El centro de Cálculo de Abanca de A Coruña, postmodernidad en PoCoMaCo
El actual edificio de Abanca (originalmente Caixa Galicia) en el polígono de PoCoMaCo, es una obra del arquitecto Andrés Fernández-Albalat. Una pieza única que transforma la modernidad en postmodernidad a partir de conceptos como la nueva materialidad y los espacios fluidos
29 septiembre, 2021 06:00La película ‘2001: Space Odyssey’ (Stanley Kubrik, 1968) recoge en su guion afirmaciones sorprendentes que permiten desarrollar una narrativa completa a través de cada una de ellas. Inquietantes, sorprendentes e inspiradoras, las escenas se suceden mostrando una arquitectura atmosférica que, junto con la música es aquello que se queda entalingado en la memoria gráfica del espectador. Las elecciones escenográficas de Kubrik muestran una cultura arquitectónica excelente, en la que pueden descubrirse con cierta facilidad nombres de profesionales muy notables como Frank Lloyd Wright, Chamberlin, Powell & Bon, Superestudio, James Stirling, John Nash, Norman Foster o Louis Kahn. No es que en sus películas aparezcan obras de estos arquitectos, sino que de alguna u otra forma pueden reconocerse espacios referenciales o lenguajes comunes.
Pero la casa Skybreak del Team 4 (Norman Foster, Wendy Cheesman, Richard Rogers y Sue Brumwell), sí se convierte en protagonista cinematográfico siendo el escenario vanguardista de una de las escenas en La Naranja Mecánica (1975). De alguna forma, se adopta la vanguardia arquitectónica como el estilo de los futuros distópicos. Algo que se encuentra latente en otras películas como La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976), Blade Runner (Ridley Scott, 1982) o Brazil (Terry Gilliam, 1985), en las que la arquitectura tiene tal peso narrativo que la construcción de sus escenarios (habitualmente maquetas muy detalladas) han sido meritorios de documentales y numerosas publicaciones. No todo es ciencia ficción: “Recordad, por favor que esta es sólo una obra de ficción. La verdad, como siempre será mucho más extraordinaria” (2001: Space Odyssey). Si el cine refleja de forma deformante o desmesurada una arquitectura visionaria, la realidad está forjando un nuevo camino que rompe de manera definitiva con el movimiento moderno transformándose en algo completamente diferente.
“Por ello me considero miembro de una generación que debe ser ecléctica, cosa que ningún arquitecto moderno hubiera nunca aceptado. Alguien como Gropius o Mies van der Rohe jamás se habría considerado a sí mismo arquitecto ecléctico, sino arquitecto revolucionario. Ellos vivieron en un período revolucionario, pero ahora no estamos en un período revolucionario sino en un momento de evolución.” James Stirling
La arquitectura que comienza a diseñarse para compañías innovadoras como IBM o centros vanguardias como el Centro Nacional de arte y cultura George Pompidou (a cargo de Norman Foster y Piano+Rogers, respectivamente), es la realidad construida de esa ficción latente, del futuro que se aproxima a una velocidad inédita gracias a la aceleración de la tecnología.
En A Coruña, la modernidad había llegado de la mano de Andrés Fernández-Albalat y su primera obra icónica en la ciudad: la fábrica de Coca-Cola, a la que seguiría el concesionario de SEAT o la Hípica. La distancia de la vanguardia que se aproxima al postmodernismo llega a Coruña a través de la traducción lingüística del contexto español que aún se encuentra bajo la opresión de la dictadura o, unos años después, arrastra las secuelas de aquella. La vanguardia española entre la que se encuentran nombres como Alejandro de la Sota (1913-1996), Ramón Vázquez Molezún (1922-1993), José Antonio Corrales (1921-2010), Miguel Fisac (1913-2006), Francisco Javier Sáenz de Oiza (1918-2000) o José Antonio Coderch (1913-1984), produce obras visionarias, pero en pocos casos cinematográficas en términos de escenografía. El camino de la vanguardia española se arraiga a la necesidad de adaptación a la escasez de recursos económicos, materiales, culturales y expresivos, y lo hace de manera extraordinaria definiendo una identidad propia. A mediados de los setenta, la arquitectura española comienza a ser más expresiva al desprenderse de las limitaciones y poder así, abrirse a Europa y EEUU.
En A Coruña, la obra de Andrés Fernández-Albalat muy vinculada en sus inicios a la modernidad californiana de Richard Neutra es una de las que marca las formas de la vanguardia. El Centro de Cálculo para CaixaGalicia (1975-1983) define el cambio de ritmo y la apertura que camina desde la modernidad española hacia el postmodernismo abierto que mira a Europa.
