En 1961 el editor Benett Cerf envió al promotor y visionario Robert Moses un libro que, a su juicio, podría o quizás debería interesarle. Apenas unos días después recibió el regalo de vuelta junto con una nota que decía: “Querido Benett, te devuelvo el libro que me enviaste. Aparte del hecho que es intemperante e inadecuado, es también difamatorio. Llamo su atención, por ejemplo, sobre la página 131. Envía esta mierda a cualquier otro. Cordialmente, Robert Moses”.
Es más que probable que los poetas tengan razón cuando dicen que el lenguaje es un arma, y es que este sirve al ser humano como herramienta y camino de sus pensamientos. De hecho, Ambrose Bierce define con sarcasmo el lenguaje como la música con que encantamos a las serpientes que custodian el tesoro ajeno. Los libros, a veces, se convierten en la materialización de esos conjuros o encantos capaces de transformar el pensamiento y la voluntad a través del conocimiento que aporta a quien lo lee. El libro que Cerf envió a Moses era “Muerte y vida de las grandes ciudades” de la arquitecta Jane Jacobs.
Jacobs había liderado el movimiento de defensa urbano de Washington Square frente a la ambición de Robert Moses quien quería crear un gran nudo de acceso a Manhattan en ese preciso punto. Moses se había burlado de Jacobs desconociendo su profesión o conocimiento: “Cuatro madres quieren parar la autopista”. La autopista nunca se construyó y Washington square es, hoy en día uno de los lugares más vibrantes de Manhattan. La arquitectura es una disciplina que ha sido objeto de tantas definiciones como aplicaciones. Ha sido tan adjetivada que se ha dibujado una nebulosa en torno a ella de tales dimensiones que es capaz de penetrar en cualquier ámbito. Siguiendo la radicalidad lingüística del arquitecto Hans Hollein “Todo es arquitectura”.
La arquitectura de la ciudad no es sólo la definida por sus construcciones, ni siquiera por su planeamiento, si no que hay ciertos factores de apariencia subliminal como la morfología del soporte, la cultura o el devenir de las acciones humanas, que componen de forma tangible una realidad arquitectónica específica. La arquitectura es también, la forma en la que los profesionales reflexionan sobre ella, debaten y desarrollan futuros posibles de una realidad a veces próxima, a veces utópica. Es también el activismo de quienes la habitan y la piensan desde el profundo conocimiento técnico, perceptivo y visceral de sus imperfecciones maravillosas que sólo pueden revelar una realidad honesta.
Formar arquitectos, es hacer arquitectura
La docencia de la arquitectura representa en la vida profesional un recuerdo latente que se utiliza de forma recurrente como herramienta de conocimiento. De alguna manera, el aprendizaje estructura ordenadamente la forma en la que el conocimiento se fija en el costumbrismo profesional. Formar arquitectos y arquitectas es un acto de responsabilidad social, porque esto también construye ciudad y hábitat.
La asignatura de proyectos, en la carrera de arquitectura, es aquella que aglutina de forma troncal el conocimiento adquirido progresivamente durante la formación académica. Espacio de debate, la clase de proyectos puede dilatarse horas casi como un agujero negro capaz de absorber la energía del estudiante, pero es también el laboratorio de crisis que prepara al futuro arquitecto o arquitecta ante los problemas, las críticas y lo entrena en la dialéctica con los diferentes agentes profesionales que se encontrará. La cátedra de proyectos es en sí la definición de la responsabilidad en el ejercicio de la formación arquitectónica, el lugar en el que el debate, el activismo, la historia, la topografía y una infinita lista de factores contextuales se entrelazan de forma huracanada como el “hard rain’s gonna fall” de Dylan hasta establecer un criterio de pensamiento y una estrategia de trabajo.
Arquitectas pioneras
En la escuela de arquitectura de A Coruña la arquitecta Pascuala Campos de Michelena (1938) fue la primera mujer en obtener una cátedra de proyectos en España (1995). Su magisterio en la escuela estaba basado en su experiencia profesional, pero también en su compromiso feminista que la llevó a realizar el trabajo “Espacio y género”. Esta conjunción de perspectivas sobre la disciplina arquitectónica es vanguardista, porque la arquitectura y la ciudad se muestran por primera vez desde una perspectiva femenina. Esta mirada implica transformaciones en ciertos ámbitos quizás predecibles como los espacios domésticos o destinados al cuidado, y otros en los que, hasta entonces, la perspectiva femenina había sido tradicionalmente irrelevante como los espacios públicos o lugares de relación.
