El Greco es como un caracol. Eso explicaba el pintor Salvador Dalí con su trascendida elocuencia al arquitecto Óscar Tusquets. El Greco pintaba como los cretenses cuando estaba en Creta “esa especie de iconos que se hacen por allí”, como los venecianos cuando se trasladó a Venecia y, al llegar a Toledo, interiorizó la austeridad y sobriedad castellana hasta el punto de hacer obras tan místicas y sinceras como ‘El caballero de la mano en el pecho’. “Lo que distingue al Greco, lo que lo convierte en un artista inmortal, es su absoluta falta de personalidad, es su facultad de metamorfosearse, como los camaleones, de absorber los valores de su entorno con tal intensidad que al final resulta más auténtico que los autóctonos ¿y cuál es la virtud culinaria del caracol?”(Salvador Dalí en conversación con Óscar Tusquets). Para Dalí el caracol carecía de sabor propio, y se podía transformar en aquello que desease el cocinero. Y “así de entretenido resultaba comer cargols a la llauna en el Durán de Figueres con Salvador Dalí” (Óscar Tusquets en Todo es comparable,1998).
Y puesto que ‘todo es comparable’, esta anécdota relatada por Tusquets define los mecanismos de adaptación en arquitectura. La definición de una arquitectura adaptable admite numerosas morfologías y estrategias para conseguir la integración, pero quizá una de las más interesantes radica en una paradoja y es que la capacidad de adaptarse a cualquier contexto es la que consigue que una obra se integre en el mismo. La planta flexible y la maleabilidad del lenguaje articulan una composición abierta que se puede incorporar a cualquier estrategia compositiva, pero también a cualquier entorno urbano, incluso si este es complejo.
El edificio de viviendas en la calle Bailén 8 (1905), es una obra que no destaca demasiado, pero si esta es observada desde otra perspectiva aparece una gran singularidad oculta. La planta del edificio se desarrolla en una parcela de forma irregular resultado de un giro entre ambas calles que crean una cuña afilada de la que la fachada principal define el lado menor del triángulo. El edificio proyectado por el arquitecto Ricardo Boán y Callejas (1880-1915) es una obra sencilla que no renuncia al manierismo de su autor y que consigue encajar de forma meticulosa en un espacio muy limitado.
Ricardo Boán y Callejas
El arquitecto Ricardo Boán y Callejas, nació en La Habana ya que era hijo de un militar destinado en Cuba. Con la crisis del 98, el ejército se retira y Boán y callejas regresa a España con su familia, lo que le permite estudiar arquitectura en Madrid, obteniendo su título en 1905. Tras un breve periodo como arquitecto en el ayuntamiento de Lugo entre 1906 y 1907 se traslada a vivir a Coruña donde desarrolló su labor profesional. Su obra se caracterizaba por el uso de un lenguaje en el límite del modernismo y eclecticismo, desarrollando proyectos tan notables como el edificio de viviendas en San Nicolás 11-13 (1913), en calle San Andrés 100 (1912) en calle Feijóo (1909) y también el Palacio de Justicia junto con Julio Galán Carbajal (1909-1927). Otro de los aspectos fundamentales de la obra de Boán y Callejas es el uso del color, como en el edificio de la calle San Nicolás, sumando el ornamento modernista de elementos naturales y figuras con pinturas que los resaltaban.
El edificio de la calle Bailén 8 tiene un frente de 3,87m y cuenta con tres alturas y planta baja, pero es la dimensión de su fondo la que resulta notable por contraste, con 20 metros de fondo, lo que define una proporción muy alargada y compleja. Todo el edificio corresponde a la misma vivienda cuyo programa se distribuye en altura. La escalera se sitúa hacia el lado derecho de la parcela que se desarrolla casi en un tiro, con tan sólo un leve giro en el desembarco de cada una de las plantas. Hacia la fachada principal se ubica el comercio en la planta baja (de tipo textil), la sala de estar en la primera y dormitorios en las superiores. Hacia el centro de la manzana no es posible abrir estancias puesto que no existe como tal, sino que es un vértice, por ello el arquitecto sacrifica la sección final de la parcela para convertirla en un patio, de tal forma que se puedan abrir estancias hacia la parte posterior. Hacia el patio interior se abre la cocina y el aseo en planta baja, y un dormitorio por cada planta superior contando en alguna de ellas con una habitación italiana.
