Apenas unos kilómetros separan al municipio de Cambre del núcleo urbano de A Coruña. Enmarcado en un entorno natural privilegiado y bañado por las aguas del río Mero, Cambre se presenta al viajero como un destino perfecto para los amantes del arte, la historia y la naturaleza. Esta localidad gallega de las Rías Altas se perfila entre un sinnúmero de espacios naturales y elementos etnográficos y patrimoniales (templos, cruceros, pazos, castros…), si bien es conocida sobre todo por su famosa iglesia románica y otros interesantes hitos constructivos como es el caso del embalse de Cecebre, el cual también abastece de agua a la ciudad herculina y toda su área metropolitana.
Al margen de lo mencionado, uno de los secretos mejor guardados de Cambre es, sin lugar a dudas, su Museo Arqueológico, cuya exposición permanente permite a los visitantes entender el estilo de vida y el peso de la cultura romana en Galicia. Esta suerte de cápsula del tiempo es la encargada de preservar desde el año 2001 los restos de una antigua villa romana datada entre los siglos II y IV. Como dato curioso cabe recordar que se trata de un yacimiento que fue encontrado de forma accidental a causa de unas obras en 1998 y que en la actualidad está integrado en la Red gallega de patrimonio arqueológico.
El espacio museístico también acoge en su interior unas singulares pinturas murales con motivos marinos que se asemejan a las de Pompeya y Herculano, aunque lo cierto es que por su realismo apenas encuentran comparación con el resto del universo romano. No obstante, cabe señalar asimismo que son varios los estudios que equiparan las pinturas de Cambre con otras encontradas más recientemente en rincones de Lugo y A Coruña, lo que hace a los expertos sospechar de la existencia de una especie de taller de pintura romana localizado en Galicia.
En el corazón de una antigua villa romana
Corría el año 1998 cuando los restos de una antigua villa romano fueron encontrados en pleno centro de Cambre. Tan sólo un año después se llevó a cabo su excavación y en el 2001 se acometió una importante musealización y puesta en valor de este yacimiento arqueológico. Durante aquel primer proceso de investigación la villa fue datada en el Bajo Imperio romano, es decir, en el período que se extiende desde el ascenso de Diocleciano al poder en el 284 hasta el fin del Imperio romano de Occidente en el 476. Se trata de un asentamiento de explotación agropecuaria del que también se conservan los restos de unas termas o baños privados (balneum). De hecho, en lo que respecta a estos vestigios arquitectónicos, la villa romana de Cambre se divide en dos salas: el llamado frigidarium (baño de agua fría) y las letrinas (letrinae).
Cabe recordar que los restos de esta villa romana tardía fueron trasladados del lugar del hallazgo (frente a la iglesia románica de Santa María) hasta el museo del Centro de Interpretación, integrado a día de hoy en el Museo Arqueológico de Cambre. El espacio museístico encuentra así pues dos espacios diferenciados, el primero de los cuales contiene una exposición permanente con paneles explicativos y vitrinas con algunos de los restos encontrados tales como cerámicas de tierra silícea o restos prehistóricos. Dichos paneles sitúan al visitante en el contexto histórico y temporal que rodea al asentamiento, empezando por la romanización de Galicia hasta la apariencia de las villas romanas o el proceso de restauración de las pinturas. El segundo de los espacios se corresponde con los restos arqueológicos, los cuales se acompañan asimismo de unas maquetas que reconstruyen a escala la villa romana de Cambre.
Regresando al tema de los baños y letrinas de esta antigua villa romana, sobre los primeros se deduce que se trató de una estancia rectangular cubierta en el pasado por una bóveda de cañón, en cuyo exterior se divisaba una cubierta a dos aguas de teja (tegulae). Para acceder a este baño frío disponían de unas escaleras recubiertas con mortero impermeabilizante de cascote de ladrillo (opus incertum). El mortero en cuestión recubre además una capa de cal de color blanco que tenía como objetivo acentuar la visión decorativa de la propia bóveda, adornado con temas marinos, a través del reflejo de la propia pintura. Sobre las letrinas se ha interpretado que estas podrían haber sido colectivas, aunque la realidad es que se conservan en peor estado que los baños privados.
La singularidad de sus pinturas murales
Más allá de los restos anteriormente mencionados, uno de los descubrimientos y vestigios más importantes de la villa romana de Cambre tiene mucho que ver con sus pinturas murales, realizadas con una técnica y calidad sorprendentes para la época. De hecho, dichos grabados suponen una de las pocas muestras en las que el mar aparece representado desde un punto de vista mimético, es decir, sin idealizarlo en ninguna escena. Fragmentos de peces, pulpos o vieiras conforman el mural presente en la bóveda de los baños privados, los cuales, se entiende, trataban de recrear una escenografía muy particular en la que el aspecto lúdico se asociaba al aspecto higiénico o del cuidado del cuerpo.
En el presente, de la representación pictórica de la bóveda todavía se conserva el fondo azul del mar con su fauna marina. En el caso particular de las paredes, se sabe que estas se encontraban decoradas con motivos geométricos sobre estuco, es decir, con casetones con rombos, círculos, triángulos y hasta motivos vegetales. Lo cierto es que el realismo de los dibujos marinos apenas es comparable a cualquier resto del mundo romano, a excepción de otros grandes hallazgos como los presentes en las antiguas ciudades de Pompeya o Herculano. De hecho, tal y como apuntamos unas líneas más arriba, la representación romana del océano ―tanto en pinturas como en mosaicos― solía estar más bien relacionada con la mitología, presentando al mar como el lecho de una fauna marina y terrestre utópica o incluso surrealista.