Publicada
Actualizada

El orden de las cosas es una definición utilizada para describir una estructura inmaterial. La rotundidad de la expresión siempre dibuja un cerco de rigidez asociado al carácter inamovible de ese orden, pero girando la mirada hacia donde se supone que no es conveniente, toda esa aparente contundencia es una construcción orgánica y flexible, sin mayor pretensión que la naturalidad propia de la vida. Tergvinder, amigo del poeta W.S. Merwin, coloca una roca en medio del salón de su casa. Merwin relata cómo esta decisión se convierte en un aspecto vital para su amigo. Tergvinder coloca la roca en medio del salón de su casa porque le pareció ‘notable’ y encontraba que ese era el lugar al que pertenecía.

Pronto su perro decidió orinar en ella, también su gato, algo que era molesto porque además había colocado la roca sobre la alfombra. Su mujer, con la que mantenía una relación tensa y frágil tropezaba a menudo con la roca, lo que motivaba un aumento de malestar. Por las noches, afectado de insomnio, recorría la casa, desnudo y llegaba al salón, donde contemplaba la roca volcando sobre ella sus reflexiones llenas de miedos e incertidumbre. Decía que la roca emitía un sonido inconsolable. Ante este sufrimiento Tergvinder solo alcanzaba a decir: es el orden de las cosas. Pero como indica Merwin, la roca de acabó convirtiendo en un objeto que le proporciona paz, porque reconoce su tamaño, textura, forma y materialidad. La roca de Tergvinder es un orden que de apariencia inamovible que, sin embargo, tiene una génesis aleatoria capaz de crear una auténtica narrativa desencadenante de transformaciones vitales. 

En la ciudad parece que siempre hay un orden de las cosas que siguen el proceso de la Roca de Tergvinder (nombre que sus amigos dieron a la piedra). Decisiones que, quizás inicialmente sean incómodas o simplemente requieran de un largo proceso de adaptación en el que la tensión, los choques e incluso las situaciones desagradables constituyan parte de un proceso de cambio. Pero lo relevante de este efecto es que sin una voluntad determinante el efecto de la Roca de Tergvinder transformará inevitablemente la realidad morfológica de la ciudad, algo que se percibirá como el orden de las cosas, el orden natural de las cosas. 

Los lugares cambian, a veces lo hacen en torno a un elemento que se convierte en centro de gravedad casual. Y poco a poco crean a su alrededor un conjunto de normas gobernadas por una natural ingenuidad: “Cuando de niño se nos dice que aún no podemos comprender alguna complejidad es que no se nos sabe explicar, lo que significa inequívocamente que nuestro adulto interlocutor tampoco tiene la tiene absolutamente clara” (Óscar Tusquets. Todo es comparable). El proceso combinado de integración y adaptación en el tejido urbano es conceptualmente simple, aunque las lecturas que se realizan años después sugieren una complejidad casi quirúrgica.  Pero realmente la ciudad se construye a través de capas que se forman de manera simultánea, y una de ellas es aquella que crean sus propios habitantes.

"Desengáñese usted, con los paisajes ocurre como con las posadas de aldea. Cuando llega el viajero y pregunta a la posadera: ¿Qué hay de comer? la posadera contesta: Señor, lo que usted traiga. Pues esto es el paisaje, lo que cada cual traiga" [Arenal, cit en Ortega y Gasset, Revista Occidente, 1930]

Aquello que los habitantes traen

La ciudad, y lo que sus habitantes traen, definen algunos lugares como una gran Roca de Tergvinder, reconstruyendo de forma continua el tejido urbano. Y, aunque algunas obras desaparezcan, el lugar ya habrá adquirido una inercia morfológica sobre la estructura urbana. Esto implica que cualquier edificio que se implante allí se verá sometido a un conjunto de normas, un orden, marcado por el lugar. La memoria de quienes lo habitan se forman poco a poco una idea que adquieren como propia, aunque derivan de las normas del lugar. 

En A Coruña, el desarrollo urbano de la ciudad fue construyendo un hábitat adaptado a cada momento. De esta forma, las diferentes áreas de crecimiento fueron cambiando de escala en función de la tecnología constructiva del momento. Pero la escala es también resultado de la disposición de usos accesorios a la ciudad en terrenos que entonces eran periféricos a la ciudad: edificios industriales, dotacionales, educativos o sanitarios, cuya dimensión, mayor a la del tejido residencial transformaba la escala cuando desaparecía. En el camino nuevo, actual calle Juan Flórez, se situaban algunos complejos fabriles, pero también grandes propiedades con viviendas que formaban una estructura de baja densidad. Estos terrenos fueron paulatinamente sucumbiendo al crecimiento de la ciudad, fragmentándose de tal manera que las nuevas obras se adaptaron a los recursos y huellas existentes. 

