A veces resulta complicado explicar algunas expresiones cotidianas. La evolución del lenguaje deja en su camino frases hechas que a una persona no familiarizada con las costumbres del lugar le pueden sorprender porque no parecen encajar con nada. ‘Colgar el teléfono’ o ‘Tirar de la cadena’ no proporcionan una descripción explícita de la acción actual, si no de un gesto que tiene que ver con un dispositivo antiguo que o bien ya no existe, o se tiende a su abandono en favor de tecnologías más optimizadas. En cualquier caso, lo sorprendente de esta situación es intentar explicar el por qué el uso de algo tan descontextualizado con tanta naturalidad.
El contexto parece facilitar la comprensión, de alguna manera sosiega la inquietud frente a una situación o un lugar desconocido. En una primera mirada de un lugar, casi como un barrido de cámara, se recoge la información detallada y suficiente, por ello cuando algo extraño aparece se produce una parada y una pregunta.
De la misma forma que algunas expresiones son merecedoras de una explicación a quien desconoce el contexto, algunas arquitecturas necesitan algunas palabras. Es extraño encontrar el altar de Pérgamo o las puertas de Ishtar en Berlín, casi tanto como descubrir las puertas de Persépolis o la fachada del Partenón en Londres, o algunos templos egipcios en lugares tan improbables como Central Park o en las cercanías del parque del Oeste en Madrid.
Pequeñas sorpresas que responden a un robo o a un regalo, pero que en cualquier caso se suelen acompañar de una breve explicación, real o ligeramente adornada. Estas piezas adquieren un valor especial, tanto que el edificio más antiguo de Manhattan no es otro que el templo de Dendur (donado por el gobierno egipcio en agradecimiento a la ayuda recibida en la construcción de la Presa de Asuán. Regalo que también recibieron Italia, España y Países Bajos). Pero aún hay un paso más. La sorpresa de una pieza trasladada a un lugar cuya identidad y cultura no se corresponde con el contexto, es comprensible tras unas breves aclaraciones, sin embargo, como decía el dibujo de Goya “el sueño de la razón produce monstruos” (grabado 43 ‘Los caprichos’ Francisco de Goya, 1799).
Arquitectura ‘out of context’
En el mundo occidental del dieciocho la conexión con lugares percibidos como exóticos crea una corriente romántica y revisionista que busca trasladar el nuevo mundo al viejo para dotarlo de sorpresa, riqueza y emoción. Pero las interpretaciones…son abiertas. Así aparece una copia del templo de Dendur en Richmond (Virginia, 1845), un templo oriental (así definido en su momento) en Brighton (Inglaterra, 1823) o, más recientemente, una pirámide en pleno centro de Las Vegas de proporciones similares a la Gran Pirámide de Giza (Nevada, 1993).
Pero las traslaciones arquitectónicas no tienen que estar tan alejadas conceptualmente. El Walhalla (Regensburg, Alemania. Leo von Klenze, 1830-1842) constituye la recreación de un templo griego a orillas del Danubio, o el extraño collage delirante de Luis II de Baviera: el castillo de Neuschwanstein (Alemania, 1869). ¿Y si la traslación no es conceptual? ¿y si es un movimiento físico de un emplazamiento a otro?
Muchos edificios han sido trasladados a lo largo de la historia, especialmente si estos tenían un cierto valor patrimonial. La mayor parte de estos movimientos fueron motivados por la creación de infraestructuras como pantanos o carreteras. En la ciudad, los movimientos de edificios tienen que ver con puntos de inflexión, es decir, con cambios sustanciales en el tejido urbano poniendo el objetivo en el futuro urbano. En A Coruña hay un ejemplo de este tipo de estrategia, la iglesia de San Francisco, que fue trasladada al Paseo de los Puentes desde la ciudad antigua consolidada. Aunque no siempre las estrategias funcionan.
Un lugar de reunión para los feligreses
El crecimiento de A Coruña durante la década de los sesenta y setenta se acelera de manera unívoca. Este hecho comporta la expansión del tejido residencial y por lo tanto la adecuación de la infraestructura junto con la incorporación de nuevos equipamientos de toda índole para dar servicio a la comunidad de vecinos. En el actual barrio de Cuatro Caminos, la expansión incluyó dotar a esa área de diversos servicios y equipamientos como parques, plazas o centros deportivos y también de una iglesia. El templo no era fruto de este desarrollismo, si no que respondía a un debate previo que había comenzado en la década de los años cuarenta.
La iglesia de San Pedro de Mezonzo existía desde la década de los años treinta, siendo su párroco José Toubes, que es quien impulsa la construcción el nuevo templo religioso. Toubes que se hace cargo de la parroquia en los años treinta, considera necesaria la construcción de un templo de mayor tamaño ya que el espacio no era suficiente para los 26500 feligreses con los que contaba entonces. Para ello constituye una comisión con sus feligreses durante la década de los cuarenta para buscar la forma de conseguir un nuevo templo.
