Hay secretos que la arquitectura oculta de forma no deliberada. Historias que de hecho se encuentran en primer plano, pero que pasan desapercibidas al ojo de forma intrigante. Un “efecto Rosebud”, similar al planteado por Orson Welles en Ciudadano Kane (1946).
Perdida en la isla de Amorgos, en medio del Mediterráneo, la Villa Mache permanece oculta a los ojos de la arquitectura popular. Esconde su planteamiento introvertido y lujosamente sobrio de carácter mediterráneo al igual que la mano de Iannis Xenakis (1922-2001. Ingeniero civil y compositor musical autor de la casa). La mano de Xenakis y su universo entre lo musical y lo constructivo se oculta en las obras más importantes en las que participa: el Convento de Santa María de la Tourette (Le Corbusier, 1953) y el Pabellón Phillips (Le Corbusier en la expo de Bruselas 1958). La presencia de Xenakis en la obra en comparación con la de Le Corbusier, puede parecer una ensoñación especulativa. Nada en su atmósfera pone de manifiesto la vibración de Xenakis hasta que, en uno de los pasillos de la Tourette, pasando la mano por los marcos de las ventanas con una suave presión o golpeo estos emiten una melodía reconocible. Xenakis era también compositor musical.
La arquitectura de la ciudad lleva asociada siempre secretos y ocultaciones que son en realidad historias ostensibles. Siempre en primer plano, pero siempre eludidas.
La construcción del Palacio de los Deportes
En 1968 comenzó la construcción de un edificio con mucha presencia en A Coruña. Una posición privilegiada y muy visible que oculta dentro de sí un alarde estructural de referencias muy cuidadas, y que hermana, de alguna forma esta obra con piezas arquitectónicas de gran relevancia internacional. El encargo del Palacio de los deportes se produce en 1961, para el que se realiza un anteproyecto que se detiene en sucesivas ocasiones hasta que se entrega la documentación definitiva en 1967.
El Palacio de los Deportes de Riazor es una obra de arquitectura e ingeniería en la que se utiliza una morfología innovadora. Santiago Rey Pedreira (1902-1977) autor del proyecto que desarrollaría en colaboración con el Ingeniero de Caminos José Antonio López-Jamar y la empresa adjudicataria de la obra (Dragados Intecsa). La idea de una pieza tan singular, nace en parte de la admiración de Rey Pedreira (entonces arquitecto municipal) por la obra del arquitecto alemán Frei Otto (1925-2015). Otto había fundado en 1964 el Institut für leichte Flächentragwerke (Instituto de estructuras ligeras, IL), un centro para la investigación estructural y la optimización de los materiales. Los trabajos realizados por este centro eran publicados de forma periódica, y distribuidos por Europa a través, en parte, de congresos y reuniones. Las publicaciones del IL, de altísima calidad, se popularizaron entre los arquitectos como compendios de artículos y construcciones experimentales de los mejores investigadores del mundo.
Rey Pedreira refirió años después, en un artículo para la revista arquitectura (núm. 146 Febrero de 1971. Referenciado por Juan Mario García Arroyo en su artículo “Arquitectura olvidada: se cumplen 50 años del Palacio de Deportes de La Coruña), la descripción de una tipología de cubierta recogida por Frei Otto en su publicación “Cubiertas Colgantes”. Esta tipología es analizada por Otto a través del Dorton Arena (Raleigh, NC. EEUU) de Maciej Nowicki (1910-1950) desarrollado por los ingenieros Severud, Elstad y Kreuger tras el repentino fallecimiento del arquitecto en un accidente de avión.
El Palacio de los Deportes de Riazor presenta un diseño muy similar al Dorton Arena. Su diseño estructural, de manera simplificada, podría definirse como una composición de dos arcos que se intersecan en ambos extremos, y de los que “cuelga” la cubierta. En un análisis más pormenorizado, la obra es un desafío de una gran complejidad, en primer lugar, no se trata de arcos regulares, si no que son arcos de trazado parabólico (de forma que su esfuerzo estructural se optimiza conforme al comportamiento natural de la estructura) cuya intersección se produce a la altura del suelo. En segundo lugar, sobre estos arcos se disponen treinta y dos ménsulas de 18m desde las que se descuelgan los cables que tejen la cubierta. Rey Pedreira describe el apoyo de la cubierta de la siguiente forma:
“La estructura de hormigón armado, para quedar visto, exigió un cuidadoso replanteo y selección de los encofrados y porque toda ella resulta deducida de los dos arcos parabólicos de relinga, contenidos en dos planos inclinados, realizándose por tramos de diez metros colgados cada tramo del extremo de dos ménsulas independientemente, para cerrar luego sus separaciones, postensando cada arco desde los muros contrafuertes” (Santiago Rey Pedreira. Revista arquitectura. núm. 146 Febrero de 1971).
El “tejido” de la cubierta es una superficie anticlástica (popularmente conocida como paraboloide hiperbólico o silla de montar).
