El número 3 de la avenida de la Habana de A Coruña: una casa de biografía intensa
La arquitectura ecléctica es siempre la envolvente de una arquitectura especial, sobre todo si se trata de una vivienda unifamiliar. Eduardo Rodríguez-Losada proyecta esta vivienda para Luis Cornide en un entorno que conoce bien, la ciudad jardín coruñesa
2 marzo, 2022 06:00A veces la arquitectura permite encontrar la dimensión exacta de la vida. La cualidad de permanencia de esta sobre la volatilidad limitada del ser humano, la convierte siempre en testigo y referente. Esas pequeñas marcas que se quedan atadas al hilo de la historia no serían más que pequeñas gotas de información, datos neutros e inconexos que adquieren dimensión cuando se rodean del contexto. La falsa sensación de inmortalidad del ser humano al mirar la historia próxima, le posiciona en una neutralidad sin emociones, en la que cualquier evento parece posible, sólo será cuestión de tiempo. Es una mirada descriptiva. Pero no es imperturbable. A la descripción la acompañan algunas pequeñas grietas a través de las cuales, como decía Leonard Cohen entra la luz.
“La vida de cada hombre termina de la misma manera. Solo los detalles de cómo vivió y cómo murió distinguen a un hombre de otro”. Ernest Hemingway
Los detalles aportan luz a la forma en la que se desarrolla una historia, pero también crean imágenes inolvidables y simbólicas que son capaces de condensar la historia en su interior. La historia del fotoperiodismo recoge con acierto esas instantáneas, y con el paso del tiempo de los documentales se extraen fragmentos que terminan convirtiéndose en breves fotografías en movimiento. Todas estas piezas se envuelven de una cierta atmósfera artística que la memoria de la sociedad convierte en pequeños símbolos descriptivos de su historia, pero con un ligero matiz, dotados ahora de la emoción que provoca la presencia de vida.
Hemingway resumía, a veces con excesiva sencillez, los aspectos más complejos de la vida. Es fácil imaginar su voz y su actitud mientras expresaba sus opiniones, incluso es posible dibujarle un vaso de ron en la mano, pero estas palabras no tendrían sentido si no hubiese un interlocutor frente a él. Quizás este fuese Rafael Buch Brage, con el que solía compartir copas en el Hotel La Florida de Madrid: “Allí venía también el Señor Morán…exiliado en Cuba por ser republicano español… y mantenía gran amistad con Hemingway, y conmigo, rememorando sucesos y anécdotas de la Guerra Civil Española”. Rafael Buch
Un personaje tan polifacético que resulta complejo trasladar su retrato de forma simplificada. Bruch, estaba vinculado a A Coruña, aunque había nacido en Nueva York, su padrastro era Luis Cornide (1884-1946) académico, abogado, empresario y político, un personaje destacado de la sociedad coruñesa de principios de siglo.
Pero describir biografías o analizar citas no constituiría un ejercicio de inmersión capaz de proporcionar una percepción emocional de una pieza arquitectónica, quizás sea necesario incorporar un pequeño detalle, y es que Cornide era el propietario de la Casa situada en el número 3 del Paseo de la Habana proyectada y construida por el arquitecto Eduardo Rodríguez-Losada. Vecina de Villa Molina, esta vivienda es un icono de la Ciudad Jardín coruñesa. Esta colonia urbana se puede entender, desde un punto de vista exclusivamente ocioso, como un catálogo arquitectónico de viviendas unifamiliares de principios de siglo en el ámbito urbano.
Una colonia y una casa
Rodríguez-Losada integra a través de los proyectos que realiza dentro de ciudad jardín dos escalas del ejercicio arquitectónico, porque él es el arquitecto redactor del plan de Ciudad Jardín. Al intervenir con pequeñas piezas, Rodríguez Losada tiene en mente la estructura y organización completa de la nueva colonia. La Ciudad-Jardín coruñesa, desarrollada desde las corrientes higienistas, dista en cierto modo de los postulados idealistas de Ebenezer Howard en términos formales, pero sí presenta un paradigma urbano innovador.
Entre 1920 y 1921 se constituye la Sociedad Coruñesa de Urbanización, que pone en marcha la realización de un proyecto urbano sobre una parcela que originalmente se perfilaba como parque público integrado dentro del plan de ensanche. En 1924, el plan de ciudad jardín ya incorporaba la definición arquitectónica de las parcelas y sus condicionantes urbanísticos. Esta estructura iba a ser una colonia fundamentalmente residencial, lo que no impidió la incorporación de numerosos equipamientos. El plan definía inicialmente una tipología específica de vivienda, con modelos de planta cuadrada de tres tipos 7×7, 8×8 y 9x9m formando un volumen de bajo, primera planta y bajocubierta.
La estética propuesta para las viviendas se ve influida por las corrientes higienistas europeas, pero también por la búsqueda de un lenguaje estético propio para la vivienda unifamiliar, alejado del regionalismo que, en aquel momento, se oponía a la definición de modernidad. El lenguaje arquitectónico, aunque parece una apreciación casi caprichosa por parte del promotor, es en realidad un factor distintivo de carácter cultural en el que se opone el estilo modernista, secesionista o ecléctico como lenguajes de la modernidad y la prosperidad, al regionalismo que se asociaba al localismo y la pobreza. En la actualidad la disociación entre lenguaje arquitectónico y clasismo y la revalorización del regionalismo, impide captar algunos matices de ese contraste.
El número 3 de la avenida de la Habana es una vivienda de lenguaje ecléctico. Frente a Villa Molina, de estilo secesión, esta casa construida apenas dos años después, no sólo se separa de la volumetría compacta a dos aguas sino que introduce un lenguaje menos contenido. Rodríguez-Losada es coherente con su propia forma de concebir la arquitectura, sea cual sea su tipología: vivienda unifamiliar, edificio de viviendas colectivo o equipamiento. Resulta curioso, sin embargo, cómo al aplicar una forma personal de entender la arquitectura a la vivienda doméstica, esta se transforma en un objeto especial e incorpora a veces un carácter lúdico.
