Nuria Prieto (Ponferrada, 1985) ha sido recientemente reconocida por la Bienal de Arquitectura por los artículos que publica semanalmente en Quincemil. Una serie de publicaciones a través de las que la arquitecta asentada en A Coruña hace un recorrido artístico por una obra, personaje o tejido urbano de la ciudad herculina, descubriendo a la ciudadanía detalles de esos edificios que ven cada día.
"Es la primera vez que puedo escribir con libertad, utilizando los referentes que a mí me interesan", explica esta arquitecta que recoge en sus artículos referencias al cine o al cómic, por ejemplo, para enganchar a sus lectores. Una forma de explicar la arquitectura de forma sencilla para que la gente entienda la ciudad en la que vive.
Una ciudad que, aunque ha evolucionado de forma paralela a otras urbes, es "especialmente compleja" por su densidad de población y su frenética actividad. Aspectos que Nuria Prieto, coruñesa de adopción, conoce muy bien y de los que ha hablado con nosotros días después de recoger el reconocimiento de la Bienal de Arquitectura.
¿Qué supone este premio para ti?
El premio de la Bienal de Arquitectura es una especie de catalogación de lo más interesante, innovador o vanguardista que se está haciendo en ese momento o de aquellas cosas que marcan el pulso de la arquitectura en el país y que además se considera que pueden servir de aprendizaje, de concienciación o de argumento de debate social. Siempre tiene esa vocación de ser útil a la sociedad, que no sea una mera exposición.
Es un orgullo que consideren que la divulgación de la arquitectura local es algo relevante dentro de esa selección de proyectos, porque parece que las bienales van siempre enfocadas a gran escala y realmente que bajen a analizar las pequeñas escalas significa que están poniendo el enfoque en las cosas más puntuales, que están más en contacto con la sociedad.
¿Te imaginabas que haciendo estos artículos en un periódico local, tan específicos sobre A Coruña, podrías llegar a recibir un premio de este tipo?
El tema es no es tanto por la escala del periódico, porque es universal: en el momento en el cual se trata de prensa digital, tiene acercamientos desde cualquier parte del mundo, con lo cual tú escribes y tienes un altavoz. Y siempre es de agradecer que te dejen un altavoz en el que escribir.
Me sorprende más que el objetivo de los artículos siempre es hablar de un edificio local, de una ciudad en concreto, y que eso tenga ese valor ejemplificador. Porque sí que es verdad que se puede establecer siempre un paralelismo entre la arquitectura de A Coruña y la de cualquier otra ciudad española, pero tener la sensibilidad para entender que eso puede ser así y que se premie junto con otros periódicos que también hablan de arquitecturas locales es bastante singular.
¿Qué es lo que buscas con con estos artículos? ¿Cuáles son tus tus objetivos cuando te sientas a escribir?
Los artículos, en realidad, tienen truco. Yo escribo con total libertad, no hay línea editorial en los artículos, sino que escribo sobre los temas que quiero y como quiero. Y como digo, tienen truco porque aunque yo hablo de un edificio, utilizo ese edificio o esa intervención urbana como argumento para explicar algún aspecto que me interesa transmitir y que es importante para los arquitectos, pero también para la sociedad. Ahí es donde entra esa labor divulgativa y crítica, porque si la sociedad en general entiende determinados argumentos o estrategias que usamos los técnicos, será más sensible a eso y por lo tanto, al entender mejor la ciudad, entre todos podremos construir mucho mejor nuestro hábitat.
Si la gente no entiende determinadas estrategias o determinadas actuaciones porque nadie se las ha explicado, entonces habrá unas críticas muy sesgadas. Al decir "no me gusta esto porque está mal", no entiende que todo tiene matices y habrá cosas que están bien y cosas que están mal. Y hay que entender un poco a generar una especie de criterio, una actitud crítica. Todo es criticable, pero hay que tener argumentos para analizar los porqués.