La estrechez de la parcela y su organización interior es parcialmente interpretable desde el exterior según la composición desarrollada por Boán y Callejas. El arquitecto, comienza su trayectoria profesional utilizando un lenguaje que se basa en una adaptación de la arquitectura regionalista coruñesa que, en aquel momento se encontraba definida por las diferentes ordenanzas municipales para algunas áreas de la ciudad. Así Boán y Callejas reinterpreta la galería como elemento constructivo significativo y lo adapta, al igual que hace con el programa en la compleja parcela, a la vanguardia del momento utilizando algún elemento modernista, aunque en esta obra el tratamiento ornamental se acerca más al eclecticismo.
Una fachada singular
La fachada se jerarquiza en cuatro secciones: la planta baja con su escaparate, la primera planta con un arco, la segunda planta con dos balcones y la tercera con una galería o mirador. La primera planta presenta un hueco de grandes dimensiones en forma de arco con un leve rebaje en el centro, este se divide en tres ventanas al modo de la ventana termal clásica romana, definiendo las divisiones entre ellas mediante montantes verticales de madera. El arco superior resultando de la ordenación de las ventanas además se ornamenta mediante un trabajo de rejería a base de espirales combinadas (la rejería del mainel ha sido eliminada en la actualidad). La parte inferior del hueco se adorna con una sencilla guirnalda geométrica.
Entre la planta primera y la planta segunda se interrumpe brevemente el punto medio del arco por la prolongación de la ornamentación de la planta superior que incluye un adorno floral resaltado respecto de la línea de fachada. La segunda planta se compone mediante dos huecos con balcón. Estos de proporción rectangular incorporar un leve arqueado del dintel que se trabaja en sus aristas con molduras y se remata con un pequeño adorno en el centro de cada uno. Los balcones y el mainel de la ventana se cubren con rejería diferente de la utilizada en la primera planta, en este caso los motivos son menos geométricos y más orgánicos, simulando flores, zarcillos o ramas. La planta tercera es la más sencilla, en ella el arquitecto utiliza a galería como recurso compositivo, por lo que esta última planta se puede aislar del resto del conjunto y ser observada como cualquier otro edificio de viviendas de la ciudad construido en la misma etapa.
Y, sin embargo, a pesar de utilizar la galería como elemento compositivo de la última planta el edificio se remata mediante una prominente cornisa con canecillos. Su dimensión la distingue del resto de edificaciones próximas, definiendo un rasgo que impide que sea percibida como arquitectura vernácula sin más. El color blanco produce un efecto homogéneo, limpio y armónico.
Arquitectura borrosa
El arquitecto Luis Moreno Mansilla explicaba que “con el tiempo, la vista se vuelve borrosa y solo ve con precisión aquello que está cercano, sobre un fondo dibujado en claroscuros”. A la arquitectura le sucede algo similar, desde el ángulo opuesto, y es que a medida que pasa el tiempo, sus límites se difuminan haciendo del edificio una obra borrosa en el conjunto de la ciudad. Quizás como un caracol, la arquitectura sea capaz de convertirse en aquello que la ciudad desee, especialmente si el arquitecto consigue dotar al edificio de flexibilidad suficiente para adaptarse a cualquier lugar.
“La arquitectura ‘conformaba’ una situación; sus mismas formas cambiaban en el cambio más general de la situación, constituían un ‘todo’ y servían para un acontecimiento constituyéndose ellas mismas como un acontecimiento; solo así se puede entender la importancia de un obelisco, de una columna o de una lápida” Aldo Rossi. La arquitectura de la ciudad
La arquitectura clásica enfrentaba su lugar en la ciudad produciendo una enorme transformación en el lugar. Pero la democratización de la arquitectura a lo largo de los siglos, creó una nueva perspectiva urbana, en la que toda la ciudad comenzó a tratarse como un conjunto en el que la estética no sería reservada únicamente para los edificios singulares. Rossi también se preguntaba “Quién puede ya distinguir entre el acontecimiento y el signo que lo ha fijado?” Dentro de la extraña nebulosa cada vez más borrosa aparecen pequeños edificios que han sabido adaptarse a todas las dificultades con honestidad y sencillez. Un gesto aún más vanguardista de lo que sus arquitectos podían intuir.