Este tipo de superficie permite espesores muy pequeños, ya que los materiales se optimizan al máximo respondiendo de forma directa al esfuerzo al que están sometidos. Para conseguir la resistencia máxima de esta superficie es necesario tensar esta membrana en el momento de la colocación, pero también una segunda vez previa al hormigonado como describe Rey Pedreira en la memoria del proyecto publicada en la revista Arquitectura:
“Para la cubierta colgada de los arcos de ‘relinga’ se emplearon cables de acero especiales, formando en retícula octogonal la red suspendida. De estos cables se colgaron, una vez tensados, las tablas en madera de pino rojo tratadas con aceite de linaza en la que se apoyaron piezas prefabricadas de hormigón celular, tensándose de nuevo los cables para proceder al hormigonado total de los espacios correspondientes a las tablas”. (Santiago Rey Pedreira. Revista arquitectura. núm. 146 Febrero de 1971)
La elegancia de la estructura
El diseño de los elementos estructurales es de una elegancia singular, y delicada en cuanto a los esfuerzos estructurales a los que se encuentran sometidos. Rey Pedreira puntualizaba que la correcta ejecución de cada una de las etapas del proceso de colocación de la estructura fue posible sólo gracias a la presencia constante en obra de un aparejador y un topógrafo de la empresa constructora, quienes supervisaron la precisión de cada uno de los pasos y revisaron la idoneidad y cumplimiento de los materiales. Por ejemplo, se buscaba dotar de textura al hormigón, para lo que se buscó que la tabla del encofrado se marcase ligeramente en el hormigón. Debido a la inclinación de las piezas y a ese objetivo, el encofrado hubo de ser ejecutado con tablas de no más de 2m de alto y supervisado minuciosamente para asegurar el resultado buscado. Las instalaciones de ventilación fueron también objeto de un profundo estudio, respondiendo a estándares muy superiores a los requeridos en la época. Exteriormente la volumetría del edificio es muy característica, quedando la piel de su envolvente como un aspecto secundario, en el que sin embargo destaca el minucioso zócalo de pizarra aparejada para proteger el contacto con el terreno.
Juan Mario García Arroyo explica detalladamente en su artículo sobre la construcción del Palacio de los Deportes mencionado con anterioridad (Arquitectura olvidada: se cumplen 50 años del Palacio de Deportes de La Coruña) no sólo la puesta en obra si no el complicadísimo desencofrado de esta superficie. La complejidad estructural del mismo, necesitó de asesoramiento del Instituto Torroja, algo que García Arroyo relata casi en clave cinematográfica: “El día del desencofrado estábamos al teléfono narrando a López-Jamar y al Instituto Torroja cómo íbamos sacando centímetro a centímetro la arena del cajón hasta llegar a los 10 cm inicialmente previstos. Paramos el ritmo y, siguiendo instrucciones, continuamos sacando arena más despacio: 11,… 12,… 13,… 14,… 15 cm. ¡Hay que continuar! 16,… 17,… 18,… 19,… 20. ¡Se ha movido! ¡La cimbra se ha desprendido! ¡Vamos a esperar a ver qué pasa…!”
El desencofrado de la cimbra era crítico debido a la flecha que podría producirse, estimada entre 10 y 11cm según los cálculos de López-Jamar. El proceso constructivo finalizó con éxito, y tanto el proyecto arquitectónico como la estructura específicamente, respondieron a las previsiones. Durante el proceso de obra, se realizaron muchos procedimientos de carácter experimental, como refiere García Arroyo, ya que no sólo se trataba de una obra muy singular, sino que, a pesar de conocer experiencias previas en otros lugares, cada caso particular podía responder de forma diferente en función de las variables propias del lugar, los materiales, la puesta en obra. Una cubierta indudablemente única que cubre una luz de 73,60m x 38m, un desafío constructivo y un hito estructural para la ciudad. Recientemente, en 2011 el edificio fue remodelado para subsanar alguna pequeña patología derivada del paso del tiempo, provocando cambios sustanciales en la estética de la envolvente, que incorpora ahora espejos.
50 años del Palacio de los deportes
El pabellón fue inaugurado el 1 de agosto de 1970, con un partido de hockey en el que la selección española compitió contra una selección internacional formada por un combinado de diferentes nacionalidades. En 1972 y 1988 fue sede del Mundial de Hockey sobre patines, en 2018 albergó el Campeonato Europeo de hockey sobre patines. Pero además de hockey, este centro deportivo ha sido utilizado como cancha de baloncesto, esgrima, boxeo y otras competiciones deportivas que se puedan adaptar a las dimensiones del recinto. Rodeando la pista central, pavimentada en parqué (material adecuado para la práctica deportiva de deportes como hockey, baloncesto o balonmano) se dispuso una pista de atletismo de cuatro calles. Dentro del programa funcional del edificio se incluyen tres gimnasios y nueve vestuarios. El graderío cuenta con un aforo de 4425 espectadores.
El Palacio de los Deportes de Riazor refleja en sus vidrios espejados la bahía de Orzán, quizás la forma territorial más reconocible de la ciudad. Un reflejo que destaca y desmaterializa su presencia a partes iguales. Desapercibida en su posición frente a la playa, y en el cierre de la ciudad deportiva, a pesar de su volumen rotundo y su historia de éxito frente al desafío estructural, es una pieza casi olvidada.
El Palacio de los deportes es un secreto a la vista. Una pieza única de la vanguardia estructural que ya ha cumplido más de 50 años. Hay algo de olvido en algunas vanguardias. Como decía el arquitecto José Miguel de Prada Poole recientemente fallecido (1938-2021) con respecto a la optimización estructural: “yo no digo eso de menos es más. Yo digo: ni más, ni menos, lo justo”. Aunque en las antípodas constructivas de Prada Poole, este pabellón responde a ese mismo criterio conceptual: no es ni más, ni menos de lo que podía ser…sino exactamente lo justo. Una estructura admirable, un desafío oculto, que seguramente pase desapercibido, como un elemento más del escenario urbano, en cientos selfies que se toman sobre el perfil de la bahía coruñesa.