El Banco de España de A Coruña: un icono de la calle Juana de Vega
El Banco de España de A Coruña es un edificio de presencia singular. Su lenguaje, escala y materialidad le dotan de un carácter monumental que sitúa al edificio en una jerarquía urbana muy diferente a su entorno
17 noviembre, 2021 06:00Las ciudades, desde el aire, parecen todas una mancha homogénea e informe. El tejido urbano es indistinguible, y difícil de enfocar. De hecho la forma de determinar el lugar, se produce a través de los hitos topográficos como ríos, montañas o el mar. Poco a poco aparecen las grandes infraestructuras como autopistas, grandes avenidas y algún que otro edificio de gran escala como los estadios de fútbol o las naves industriales.
“¿Quiere usted presentar a un hombre que está de pie tras una mesa? Pues bien, cuanto más se acerca uno a este hombre, más necesario será elevar la mesa, si se desea conservarla en la imagen.” Alfred Hitchcock en ‘El cine según Hitchcock’ de François Truffaut.
Monumentalidad arquitectónica
La monumentalidad es un adjetivo propio de algunas arquitecturas, y resulta sencillo discriminar entre aquellos edificios que son monumentos y aquellos que no lo son. En apariencia, porque al mirar la ciudad desde su óptica orgánica, es decir, como cuerpo vivo construido por sus habitantes, la percepción se modifica y se subjetiva. A menudo, edificios como los estadios de fútbol adquieren o disuelven su monumentalidad, sin ser por definición monumentos urbanos. Es el lenguaje propio de la ciudad como organismo la que da nombre a los monumentos, los traslada o los transforma.
“Monumentalidad viene del verbo latino ‘monere’, ‘recordar’ pero también ‘advertir’, que significa algo, no sólo sirve para preservar la memoria o el conocimiento de un evento individual, sino que también sirve para advertir o recordar con respeto los futuros eventos. ¿Puede la expresión de la monumentalidad contemporánea ser así?” Lewis Mumford
La monumentalidad puede estar presente en el proyecto desde su origen, y de esta forma, proyectar una imagen que se interpreta de forma objetiva como hito urbano. Pero también puede suceder que, debido a algún evento, un elemento urbano se convierta en un símbolo social, creando percepción y memoria que con el paso del tiempo terminan transformándolo en monumento. A veces, el carácter monumental de un elemento urbano no se acota de forma adecuada, y puede llegar a convertirse en una caricatura de su propia voluntad, suscitando la crítica ciudadana y el abandono marginal de su entorno.
En la ciudad, siempre se puede percibir el contraste monumental de algún edificio o tejido urbano. Incluso en aquellas cuyo carácter monumental crea casi una saturación próxima al síndrome de Stendhal como Roma o Florencia, se puede establecer una clasificación subjetiva en la interpretación de los edificios. Este efecto lingüístico de la arquitectura suele convertirse en herramienta jerárquica al servicio de los diferentes organismos de poder que operan en cada momento histórico de la ciudad desde las órdenes religiosas a gobiernos pasando por sedes empresariales o asociaciones ciudadanas. Cada una estableció un lenguaje para su monumentalidad, aunque aspectos como la escala y la materialidad son elementos compositivos fundamentales.
El Banco de España de A Coruña
El Banco de España, como organización económica nacional, es una de esas instituciones que utiliza el monumentalismo como herramienta de singularización urbanística. El 3 de Marzo de 1891 se inaugura en Madrid la sede del banco, obra de los arquitectos Eduardo Adaro y Severiano Sáinz de la Lastra. La institución había sido creada en 1856 como fusión del Banco de Isabel II y el Banco de San Fernando, ubicándose provisionalmente en el edificio de los Cinco Gremios Mayores. Esta fusión y traslado a una nueva sede implica una reforma estructural de la red de bancos. Para ello, el banco designa al arquitecto José Astiz como encargado de desarrollar los proyectos de las diferentes sedes.