Situado en el polígono de PoCoMaCo, el programa del centro mezcla el previsible uso para oficinas y almacenes con el entonces moderno espacio para las máquinas contemporáneas: los ordenadores. Las obras se inician en 1979, y el conjunto se elabora en dos etapas, iniciándose la segunda en 1983. El conjunto del edificio es muy compacto y opaco al exterior, y rigurosamente ordenado al interior.
El Centro de Cálculo, aunque muy alterado en la actualidad, estaba construido mediante un cerramiento de paneles de poliéster reforzado con doble capa de fibra de vidrio, con aislamiento térmico intermedio a base de poliestireno expandido, que se dispone sobre la estructura de hormigón volcada hacia el interior. Este cerramiento y su modulación está concebida y especialmente diseñada por Fernández-Albalat, manifestando su condición plástica a través de la curvatura en las aristas.
La tipología estructural utilizada en el primer bloque, prima la concepción de un espacio lo más diáfano posible para albergar los ordenadores, de manera que las comunicaciones verticales y los servicios se llevan al perímetro. En el segundo bloque la disposición es lineal. Está íntegramente construida en hormigón armado visto.
El espacio interior definido por Fernández-Albalat crea una atmósfera tranquila y notablemente acogedora en el que es, en realidad, un edificio casi industrial. El espacio central del edificio es innovador, al tiempo que continúa la investigación y experiencia personal del arquitecto por la iluminación cenital y la inclusión de la vegetación como herramientas para crear un lugar elegantemente cómodo. La vegetación y la luz caen desde las plantas superiores creando una directriz vertical que desahoga el espacio.
El segundo bloque. De carácter lineal culmina y profundiza en este aspecto mediante una triple bóveda de cañón que actúa como cubierta. Introduce también una modificación conceptual en esta pieza, alterando el cerramiento mediante la introducción de una fachada longitudinal acristalada. Aunque este tipo de soluciones generase problemas en el momento de su construcción que el arquitecto solucionó de manera eficiente: “Con el cristal tuve algunos problemas en la cubierta, ya que todas las placas se ponían superpuestas solapando bordes con una junta elástica intermedia. Sucedió que empezó a entrar agua, ya que la capilaridad hacía que se metiera cuesta arriba en el material elástico y hubo que sellarlo, porque vidrio contra vidrio tampoco se podía colocar.”
El discurso creado por esta obra de Fernández-Albalat se acerca conceptualmente a las propuestas de James Stirling (especialmente el Pabellón-librería de Venecia o el Leicester University Engineering Building), de Norman Foster (entre los que destacarían las oficinas IBM). El carácter innovador de su cerramiento puede estudiarse en paralelo con la Zip-up House de Richard Rogers o la Hauer King House de Future Systems.
El carácter cuasi-industrial del edificio obliga al arquitecto a prestar una atención especial a las instalaciones: “Debe evitarse el daño que puede producirse en los ordenadores por un corte de suministro eléctrico. Para ello se dispone de grupo electrógeno y un equipo de continuidad, que cubre el instante que tarda en entrar el grupo, para eliminar incluso ese microcorte. Antes se hacía con un volante de inercia que giraba permanentemente; ahora con un conjunto de baterías y unos alternadores. La climatización se sirve también del grupo electrógeno: climatizadores, torre de refrigeración, aljibe para suplir pérdidas, bombas, etc.”
Fernández-Albalat describe el conjunto de ambos bloques como una arquitectura naval fruto de la combinación de estructura y metal, junto con materiales prefabricados innovadores como el poliéster. Pero al mismo tiempo retira la frialdad de esta concepción mediante la creación de un espacio definido por él como fluido, bien iluminado con vegetación y en definitiva, alegre.
Las derivas arquitectónicas de la postmodernidad resultan tan libres, tanto que en ocasiones no es posible definirlas de otra forma que sorprendentes. En Aprendiendo de Las Vegas (Denise Scott-Brown y Robert Venturi, 1972) o en Vida y muerte de las grandes ciudades (Jane Jacobs, 1961), publicaciones que anticipan el futuro de las ciudades que caminan hacia la postmodernidad, las nuevas teorías perfilan un horizonte abierto empujados por el contexto de liberado de la ‘normalización’ de la década de los cincuenta.
Es complicado a veces comprender este tipo de arquitecturas y sin embargo, al experimentarlas aparecen numerosas sensaciones que construyen un edificio de aspecto único. O en otras palabras "Es raro inevitablemente porque es único. Eso no lo hace complicado. Sin embargo, que no sea complicado no lo hace comprensible y el hecho de que sea incomprensible no lo hace particularmente raro" Rodrigo Cortés.