El proyecto se encarga a Antonio Tenreiro, un profesional que, desde la perspectiva contemporánea parece muy fácil de explicar, ya que era el arquitecto del edificio del Banco Pastor (1922-1925), del Cine Savoy (1930) o de la Casilla-Biblioteca “Menéndez Pidal (1933), pero además fue arquitecto municipal en la década de los treinta hasta el estallido del Guerra Civil tras el golpe de estado franquista. La guerra complica la posición de Tenreiro que era militante republicano y aunque el cónsul francés le ofrece asilo en el país vecino dado que su mujer era de nacionalidad francesa, éste decide quedarse en A Coruña. Esta decisión motiva su cese como arquitecto municipal, es expedientado y purgado profesionalmente. El peligro inminente, ya que su cuñado había sido fusilado en los primeros meses de la guerra, pero el apoyo de las familia Pastor y Barrié de la Maza le sirven como mecanismo de reactivación profesional por lo que la Junta Superior de Depuración le impone en 1942 una condena limitada a seis años sin ejercicio profesional. Por esta razón varios proyectos de esta etapa se encuentran únicamente firmados por su socio Peregrín Estellés.
Una idea inesperada
Durante este pequeño prólogo en el que la vida personal y la actividad profesional de Tenreiro definen su futuro profesional, el arquitecto realiza la propuesta del nuevo templo religioso en Cuatro Caminos. Quizás buscando suavizar su imagen, mediante la proyección de un estilo personal del gusto del régimen franquista, acepta el encargo en solitario. Tenreiro desarrolla un proyecto minucioso y detallado pero sobre el comienza a proyectarse una extraña sombra.
"Se habla de trasladar a La Coruña, para la nueva parroquia de San Pedro de Mezonzo, la fachada de Monfero, de gran efecto ornamental. Quedaría triste la montaña". Ramón Otero Pedrayo 1954
“El ministro de Gobernación, Don Blas Pérez González, acompañado del alcalde, ha visitado las obras de construcción de la capilla de San Pedro de Mezonzo, futura capilla coruñesa que se construye por la Dirección General de las Regiones Devastadas y en la que será reutilizado, por iniciativa del caudillo, la fachada del monasterio de Monfero, actualmente en estado ruinoso” (La Vanguardia española, 1954)
El rumor de trasladar la fachada de Monfero “respondía a un deseo- como relataba el ministro de la gobernación de aquel momento, Blas Pérez González- del caudillo”. La idea era la de mover piedra a piedra la fachada del monasterio que entonces se encontraba en un estado ruinoso, y disponerla en A Coruña como imagen de la iglesia de San Pedro de Mezonzo. El informe de análisis de la fachada fue realizado por el arquitecto Francisco Pons-Sorolla y Arnau (1917-2011).
El proyecto de Tenreiro queda así oculto bajo la sombría intención de traslado de una sección del monasterio. Este había desarrollado un proyecto muy trabajado, estudiando con detalle los templos metodistas norteamericanos, piezas arquitectónicas organizativamente excepcionales, sobrias y muy funcionales. Es precisamente el esfuerzo de una sobriedad mezclada con una cierta monumentalidad art-dèco, la propuesta con la que Tenreiro busca acercarse a los postulados estéticos del movimiento franquista. A pesar de este gesto honesto y esforzado de un arquitecto vanguardista hacia la conciliación con la estética castrense y monumentalista buscada por el franquismo, no es suficiente. Los criterios estéticos impuestos durante la dictadura franquista tienen como modelo el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (1563-1584) y por extensión la obra de Juan de Herrera (1530-1587) y Francisco de Mora (1553-1610), que desarrollan un neoclasicismo monumentalista con pequeños gestos identitarios arraigados en la cultura española más conservadora.
El proyecto de Tenreiro
Tenreiro dibujaba una planta casi con forma de cruz griega, así como una torre descentrada. El lenguaje art-dèco introducía una vibración en el volumen sólido y monumentalista que proporcionaba la escala del templo por definición urbana. Se disponían arcos en los accesos, con un guiño cultural al gótico español ya que estos eran ojivales e incluían vidrieras. La propuesta no prosperó, pero tampoco lo hizo la idea de trasladar la fachada del monasterio de Monfero. La oposición de algunos intelectuales como Ramón Otero Pedrayo, Isaac Díaz Pardo, Luis Seoane y Ángel Castillo, se sumó al rechazo de los vecinos de Monfero creando una cierta oposición, además los costes de esta idea eran altísimos, que concluyó con la desestimación de la idea, como menciona Carla Fernández Martínez en su investigación “Mudarse o desaparecer. Las propuestas de traslado de las iglesias de Santa María de Monfero y Santa María de Montederramo en Galicia”
A pesar de las propuestas e intenciones para la construcción del nuevo templo, la parroquia no contaba con presupuesto, ya que, en virtud de un decreto de 1868, la ciudad contaría únicamente con cinco parroquias con dotación económica. Así que el proyecto se paraliza hasta la década de los sesenta. Pero el arquitecto ya no será Tenreiro, sino Francisco Echenique Gómez.