La sede del Banco de España en A Coruña, es en realidad una obra compleja ya que no sólo se trata de un edificio que utiliza la monumentalidad para singularizarse, sino que ocupa un espacio vaciado voluntariamente tras el derribo de las murallas barrocas de la Pescadería. La sustitución de órdenes jerárquicos en la estructura urbana es casi irónica: la representación del poder económico se sitúa sobre las ruinas del poder militar representado por las antiguas murallas de la ciudad. Tras el derribo de las murallas, la calle Juana de Vega se convierte en el prólogo del ensanche y transición hacia la ciudad moderna. Un espacio de oportunidad para crear un fragmento urbano que combine equipamientos, viviendas y zonas verdes.
Una de estas parcelas vacías creadas al borde de la calle Juana de Vega, es la que ocupa el Banco de España. Su posición exenta es deliberada para enfatizar el carácter monumental del edificio. El lenguaje del edificio es grave, rígido de carácter neoclásico, aunque incorporando elementos eclécticos que lo acercan a una imagen escurialense, e incluso de inspiración francesa próxima a Etiénne Louis Boullée.
Pero el proyecto de Astiz aunque define el edificio, se adapta a la ciudad a través de la dirección de Pedro Mariño, Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés. Este proceso provocó la dilatación de su construcción de 1922 a 1934, ya que el proyecto original volvió a redibujar. De hecho, la propuesta que ente 1926 y 1927 realiza el equipo coruñés, plantea la construcción de una bóveda acristalada del espacio central del edificio. De haberse realizado el proyecto de Mariño, Tenreiro y Estellés, el Banco de España de a Coruña no podría ocultar el ser visto como un Reichstag (tras la reforma de Norman Foster) en miniatura.
La austeridad del edificio, superpuesta al volumen de proporciones compactas, es una estrategia más para conseguir un carácter monumental. Sobre esta estructura de morfología simple, se organiza el lenguaje a través de una jerarquía que también reproduce la tipología del palacio fortificado tradicional: basamento fuste y coronación. El basamento está compuesto por un despiece predominantemente horizontal, con un leve abullonado al estilo del Palacio Piti (Florencia). De este basamento arranca un fuste compuesto por apilastrados de orden dórico. Y huecos muy regulares que reducen su tamaño conforme avanza la altura, rematados con pequeñas cornisas y un frontón en la apertura central. La coronación del edificio se resuelve mediante una cornisa que se proyecta hacia el exterior marcando con frontones los cuerpos extremos, confiriéndoles un aspecto de torreón.
La materialidad, uno de los aspectos fundamentales de la monumentalidad junto con el lenguaje y la escala, es en este caso excepcional. La fachada muestra el sillarejo de piedra de los muros de carga, y hacia el interior la madera y la forja utilizadas son de primera calidad. Todos los pequeños detalles que conforman la imagen final del edificio van dirigidos a crear una singularidad urbana. En 1934, Romualdo de Madariaga realizó un proyecto de reforma para consolidar la seguridad del edificio.
“Los monumentos son iconos humanos, que los hombres han creado como símbolos de sus ideales, para sus objetivos, y para sus acciones” J.L. Sert, F.Léger, S.Giedion, ‘Nine points on monumentality’, 1943. Harvard Architecture Review.
El enfoque urbano y sus monumentos
El enfoque de la ciudad es, al estilo de Hitchcock, un movimiento sutil del escenario para elevar unos edificios sobre otros. La monumentalidad es el resultado del movimiento orgánico que se produce en el soporte urbano a través de la historia de sus ciudadanos. Dentro de ella operan elementos arquitectónicos esenciales como el lenguaje, la escala y la materialidad, que se moldean hasta definir la pieza que se ajusta a las aspiraciones morfológicas de la propuesta urbana. Y aunque en la ciudad contemporánea la monumentalidad parezca extinta, en realidad siempre está latente como explica Giuseppe Pagano: “Aquel que cree en esta monumentalidad se encuentra irremediablemente al margen de la realidad de la vida y de la historia (…) Los arquitectos modernos combaten esta absurda manía, no en virtud de haber tomado partido contra la monumentalidad sino precisamente porque creen en una posibilidad monumental que no estriba en el empleo de formas arqueológicas sino en algo que es forma y espíritu a un tiempo, idea y representación viva de esta idea, expresión máxima de actividad artística y no producto de laboratorio calcográfico.”
La monumentalidad es la expresión de una idea en un determinado contexto histórico a través de la arquitectura. Su presencia quizás no se encuentra en el análisis urbano, si no en la interpretación del que observa la arquitectura.