Por eso digo que hay truco dentro de todos esos conceptos: que la gente entienda donde vive, por qué hay determinadas cosas que son así y parece que no tienen arreglo, cómo es la dinámica de una ciudad o que haga ejercicios de comparación. Muchas de estas cosas están basadas en ejercicios que nos hacían en la carrera. Nos decían "comparad A Coruña con Buenos Aires" y ponías las dos plantas y te dabas cuenta de lo pequeñísima que es. Entonces el profesor nos decía: "¿Ahora seguís llamando a A Coruña ciudad o pensáis que ya no es una ciudad?
Es por el contraste de escalas o por ver el tamaño, determinadas vías, equipamientos o actitudes en una ciudad similar a A Coruña, cómo afronta el contacto con el mar, por ejemplo. Ese tipo de estrategias que son muy naturales en una formación arquitectónica, si se las explicas correctamente a cualquiera que no tenga esa formación va a ser capaz de entenderlas y eso le permitirá mirar desde perspectivas urbanas o arquitectónicas, aparte de la personal.
¿Y cómo es A Coruña vista desde los ojos de una arquitecta?
Las ciudades siempre son complejas, pero A Coruña es especialmente compleja porque es una ciudad muy densa, tiene una superficie muy pequeña para la cantidad de cosas que suceden en ella. No hablo solo de población, sino de actividad: tiene una actividad muy frenética. Resulta muy complejo intentar desentrañar determinadas capas al mismo tiempo, porque es una ciudad no tradicional o no histórica en términos perceptivos. Es decir, no es como Santiago de Compostela, que todo el mundo entiende que hay una ciudad histórica ahí, y no es como Roma, en la que la historia está emergiendo casi en cualquier punto.
Hay muchas capas superpuestas, pero la percepción es la de una ciudad muy dinámica, muy moderna y muy collage. Y en ese sentido, la manera de analizar A Coruña siempre es a través de estrategias de análisis similares a las que se usan, por ejemplo, para estudiar Nueva York, lo cual contrasta mucho porque tiene una escala completamente diferente.
Sin embargo, si la piensas de una manera paralela, hay aspectos que se tocan en esos puntos y te permiten entender determinadas complejidades. Lo difícil de A Coruña es que cualquier punto tiene muchísimas implicaciones, entonces el análisis nunca es limpio de cada uno. Quizás con los edificios muy singulares puedes hacer un análisis muy limpio, pero los demás tienen lazos y conexiones por todas partes, con el soporte topográfico y con absolutamente todo.
¿Qué ejemplo pondrías de esta complejidad, o de un edificio relevante o que te guste especialmente?
El Museo de Bellas Artes es uno de esos edificios que cuando llevas a alguien a visitarlo se espera ver un edificio estándar, una sala de exposiciones, y de repente empieza a pasear por él y se da cuenta de determinadas cosas: como entra la luz, las texturas de los muros, el corte de la piedra… y eso automáticamente lo empieza a enlazar con todo lo que sabe de Galicia: el granito, la madera, el hueco gallego.
Ese edificio no es que sea de mis favoritos, pero sí que es un edificio didáctico que todo arquitecto debería de conocer. Si traes a un arquitecto A Coruña, es de los primeros que tiene que ver porque va a entender un montón de cosas, que es una arquitectura magnífica. No en vano tiene dos premios nacionales, tiene el premio al edificio y el premio al arquitecto. Ese edificio expresa muy bien lo que es la arquitectura moderna en A Coruña.
