, parafraseando a Jorge Martínez de los Ilegales quien dice que "todos al nacer contraemos la obligación de morir". Para la arquitectura la palabra morir tiene un carácter poético, no mundano. Puede decirse que el edificio se acaba cuando no hay vida que lo habite, o que un derribo lo sume en el olvido. Pero ninguna de estas hipótesis es lineal o real, sino que la "carcasa" del edificio vuelve llenarse de vida si se le da un nuevo uso, al igual que la memoria de ciertos edificios permanece, bien en el ambiente como polvo que flota en el aire o bien como traza en la trama urbana.
Hay edificios que desaparecen, y dan paso a otros más modernos, añadiendo argumentario positivo o negativo al delicado equilibrio entre tradición y modernidad, entre vejez y juventud. Debate, opinión, crisis y juicio son consecuencias directas de cada transformación urbana sea cual sea su naturaleza. Paradojas y ruido necesario para enriquecer y mejorar el hábitat de la ciudad, pero que se diluyen al adquirir perspectiva. La distancia sobre la ciudad desarticula dicotomías, paradojas… y reduce algunos problemas al absurdo, el debate arquitectónico se despoja entonces de opiniones costumbristas para verse enriquecido del signo de los tiempos y el aprendizaje consolidado. La ciudad en sí no toma decisiones de forma unilateral, la vida de la ciudad son sus ciudadanos y es quien habita el lugar el que determina cómo ha de ser. Algo que Quevedo enunciaba en El Buscón con el sarcasmo que le caracterizaba: "Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres" La ciudad no muda de lugar, pero puede hacerlo con su vida y costumbres. Existe la posibilidad de que la arquitectura sea inmortal.