El camino nuevo, actual calle Juan Flórez, ha sufrido numerosos cambios formales, especialmente en la primera mitad del siglo XX. El entorno de la plaza Pontevedra y la situación periférica respecto a la ciudad, entonces formada por la ciudad vieja, el barrio de la pescadería y las primeras obras del ensanche. En este entorno se situaban construcciones de gran escala como la plaza de toros, una de las fábricas de gas (calle Fernando Macías), fábrica de vidrio, taller y, entre ellas, un cuartel de la Guardia Civil junto con una corrala que servía como viviendas. 

Fotomontaje Nuria Prieto

El cuartel de la Guardia Civil de la calle Juan Flórez, ocupaba la esquina formada por esta y la calle Médico Rodríguez, se trataba de una construcción sólida y rígida. El primer proyecto que se propone para esta construcción militar es del arquitecto Antonio de Mesa, quien en 1920 propone un edificio muy similar al que posteriormente se construyó. El proyecto de Mesa planteaba un alzado de ritmo rígido y aspecto marcial que recordaba a la arquitectura castrense propia del siglo de oro como el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El proyecto situaba en el vértice de la esquina, un volumen en forma de torre, que se elevaba por encima de la línea de cornisa. El acceso principal se situaba hacia la actual calle Médico Rodríguez, ocupando el centro de la fachada con un gran arco que permitiese el acceso de vehículos grandes como carruajes o caballería.

La fachada se replicaba hacia la calle Juan Flórez, situando también una puerta de acceso en el centro. El cuartel contaba con tres alturas y bajocubierta exceptuando las torres en las que esta última planta se elevaba por encima de la cubierta. Hacia la calle Juan Flórez, el volumen contaba con buhardillas, no así hacia a la calle Médico Rodríguez, donde el arco central definía una monumentalidad que alteraba el carácter de la fachada. El edificio, no construido serviría también de vivienda a los guardias civiles que formasen parte del acuartelamiento. Antonio de Mesa presenta una propuesta con leves variaciones estéticas, en una composición que recuerda ligeramente al lenguaje de la Fábrica de Tabacos. 

Proyectos para Casa Cuartel recogidos en “A Coruña: arquitectura desaparecida”

Proyectos para Casa Cuartel recogidos en “A Coruña: arquitectura desaparecida”

Formas urbanas

Esta interesante propuesta nunca llegó a construirse, pero a los pocos años se ejecutaría una construcción muy similar, casi idéntica con una cierta limpieza ornamental. La propuesta construida mantiene el ritmo de huecos, así como la configuración con torres en las esquinas, pero introduce modificaciones en la monumentalidad de la entrada. Además de esta pequeña modificación estética, se produce un cambio morfológico en el que el cuartel encaja en su interior una corrala de viviendas en forma de ‘L’ abierta al patio del cuartel. La tipología residencial de corrala no era muy común en la ciudad, sólo se conservaron un puñado de ejemplos, siendo el de la casa cuartel uno de los más notables.

En una de las fotografías antiguas de la ciudad más populares de esta zona se puede observar la convivencia del cuartel con la plaza de toros. En la década de los sesenta su deterioro llevaría a la decadencia a la estructura, por lo que fue derribado construyéndose en su lugar tejido residencial y uno de los edificios más icónicos de la ciudad: los grandes almacenes el Pote, obra de Andrés Fernández Albalat, una obra que requiere mayor análisis. Tras el cierre del edificio comercial, la parcela sería ocupada por el Hotel Hesperia. A pesar del paso del tiempo la parcela ha sido siempre ocupada por edificios que han mantenido la misma volumetría de tal manera que la morfología urbana se ha mantenido constante a lo largo del tiempo. Convirtiendo lo que era una construcción rígida en un orden urbano. 

Corrala de Juan Flórez

Corrala de Juan Flórez

Reclamaciones

Las ciudades tienen un orden, pero no siempre es predecible, y tampoco es romántico, sino que simplemente es el resultado de un conjunto de acciones o situaciones. Así se crea la memoria emocional, pero también la morfológica del lugar. Los acontecimientos construyen la ciudad.

Foto: Nuria Prieto

“Mil novecientos sesenta y uno, el año en que se publicó Archigram núm.1, presenció a Yuri Gagarin, a John F. Kennedy y a la píldora abrir las nuevas fronteras del espacio, de la política social y del cuerpo. ¿Reclamarían los arquitectos su parte?" - Simon Sadler

Y es que en muchos de esos órdenes de las cosas hay arquitectos que, en silencio han propiciado la forma de la ciudad. Quizás sin pensarlo, dibujaron formas que perdurarían más allá de las obras construidas, trazos que se quedaron marcados en el territorio y en el hábitat.