La Domus, por ejemplo, es un edificio de gran complejidad. Ahora lo vemos allí y nos parece una pieza consolidada, asentada, pero analizando lo que había antes allí, viendo que era un barrio que tenía una vocación fundamentalmente industrial, un barrio en expansión en el cual aún convivían casitas pequeñitas "rurales" junto con las industrias, que había una cantera, y que todo eso se transforma no solamente en un museo, sino en un edificio singular y simbólico…
Es el hecho de que sea una vela, de que sea la casa del hombre y tenga este aspecto de cueva y al mismo tiempo la ligereza del mar. Unido a todas las características que definía Isozaki hace que la transformación sea radical, y es algo dificilísimo. Salió bien, pero no siempre tiene por qué salir bien. Además, ese edificio es un vestigio de una época de la arquitectura que no volverá, que es la época de los edificios singulares. Y ese, a pesar de ser un edificio singular, entiende muy bien el entorno y el contexto. Lo tenemos delante del estudio y parece que a base de verlo lo vas entendiendo cada vez más, pero cuando algo parece muy sencillo, significa que alguien le ha dado muchas vueltas y la Domus es un ejemplo de eso. Y además es un edificio internacional.
¿Cómo ha evolucionado A Coruña a nivel arquitectónico a lo largo de los años y cómo evolucionará en el futuro?
A Coruña fue evolucionando siguiendo los mismos tiempos que casi todas las ciudades europeas. Tenía su ciudad vieja amurallada y después hizo una primera expansión ampliando las murallas. En este caso estaríamos hablando de la muralla de la Ciudad Vieja y después de la muralla que había al final de la Pescadería, lo que sería la calle Juana de Vega. Después estaría el Ensanche y la llegada del ferrocarril, más o menos, casi casi al mismo tiempo.
También impacta muchísimo en la organización de la ciudad la transformación progresiva que va teniendo el puerto, de pesquero a mercantil y también de cruceros, de transporte de pasajeros, que tenía mucho que ver con la emigración a América. Todo eso va a la par del resto de ciudades: todas derriban sus murallas, todas tienen ensanches. Ahí sí que se pueden poner muchas ciudades en paralelo y ver que hacen lo mismo.
Después del franquismo se produce la gran etapa de desarrollo en España, la década de los 80 y de los 90, cuando se produce esa gran transformación para modernizarse. Hemos salido de un montón de años de dictadura y lo que se quiere es no solamente dejar todo eso atrás, sino dar una imagen de futuro, de progreso. Ahí sí que se cometen algunas atrocidades urbanísticas, sobre todo respecto a la escala y a la inmigración del entorno que estaba recibiendo la ciudad. Es un desarrollismo a veces un poco salvaje.
A mí me sorprende, por ejemplo, que el barrio del Agra do Orzán, que es de los 60 o 70, tenga más densidad que Daca, la capital de Bangladesh, que es una ciudad que asociamos a mucho bullicio. Esa densidad de población asusta en algunos aspectos. En esa época sí que se cometieron además actos de derribo o de eliminación de determinadas infraestructuras que con un poquito de esfuerzo se podrían haber mantenido y que hoy, desde luego, hubiésemos mantenido.
Pasada esa etapa hubo momentos de reforma interior y de esplendor maravillosos, como la incorporación de determinados equipamientos muy interesantes como los museos o toda la infraestructura urbana de la ciudad. Pero también es verdad que ahora estamos en una etapa más bien de reforma interior, es decir, estamos en una etapa casi introspectiva, como si esa introspección nos fuese a dar las claves para el futuro. La intención de reformar interiormente la ciudad significa el cuestionamiento de las vías de circulación, si han de ser peatonales o no, y del transporte en general, privado y público. La posición del coche en A Coruña es muy complicada. ¿Cómo funcionan todas las vías de comunicación, cómo funciona el aeropuerto?
Estamos más en esa clase de debates y no tanto en la expansión de la ciudad, que más o menos está casi organizada porque tampoco tiene para donde crecer. El futuro de la ciudad pasa por seguir con ese cuestionamiento y por dar en el clavo con las acciones necesarias para que sea una ciudad cómoda para sus habitantes. Es decir, conseguir un equilibrio entre todo, una homeostasis, de tal manera que todo eso funcione sin necesidad de mucho esfuerzo.