La iglesia diseñada por Francisco Echenique
Echenique, proyecta un templo clásico y al gusto del estilo arquitectónico de la dictadura franquista. Utiliza un lenguaje similar al del arquitecto Pedro Muguruza (1893-1952),el arquitecto Luis Gutiérrez Soto (1900-1977) o el escultor Juan de Ávalos (1911-2006), aunque no con tanta eficacia.
La iglesia presenta una estructura sencilla, con planta de cruz latina. Su posición urbana no permite una integración esponjada como en los tempos religiosos tradicionales, que por su carácter histórico cuentan con este contexto. La fachada del edificio es precisamente su rasgo más característico, una composición simétrica flanqueada con dos torres y un paño central. Tanto las torres como el cuerpo central se organizan en torno a un módulo repetitivo, un rectángulo de proporción cercana al cuadrado que recuerda a la fachada del monasterio de Monfero. Quizás un guiño a su historia precedente, o simplemente un ornamento pobre y austero. Las torres, así como el cuerpo central tienen una composición simple, sin apenas recursos ornamentales o materiales notables. La estructura, de hormigón, es reconocible desde el exterior, pero a pesar del uso de estos materiales innovadores el resultado no es vanguardista, como sucedió en el templo de la resurrección en el Barrio de las Flores, contemporáneo a él.
La construcción de la iglesia finaliza en 1964. Sus dimensiones, holgadas (60x30m) lo sitúan entre los templos religiosos más grandes de la ciudad. En la fecha de su finalización, la percepción urbana del templo era muy diferente a la actual, ya que el tejido residencial no estaba consolidado y por lo tanto no se encontraba tan próximo al templo. Tampoco se había construido aún la infraestructura correspondiente al acceso a la ciudad: la avenida de Alfonso Molina. De esta forma, la iglesia se constituía como un hito singular, exento y fondo perspectivo del área próxima al espacio público de Cuatro Caminos.
Interiormente la iglesia incluye algunos acabados en mármol y madera, así como vidrieras y grupos escultóricos desarrollados por José Luis Sánchez Fernández (1926-2018) colaborador habitual de arquitectos modernos como Fisac, Carvajal o Fernández del Amo, Antonio Martínez Penella (1917-2008) escultor que desarrolló la decoración (fundamentalmente pétrea) de numerosas iglesias durante el franquismo, José Espinós Alonso (1917-1969) escultor centrado en obras de hierro y latón y autor de piezas centrales en el Valle de los caídos, y Victoriano Pardo Galindo (1918-1999) pintor de temática religiosa. La cúpula de la iglesia aparece como el elemento central que ilumina la nave, proporcionando una cierta oxigenación al espacio interior.
Contextos y sorpresas
El contexto urbano es el organismo que da las claves para comprender, en muchas ocasiones, una obra. La iglesia de San Pedro de Mezonzo es una pieza exenta, integrada en la ciudad. Sobria y de percepción más volumétrica que ornamental, está consagrada a Pedro de Mezonzo, religioso originario de Curtis (930-1003) que llegaría a ser obispo de Iría Flavia-Santiago de Compostela.
Mientras tanto el Monasterio de Monfero mantiene su ubicación… y su fachada y tras un plan de restauración propuesto en 1993 por el arquitecto Jacobo Rodríguez-Losada está actualmente en proceso de rehabilitación a cargo de los arquitectos Patricia Sabín y Enrique Blanco, un proyecto dilatado en el tiempo, complejo y delicado que proporcionará un futuro magnífico al conjunto monástico.
Dos historias independientes y paralelas que se cruzan, pero que finalmente se asientan en sus respectivos contextos sin aparente necesidad de explicación. Ninguna, salvo un pequeño prólogo, el proyecto de Tenreiro que hubiese definido una obra vanguardista pero contenida.
La ciudad perdió la oportunidad de contar con un templo dibujado por Tenreiro, arquitecto coruñés consolidado, en favor de una obra más sobria sí, pero fruto de unas circunstancias concretas que finalmente encajaron en su contexto urbano.
Una pieza que encaja en su lugar, forma parte del contexto y produce un efecto tranquilizador que hace que el tejido urbano se mantenga en un estado de reposo neutro. No hay sorpresa: no hay un templo vanguardista y de firma coruñesa diseñado por Tenreiro, pero tampoco la fachada de un Monasterio extraída del lugar al que pertenece, hay un templo religioso que encaja con sobriedad en el contexto urbano.