El eclecticismo dibuja una esfera de posibilidades lingüísticas muy amplia y flexible. El edificio se estructura en tres alturas, de la que emerge un torreón. Aunque el aspecto actual se ha modificado ligeramente con respecto al alzado original, mantiene sus elementos característicos. El eclecticismo, a pesar de su libertad lingüística, se ve influido por las corrientes europeas más destacadas como el estilo secesión o el Beaux Arts. En este caso, la obra es un volumen de planteamiento neoclásico que perfila formas muy claras, sin resaltes sobre el que se superpone una ornamentación afrancesada casi Beaux Arts.
Este ejercicio de revestimiento, es una forma de dotar de identidad a un volumen en apariencia neutro. Así lo hizo el estudio de arquitectura Janes & Leo cuando entre 1900 y 1902 construyeron en Manhattan The Dorlinton, un edificio odiado y amado a partes iguales a lo largo de la historia. Definido por Andrew Dolkart como “el edificio de apartamentos más extravagante de Nueva York”, hoy en día es considerado una obra fundamental del patrimonio de la ciudad.
La percepción de la arquitectura varía tanto con el tiempo, que el eclecticismo es visto hoy en día como un estilo consolidado despegado de la mirada espantada con la que en ocasiones reaccionaba sus contemporáneos. En caso del número 3 del paseo de la Habana, el impacto vanguardista inicial, algo que ya había anticipado Villa Molina, está ahora integrado dentro de la identidad propia de una colonia urbana.
Una envolvente ecléctica
La casa presenta una fachada sencilla, con un orden de huecos regular y estricto. Cada uno de estos huecos es adornado con diferentes elementos para cada uno de ellos: guirnalda, cornisa y frontón. El frontón se reserva para el hueco central y las guirnaldas para el hueco de mayor tamaño. Así mismo, el bloque central se convierte en un espacio acristalado que crea una terraza con balaustrada. Este refuerza su transparencia por contraste, mediante la adhesión de columnas rematadas con capiteles clásicos. El acceso a la pieza central se produce mediante un tramo de escalera (aunque en el proyecto original se definían dos) rematado con la misma balaustrada que la terraza.
El volumen principal de la casa se remata mediante una cornisa, como si esta culminase la parte superior del edificio sin tener en cuenta el torreón. La cornisa, fija así un límite a partir del cual el torreón-mirador emerge como una pieza accesoria creando una percepción escultórica. Rodríguez-Losada acentúa este carácter distintivo del torreón mediante su ornamentación convirtiéndolo en identidad de la casa. Esta pieza de planta cuadrada incorpora huecos más pequeños y rematados con arco superior. El recercado de los huecos y el remate con capiteles clásicos relaciona gramaticalmente el torreón con el resto de la casa. Además incorpora un segundo saliente, un pseudo-torreón que da hacia el jardín y que es menos visible desde la fachada principal.
El programa de la casa es sencillo, pero incluía estancias específicas a petición de su cliente como una biblioteca. Si bien, inicialmente se planteaba una tipología concreta en ciudad jardín sin una clase social asignada, el programa de algunas viviendas como esta o villa Molina exceden esas pretensiones enmarcándolas dentro un programa propio de una clase burguesa. La caja de escaleras es el centro de la vivienda, ya que debido a la morfología estructural de la vivienda este es el punto idóneo para garantizar una mayor estabilidad. Los acabados interiores, como carpinterías de madera o revestimientos se cuidaron con detalle.
Una casa de biografía intensa
La casa fue expropiada a Cornide con la llegada de la Guerra Civil, a su fallecimiento pasó a manos de la Falange que la convirtió en una residencia de señoritas, lo cual modificó ligeramente el programa de la casa, ya que se la dotó de la infraestructura necesaria para este nuevo uso. También se reformó interiormente para la imposición de simbología franquista como escudos y banderas.
Décadas después la casa es restituida al heredero de Cornide, el polifacético Rafael Buch quien residía en Francia tras haber vivido en La Habana, Los Ángeles y Nueva York. La biografía de Buch constituye en sí una novela singular en la que se mezcla el espionaje británico, con a la segunda guerra mundial, el cine de Hollywood y el rencuentro con un padre al que se había dado por muerto. Y es que a veces la casa y su dueño establecen una simbiosis a través de algún aspecto, en este caso, la sorpresa y la intensidad biográfica. Pero Buch vendió la casa ya que España ya no era su país de residencia.
En la actualidad, el número 3 de la avenida de la Habana pertenece a la familia de un matrimonio gallego que emigró a Venezuela y regresó tiempo después. Tras un profundo trabajo de limpieza y rehabilitación delicada, la casa se encuentra en perfecto estado de conservación, manteniendo la atmósfera original definida por Rodríguez-Losada.
La sorpresa al contemplar una pieza de arquitectura tan singular como esta vivienda, especialmente tras un cierto proceso de inmersión atmosférica en su biografía más íntima, modifica la percepción contemporánea. El carácter líquido del carácter humano y su volatilidad frente a la permanencia de la arquitectura, a pesar de los daños que se le puedan infringir, permite encontrar la dimensión precisa de la vida. Quizás, a veces parezca que el arte es más astuto que el ser humano, porque se las arregla para asegurar su permanencia en el tiempo. Pero en realidad, son la sensibilidad hacia la cultura y el respeto patrimonial, los que hacen que los seres humanos no dejen desaparecer piezas que manifiestan la expresión de un tiempo, de un lugar y de un pueblo.