En 1969 la empresa Boeing puso en marcha la “Operation Breakthrough”, una operación inmobiliaria apoyada por el Departamento de vivienda y desarrollo urbano estadounidense. El proyecto formaba parte de un ambicioso programa que unía márketing y desarrollo a la forma capitalista norteamericana, en la que el gobierno buscaba impulsar la imagen tecnológica e industrial del país mediante el apoyo a empresas como Boeing o Alcoa. Las empresas, veinte en total, construirían prototipos habitables en nueve puntos del país, mostrando las cualidades de los materiales que fabricaban. Si estos prototipos habitados funcionaban, entonces se desarrollaría un modelo de negocio. Muchos de los prototipos se construyeron, pero quizás no siguiendo el proyecto inicial, ya que no sólo es necesario una buena solución tecnológica, sino una mano que sepa disponerlo en su lugar.
El desarrollo tecnológico de la arquitectura tras la Segunda Guerra Mundial se ve reforzado por varias circunstancias que oscilan entre un tejido industrial moderno derivado de la maquinaria de guerra y la guerra fría. Además, se inscribe en una situación de crisis inmobiliaria, en la que el crecimiento de algunas ciudades obligaba a la construcción rápida de vivienda. La vertiente tecnológica que sirve de sustrato nutritivo a la arquitectura desde una perspectiva que gravita en la construcción comenzaba a enriquecerse de nuevo, una posición cíclica que permite obtener nuevas formas o tipologías y también establecer nuevos parámetros para los sistemas estructurales y los postulados estéticos.
A pesar de los comentarios sobre los desarrollos tecnológicos, siempre sarcásticos de Philip Johnson quien afirmaba “no se puede poner una puerta en una cúpula geodésica”. La adaptación de los nuevos métodos de producción industrial a la arquitectura más prosaica y tradicional, sin embargo, se desarrolla en varias líneas argumentales. Una de las más interesantes es la desarrollada por el diseñador e ingeniero Jean Prouvé (1901-1984), quien concibe soluciones constructivas muy interesantes. En 1955 funda junto con M. Bataille la sociedad ‘Los talleres Jean Prouvé’, y tras desarrollar varios proyectos muy interesantes como el Pabellón del Centenario (1955), La Buvette Cachar (1956), prototipo de vivienda Abbé Pierre (1958) a partir de 1957 diseña un sistema de fachadas ligeras. Este tipo de sistema constructivo, no respondía a una idea procedente de una gran compañía industrial, sino que respondía a una profunda investigación basada en la ventilación y conceptos energéticos entonces pioneros. La aplicación de este sistema se realizó con éxito en varios proyectos como la terminal de Orly-Sud (1959) o la Facultad de medicina de Róterdam (1967), del cual continúa desarrollando prototipos y profundizando su investigación.
“Estuve fotografiando nuestro inodoro, ese lustroso receptáculo esmaltado de belleza extraordinaria […] He aquí todas las curvas sensuales de la ‘divina figura humana’, pero sin las imperfecciones.” Edward Weston
Jean Prouvé se convirtió en uno de los pioneros en el desarrollo de soluciones tecnológicas aplicadas a sistemas constructivos, con diseños adaptados al progreso de la disciplina arquitectónica. La posibilidad de diseñar piezas con valor estético, función constructiva optimizada y de fácil integración arquitectónica abre un camino para la modernización de la ciudad. En la década de los sesenta y setenta, se popularizan las soluciones constructivas, especialmente de fachada, basada en sistemas constructivos industrializados, creando una atmósfera de prólogo al estilo high tech. Los arquitectos comienzan a informarse de las posibilidades de estos materiales a través de ferias, catálogos y muestras, que buscan demostrar las propiedades innovadoras de estos materiales. Y los diseñadores proponen piezas cada mejores y más interesantes.
La arquitectura postindustrial en España
En España, arquitectos como Alejandro de la Sota o Rafael de la Hoz utilizan este tipo de sistema prefabricado, otros como Miguel Fisac optan por el uso de piezas de hormigón diseñadas por él mismo, y otros incorporan materiales novedosos, como Rafael Echaide en los comedores de la SEAT de Barcelona. En A Coruña Andrés Fernández-Albalat, comienza a prescribir sistemas prefabricados de fachada y estructuras innovadoras tanto en sus obras de vivienda, como en edificios icónicos en su carrera profesional: la fábrica de Coca-Cola y el concesionario de la SEAT. La mirada sobre esta etapa de la arquitectura española, puede convertirse de forma involuntaria en una revisión de sistemas constructivos y la trasformación progresiva de la estética contemporánea a través de un lenguaje postindustrial domesticado con parámetros urbanos colectivos.
Al abrir un camino ignoto, se produce un ‘efecto umbral’ del que, como en un río se producen diferentes cauces que se bifurcan de forma diversa. Y de la misma forma, su repetición genera saltos temporales o arrastres de conocimiento y cultura que definen un rastro fácilmente detectable.