“Hacer arquitectura es, como cualquier otra actividad, una manera de estar en el mundo. La práctica de esa actividad pone en juego todas aquellas conexiones que establecemos con lo exterior, con nuestra manera de interpretar la realidad. Un cambio en la percepción de la realidad proviene de un cambio emocional” Campos de Michelena, 1994
Campos de Michelena comenzó a formarse como arquitecta en Madrid, aunque terminó sus estudios en la Universidad politécnica de Cataluña en 1966. Al finalizar sus estudios se traslada a Pontevedra con su, entonces marido, César Portela (1937). El matrimonio compartió también estudio profesional durante el tiempo que estuvieron juntos. A esta etapa pertenecen obras como la Casa del Párroco (Marín, 1968), la lonja de Bueu (Bueu, 1971-1972), el conjunto de viviendas sociales para gitanos en Campañó (Poyo, 1971-1973), el bloque de viviendas en el polígono de Campolongo (Pontevedra, 1973), el ayuntamiento de Pontecesures (Coruña, 1973-1975) o el ayuntamiento de Forcarey (Pontevedra, 1974-1980). Obras en las que la vanguardia propositiva eleva la casa del párroco en Marín sobre pilotes próximo a una iglesia barroca o define un poblado de viviendas sociales como unos enormes vagones de tren apeados con soluciones de almacenamiento radicales bajo la casa y bajo la cubierta. Las viviendas de Campañó y la lonja de Bueu formaron parte de la prestigiosa exposición “Arquitectura y racionalismo. Aldo Rossi + 21 Arquitectos españoles” de 1975-1976.
Arquitectura con una mirada nueva
Tras esta etapa, y ya como arquitecta independiente, desarrolla en su estudio proyectos como el plan especial de reforma del casco histórico de Combarro (Pontevedra, 1984), la reforma de la Cooperativa de San Martiño (Pontevedra, 1990-1998), la restauración de la iglesia de Sabucedo y su espacio público (con Inmaculada Garcés, Pontevedra, 1998), Centro de día para enfermos de Alzheimer (con Amparo Casares, A Coruña, 2005) o la Escola de Formación Pesqueira (Illa de Arousa, 1990). En 1982 se incorpora como docente en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña, en el departamento de proyectos coordinado por Carlos Meijide.
“Es necesaria una arquitectura que favorezca las sutiles y complicadas relaciones humanas, en donde la recreación del espacio, con sus componentes de belleza y armonía, sea un apoyo y una consecuencia de un sentimiento de amor hacia la vida. El proyecto como acto de expresión es la cristalización de sentimientos y decisiones que nos liga a un tiempo interior y a la realidad del mundo”. Campos de Michelena, 1994
Utopías y alambres
Las palabras de la arquitecta, dibujan una atmósfera de inmediatez cercana al pensamiento contemporáneo, que son en realidad pioneras en un tiempo en que la forma de proyectar arquitectura era dura, a veces superficial, otras radicalmente funcional y siempre con un criterio masculino. La visión sesgada de una sensibilidad incompleta (ya que deja fuera a más de la mitad de la población) crea arquitecturas deficientes, incómodas de habitar.
“En torno a toda utopía, una guirnalda de alambre de espino. Pero todo arquitecto porta el gen utópico” Rem Koolhaas, 2004
Aunque utópica, la forma de entender la arquitectura propuesta por Campos de Michelena, en su obra, en sus trabajos académicos y en su docencia, afronta ese perímetro de dificultades a través del análisis y la reflexión. La formación que ha impartido a arquitectas y arquitectos, ha constituido una forma de construir la ciudad, la casa y el espacio público desde una nueva sensibilidad que tiene en cuenta a la naturaleza como hábitat primario y a todas las formas de vivir que el ser humano es capaz de imaginar. En algunos de sus proyectos Campos de Michelena finalizaba la memoria técnica escribiendo: “Confío en que sea una buena casa”.
Campos de Michelena recibirá el premio COAG 2023 a toda su carrera profesional.