Si a una persona que por primera vez recorre parte del Paseo Marítimo de A Coruña (o todo) se le pregunta qué es lo que más le sorprende o llama la atención, es probable que responda las vistas del litoral con la puesta de sol, o el mar cuando se pone bravo, o la barandilla de piedra, o el carril bici, o algunos edificios; es posible también que destaque las farolas rojas de estilo modernista que alumbran un largo tramo.
Cada una sirve de soporte, en su parte más próxima a la base, para más de 1.200 esmaltes que repasan la historia de la ciudad "desde la época de Trajano [siglo I] hasta nuestros días [finales del siglo XX]". Hay cuatro esmaltes en cada farola (305 "en el origen"), dos con forma de lágrima y dos redondos más pequeños, todos distintos; entre As Lagoas cerca del acceso a la Casa de los Peces y el Centro Oceanográfico al inicio del dique de abrigo. La autora de estas piezas es la artista coruñesa Julia Ares.
Ares estaba allí, en el Paseo, el día en que se inauguró el tramo donde lucen erguidas las farolas de color escarlata, el 26 de febrero de 1996. Una parte del camino la recorrió entre el alcalde, Francisco Vázquez, y el entonces ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente entre 1991 y 1996, Josep Borrell (actual vicepresidente de la Comisión Europea), rodeada de ingenieros, técnicos del Estado y del Ayuntamiento, obreros y vecinos.
"Me habría gustado más que hubiera solo un esmalte por farola, uno más grande y no cuatro, pero es lo que me pidieron", reconoce hoy Julia Ares, orgullosa en todo caso por haber puesto su firma en una parte de un paseo "único en el mundo".
Más de mil esmaltes en tres meses
Veintiocho años después de aquella puesta de largo urbanística y artística, Ares recuerda desde su taller y negocio en la calle Curros Enríquez cómo se encontró con la responsabilidad de ser la decoradora de las farolas del Paseo Marítimo de A Coruña. El encargo no lo recibió del Ayuntamiento, sino de Demarcación de Costas, del Estado.
"Me enteré de que querían hacer algo distinto y especial en las farolas, aunque no sabían qué, en una fiesta del Deportivo en el antiguo Temple Bowling, donde había gente del Concello. Yo ya había pensado que se podía hacer algo bonito y significativo. Entonces una madrugada me acerqué al Kiosco Alfonso a una muestra de las farolas que iban a instalar, saqué una plantilla, un cartón y al día siguiente creé una muestra con forma de uña para el hueco de las farolas", rememora Ares.
En esa muestra, la artista dibujó una escena y luego batió cobre, maleó y cinceló el esmalte con forma curvada en su taller de Curros. Unos días después la llevó al Ayuntamiento, donde pasó por varios departamentos, pero hasta nueve meses más tarde no recibió el encargo de diseñar cientos de esmaltes más para el conjunto de las farolas, que se instalarían en las dos aceras del Paseo Marítimo y en parte de la mediana.
"Nadie me dijo nada, pero yo continué dibujando en papel y documentándome sobre la historia de la ciudad. En noviembre de 1995 me llaman, tenía esmaltes hasta morir. Eduardo Toba, que era el jefe de Costas, me recibe y me dice que le encantan, que le encajan en las farolas. No sabía por qué no me habían llamado antes", cuenta Ares. En ese momento empieza una etapa de gran exigencia para la artista con un plazo límite de tres meses para hacer todos los esmaltes, más de 1.200.
"Perdí diez kilos"
En febrero de 1996 Concello y Estado querían abrir otro tramo del Paseo, una de las obras más ambiciosas del mandato de Vázquez, con trabajos que habían arrancado seis años antes. "Perdí diez kilos, me alimentaba con bolsas de Bimanán sin salir del taller". Allí desarrolló Ares una técnica propia de protóxidos para el esmalte a fuego sobre metal, con modelos, los últimos, que pasaron por el horno a más de 1.000 grados.
Llegó aquel 26 de febrero de 1996 y los esmaltes estaban listos. Poco antes, Vázquez había anunciado en una emisora de radio, con permiso de la artista, que el Paseo sería "espectacular" y que las farolas exhibirían sus esmaltes. La había ido a visitar a su taller, e incluso le hizo sugerencias para algunos dibujos. La acosaron a llamadas de teléfono tras dar la primicia el alcalde.
Semanas después, con Vázquez y Borrell estaba Ares. "Solo me faltó inaugurar el paseo a mí", ríe. "Toda la obra fue fruto de años y años de trabajo con ingenieros y obreros. Yo me sentía como una intrusa que solo había hecho una pequeña parte", admite.
La historia de la ciudad junto al mar
Julia Ares, que a los 11 años escapaba del colegio de las Josefinas para asistir como oyente a la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, en la plaza de Pontevedra, es una reconocida artista nacional e internacionalmente. Entre los premios recibidos está el Chairman Award del Royal Museum de Ueno en Tokio. Ha impartido seminarios, realizados multitud de encargos para empresas públicas y privadas y reivindicado con su arte diversas causas solidarias.
Su titánico trabajo para el Paseo Marítimo de su ciudad la dejó "satisfecha", aunque insiste en que hubiera preferido solo un esmalte por farola y, ahora, demanda a las administraciones un serio trabajo de restauración para que estos elementos conserven el llamativo esplendor con el que fueron concebidos.
La historia de A Coruña queda recogida, con la obra de Ares, a pie de calle, con el mar como testigo y la Torre de Hércules como guardiana. Con la época romana en el entorno del faro, con animales, brujas, flores, edificios, deportes y variados temas anecdóticos a lo largo de ese tramo del Paseo (el parque escultórico, el cementerio de San Amaro, Adormideras, la Hípica...).
"¿Qué valor tiene lo que hice? Todo y ninguno", se pregunta y se responde Ares, que añade: "Yo no conozco un paseo igual, y sé de expertos y entendidos que reconocen, en actos o en internet, que estas farolas son las mejores del mundo".