Las pequeñas explosiones culturales son una latencia cíclica inevitable. Cada cierto tiempo, quizás de prudente reflexión y asimilación, emerge un discurso crítico que somete a análisis a la realidad cultural del momento. En ocasiones, estas erupciones que irrumpen de forma radical se convierten en iconos al ser interpretados posteriormente como vanguardias o puntos de inflexión que han sido capaces de influir en la sociedad hasta el punto de transformarla. Algunas, especialmente las más recientes, suelen encontrarse rodeadas de una constelación de palabras que formaron los himnos culturales de un tiempo. El “stay hungry, stay foolish” de Steward Brand, que apareció en la contraportada del último Whole Earth Catalog publicado entre 1968 y 1974 fue el eslogan de una generación que rompía con el tradicionalismo para abrazar un futuro incierto, pero más real y alejado de ideales sociales obsoletos. A este le siguió el, todavía popular, “do your own thing”.
“Los Ángeles ha visto en este siglo la mayor concentración de producción de fantasía, como industria y como institución, en la historia del hombre occidental. Bajo la apariencia de Hollywood, Los Ángeles nos dio las películas tal como las conocemos y estampó su imagen en la naciente industria televisiva. Y a raíz del impulso dado por Hollywood y otras causas, Los Ángeles es también el hogar de los mitos más extravagantes de gratificación privada y autorrealización, institucionalizados ahora en la doctrina de 'doing your own thing' (hacer lo tuyo)” Reyner Banham. Los Angeles: The Architecture of Four Ecologies
El arquitecto Reyner Banham se refería al ‘doing your own thing’ como una nueva perspectiva cultural en la que el individualismo se convierte en doctrina segura para desarrollar una actividad creativa o productiva. La arquitectura de las décadas posteriores a estas palabras de Banham, en cierto modo, reflejó la explotación de esta idea, en la que el arquitecto se dibujaba como maestro o incluso artista desvinculado de la vocación social de su trabajo. Pero no todos los arquitectos formaron parte de esta deriva, sino que veían precisamente en esa componente servicial y orgánica de la disciplina, una disolución del arquitecto en la sociedad como un integrante más, en este caso especializado, del colectivo que construye el hábitat. Una premisa nunca desvinculada de su vocación artística, que acotaba la irrealidad propositiva del arte a la realidad tangible y construible de la estética.
Un verdadero problema
En 1961, la revista del Colegio de Arquitectos de Madrid dedica su número 31 a la arquitectura educativa, publicando ensayos sobre esta temática, proyectos construidos y las propuestas para el concurso de la Universidad Laboral de A Coruña. Pero entre estos textos hay uno, firmado por estudiantes de la Escuela de Madrid (entre los que se encontraban los arquitectos después afincados en A Coruña Manuel Gallego y Carlos Meijide) en el que estos reflexionan sobre el estado de la profesión, de la enseñanza arquitectónica y de los propios mimbres de la disciplina a raíz de un texto de Reyner Banham publicado unos números antes en esta misma revista. En este ensayo crítico, ponen de manifiesto las circunstancias excepcionales del país debido al impacto de la Guerra Civil, pero también reflexionan sobre los planteamientos más abstractos expresando las carencias de la arquitectura española.
“El verdadero problema de esta arquitectura actual española es el de la carencia de continuidad y de un significado conjunto que conceda a una obra vitalidad y fecundidad. Es patente el éxito conseguido por figuras españolas aisladas en el campo nacional e incluso internacional; sin embargo, no podemos afirmar que estas realizaciones hayan contribuido al planteamiento de las bases para una arquitectura española. (…) Resulta, pues, que la generación, en período de estudios actualmente, se encuentra sin maestros, sin unos superiores de prestigio a los que seguir y con los cuales engarzar en una continuidad histórica, puesto que los representantes de la actitud posbélica de introversión y mal entendido conservadurismo tradicionalista siguen teniendo a su cargo gran parte de la dirección formativa” [Juan Cuenca, Antonio Escario, Manolo Gallego, Carlos Gil Montaner, Adolfo González-Amézqueta, Secundino Ibáñez, Jaime Lafuente, Carlos Meijide, Rodolfo Segura, Bernardo Ynzenga (alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid)]
La presencia de este artículo junto con las propuestas para el concurso de la Universidad Laboral de A Coruña, generan una lectura contextual de relaciones semánticas constantes. Las propuestas presentadas a este concurso se acercan a la voluntad de servicio de la arquitectura, sin abandonar aún el individualismo de las figuras que las firman. El concurso se realizó en torno a una tipología docente muy particular, vinculada a las aspiraciones formativas de la dictadura, pero basada en parámetros organizativos que, ligados al fascismo como la importancia del deporte o las actividades grupales en favor de la disciplina, permiten una composición orgánica e integrada en el territorio dada la diversificación de usos y la cantidad de usuarios. El concurso para la universidad laboral de A Coruña (1960-1961) lo gana la propuesta de los arquitectos Luis Laorga Gutiérrez, José López Zanón, proyecto actualmente construido. Pero a este concurso se presentaron varias propuestas que reflejan esta nueva forma de ver la arquitectura. El segundo premio es, precisamente uno de estos ejemplos. Obra del arquitecto Luis Vázquez de Castro (1926-2017) su propuesta para la universidad laboral de A Coruña es una de los primeras de su carrera en las que obtiene reconocimiento junto con el proyecto para la ordenación urbana de la plaza de la Quintana en Madrid (1955) y el de la Universidad Laboral de Madrid (1962). A lo largo de su trayectoria profesional desarrolló numerosos proyectos relacionados con la ordenación de grandes actuaciones urbanas como unidades vecinales o conjuntos escolares. Entre ellos destacan la Unidad Vecinal de Absorción de Pan Bendito o el Colegio Público Escuelas Aguirre en la década de los setenta (junto con los arquitectos María Juana Ontañón, Manuel López Mateos y Cruz López Müller).