“A menudo, para mí, esta forma de hacer y no hacer ocurre a través de la ejecución de cierto tipo de traducción oral: se parte de un acto de habla emitido en un determinado momento de tiempo y se recita o se repite en un momento diferente” Sharon Hayes
En la década de los setenta, la consolidación de los sistemas constructivos prefabricados provoca la extensión de su uso en todo tipo de edificaciones, no únicamente en tipologías de carácter público. El edificio de viviendas se envuelve en un aparentemente acto de camuflaje deliberado, de una imagen moderna a través de la estética de la prefabricación. Con mejor o peor fortuna este tipo de proyectos recrean una imagen especular de la modernidad que impacta sobre el tejido urbano y la opinión pública.
Envolventes prefabricadas
La calle Durán Loriga de A Coruña no es una vía más, sino que la intensidad de la historia que acumula la convierte en un espacio público de cierta importancia para la ciudad. La apertura de esta calle tuvo como acciones esenciales el derribo de las murallas situadas sobre la actual calle Juana de Vega y la demolición de una alineación de viviendas que seguía el actual trazado de la calle Santa Catalina. Esta última apertura dejó parcelas libres que con el tiempo se reedificaron. Tras el banco Pastor se encuentra un edificio de aspecto casi industrial construido en 1978. El número 2-6 de la calle Durán Loriga, conocido como edificio Las Nieves, es una obra del arquitecto José Ramón Miyar Caridad. El edificio de nueve plantas y bajo es un volumen sobrio fragmentado a partir de la inserción de dos bloques que se envuelven hacia el exterior mediante un muro cortina. El edificio toma el nombre de la mujer, hija y nieta del promotor, ya que todas ellas compartían el mismo nombre: Nieves. Pero lo más interesante de este edificio es el uso de paneles metálicos preconformados en la solución de fachada.
Desde de la segunda planta a la séptima, en los frentes de fachada que no están ocupados por la inserción de muro cortina, se utiliza una solución de panel prefabricado que integra la carpintería de tal forma que su repetición genera homogeneidad y ritmo. La pieza de panel se deforma hacia el exterior para albergar la ventana que vuela ligeramente hacia el exterior. El uso de este elemento permite dotar de cierto dinamismo a la fachada e incrusta en la ciudad un conexión con la vanguardia europea de finales de los setenta. La solución constructiva mediante prefabricados de chapa metálica, acercaba la estética de este tipo de edificios a la imagen del high-tech europeo.
Los postulados del high tech europeo, enunciados de forma involuntaria por arquitectos como Norman Foster o Richard Rogers, continuaban el desarrollo postindustrial de los sistemas de fachada de la década de los cincuenta y sesenta. La idea de la envolvente como una piel continua en la que se insertan las carpinterías es un concepto comúnmente investigado en arquitectura y que se pone a prueba en los edificios de los setenta y ochenta, siendo uno de los ejemplos más curiosos la zip-up House de Richard Rogers.
Sin embargo, la idea de una envolvente continua, aunque evolucione desde postulados postindustriales dentro de una narrativa constructiva con nombres propios creadores de iconos arquitectónicos, en A Coruña hay una conexión más, de carácter conceptual. La envolvente continua y tersa de la galería tradicional genera una tipología de fachada capaz de crear paralelismos con el muro cortina y la fachada metálica prefabricada.
El edificio Las Nieves, es una muestra del uso del panel prefabricado metálico en la década de los setenta, anticipando un tipo de fachada que parece no envejecer, presente hoy en día a través de soluciones de composite (de aluminio fundamentalmente) actuales que producen ese mismo efecto anti-deterioro. Sin embargo, la planta baja y planta primera, presentan una imagen neutra, presente en cualquier otro edificio de la ciudad.
Un inventario clínico de la ciudad
Las envolventes arquitectónicas resultan ser siempre objeto de debate, ya que incluso el no usuario se ve influido por la presencia del edificio. La imagen del edificio en la ciudad produce una percepción específica de un ámbito urbano, influyendo de forma determinante sobre el espacio público.
“Si aspiramos a que nuestro trabajo se implante en un mundo ideal de prestigio intelectual, de integridad artística y, lo más importante, de seriedad, ¿adquirirá automáticamente estas mismas cualidades y quedará como una manifestación tangible de una perfección teórica mucho después de que se haya eliminado la ilustración interpretativa del autor? La imagen especular de esta acción es el inventario más clínico de las condiciones reales de cada emplazamiento, no importa lo mediocre que sea, el aprovechamiento más calculador de su potencial objetivo”. Rem Koolhaas. La terrorífica Belleza del siglo XX, 1985
Las transformaciones de la arquitectura a partir de los lenguajes contemporáneos son capaces de ausentar a su autor, e incluso a su propia función, mostrando únicamente algún rasgo característico de sí misma. Una mirada inventarial que amplía la perspectiva hasta mostrar una tendencia o una imagen global de la ciudad. A veces, aunque algunos edificios no parezcan mostrar nada más allá de una imagen aparentemente contemporánea, contienen pequeños avances que consolidan la incorporación de lenguajes vanguardistas a la ciudad.