La Universidad Laboral de Vázquez de Castro
En su propuesta para la Universidad Laboral de A Coruña, Vázquez de Castro comenzó su estudio de la parcela a partir de las condiciones topográficas y derivadas del clima, así la orientación de las aulas aparece como factor elemental a partir del cual organizar los módulos que componen el programa. La orientación de los diferentes edificios se realiza conforme a un eje suroeste-noreste de tal manera que los testeros se cerraban y las fachadas quedaban orientadas sureste-noroeste, consideradas más favorables por el arquitecto. Este eje se hace coincidir con las curvas de nivel de tal manera que se generó un ámbito de terreno que era necesario desmontar creando así una superficie sensiblemente horizontal de tal manera que los edificios pueden asentarse sobre esta.
Los módulos incluidos en el programa: cinco unidades de internado (inicialmente eran tres), aulas, laboratorios, salón de actos, biblioteca, capilla, pequeño hospital, viviendas del rector y viviendas de las religiosas. En otro conjunto de módulos separado del primero se situarían las actividades capaces de producir más ruido como talleres de aprendizaje, servicios generales de cocina, oficios, despensas, zonas de limpieza o el comedor común de los alumnos.
Pero la propuesta introduce, además, una componente urbanística. Los módulos y sus conexiones se integran dentro del paisaje, a partir de una decisión de proyecto en la que cada uno de los elementos del programa se reduce a la superficie mínima que debe ocupar. Esta reducción permitía también ajustar el presupuesto, de tal manera que el centro de gravedad del presupuesto se situase en la calidad del espacio y no en los materiales o la escala. El arquitecto describe la materialidad del edificio en la memoria explicando su vocación austera en relación con la tipología del proyecto: “El tipo de edificación es discreto (casi gris), huyendo de inútiles y peligrosos alardes que se consideran innecesarios y fuera de lugar en esta clase de construcciones”.
Su experiencia en arquitectura escolar y en grandes proyectos habitacionales le lleva a formar parte del desarrollo de las políticas constructivas de los espacios escolares como arquitecto de la Oficina Técnica para la Construcción de Escuelas del Ministerio de Educación Nacional (posteriormente Ministerio de Educación y Ciencia). Previamente a este trabajo de dirección, formó parte del departamento técnico que desarrolló las Bases Norteamericanas que se implantaron en España tras los acuerdos de 1953.
La propuesta de Vázquez de Castro ordenada y sencilla, define una manera de proyectar austera y alejada de la sombra de los maestros. Una arquitectura centrada en la integración en el paisaje y en la sociedad frente los alardes formales o la reverencia a los maestros.
Do your own thing
A veces, olvidar el contexto disciplinar y pensar en el proyecto, en hacer aquello que, simplemente corresponde al lugar, es un ejercicio complicado que requiere definir nuevos parámetros de trabajo. La forma, derivada del contexto y de una intención por ajustarse al uso, recrea una organicidad funcional que sirve de base compositiva al proyecto.
“Quiero que mis estructuras sean habitables, con puertas que abran hacia espacios que intriguen. Quiero que arrojen luz sobre lo que está ahí pero no se ve fácilmente. Para un poeta, olvidar que una de sus tareas consiste en explorar qué se siente estar vivo en un lugar y en un tiempo particulares, es equivalente a que un arquitecto olvide que las casas son para vivir en ellas. La forma tiene una integridad curiosa; desea servir. Solamente algunas veces quiere ser solo ella misma” Stephen Dunn
Y, sin embargo, dejar descansar el proyecto en la función no significa olvidar su lirismo, porque el arquitecto no olvida que su tarea es hacer espacios habitables. La capacidad de crear un lugar habitable incluye la escala, la luz, los equipamientos, pero también un conjunto de aspectos atmosféricos, inmateriales que sólo la arquitectura es capaz de dibujar.