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El proyecto de Milagros Rey Hombre para la playa de Santa Cristina frente a A Coruña
En la década de los sesenta, la arquitecta Milagros Rey Hombre, la tercera mujer en titularse y ejercer esta profesión en España, proyecta para la playa de Santa Cristina un conjunto de proyectos por encargo de la promotora Sancrisa. Primero realizará una consolidación del arenal y seguidamente proyectará un hotel.
A veces es cautivante pensar que hay lugares que nunca cambian. La permanencia del lugar dibuja la persistencia de la memoria. Lejos de las lecturas crítico-paranoicas que esa persistencia daliniana pueda sugerir, la memoria como mecanismo de registro emocional crea un relato del lugar inseparable de la propia biografía. La escritora Susan Sontag explicaba que “la belleza no tiene que ver con la apariencia física, sino con la forma en que nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos”, por ello la interpretación de un lugar, incluso aquellos que nunca cambian, se perciben de formas diferentes. La mirada sobre el lugar es siempre un trabajo de asimilación y lectura individual.
“Lo que hace que la primera visión de un pueblo, de una ciudad, en el paisaje sea tan incomparable e irrecuperable es la rigurosa conexión entre el primer plano y la distancia. La costumbre aún no ha hecho su trabajo. En cuanto empezamos a orientarnos, el paisaje se desvanece de golpe como la fachada de una casa al entrar en ella. Todavía no ha ganado preponderancia a través de una exploración constante que se haya convertido en hábito. Una vez que empezamos a orientarnos, esa primera imagen ya no se puede recuperar”. Walter Benjamin, One-Way Street and Other Writings (1928)
Quizás hay lugares que nunca cambian, o que lo hacen de tal manera que, simplemente lo parece, aunque, en realidad, sea la adaptación del ojo al lugar de tal manera que las pequeñas transformaciones sean imperceptibles. En ocasiones, el trabajo de la arquitecta o del arquitecto consiste tan solo en comprender el lugar y asegurarse de que las cosas permanecen tal y como estaban. No en un sentido estricto, sino desde un punto de vista perceptivo.
Dentro de la profesión arquitectónica, es muy popular el encargo de 1996 a los arquitectos Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal para la plaza Leon Aucoc en Burdeos. Tras el encargo, los arquitectos hicieron el trabajo de campo habitual: visitaron la plaza en varias ocasiones, hablaron con los vecinos (usuarios del espacio) y tomaron datos. Pero llegaron a la conclusión de que no era necesario intervenir con un proyecto, sino mantener la plaza porque morfológicamente era correcta y su uso, no solo el adecuado, sino que además era enriquecedor y vivo para los habitantes y la ciudad. A cambio propusieron destinar el encargo a otros fines como la limpieza de la plaza, la reordenación de algunas circulaciones, reposición de algún elemento dañado y el cuidado de unos magníficos tilos que la completaban. Inicialmente, el ayuntamiento no aceptó esta propuesta exigiendo una “mejora estética” o un “embellecimiento”, lo que llevó a los arquitectos a realizar una reflexión razonada sobre el concepto de belleza, estableciendo un discurso sobre la estética como función.
Los errores de la memoria
No hacer nada, o hacer como que no se ha hecho nada, es en sí una idea de proyecto quizás más compleja de desarrollar que la propuesta de algo innovador. Esta decisión implica trabajar sobre la persistencia de la memoria, pero no la personal, sino la colectiva, que está compuesta del tacto, la mirada, el sonido, el olor, y miles de experiencias de personas muy diferentes. Cada una de esas personas, tiene su propia memoria sobre el lugar, una que no quiere perder, al menos en su esencia.
“Aún persistirá la mente sin sosiego, / de modo que quisiéramos escapar, y volver / a lo que ha estado compuesto hace ya tanto. / Lo imperfecto es nuestro paraíso. / Adviértase: el deleite, en la amargura, / cuando es tan intenso lo imperfecto entre nosotros, / son palabras erradas y / sonidos porfiados.” Wallace Stevens
Pero, aunque la memoria crea lugares perfectos, en realidad nunca lo son. Quizás eso no es algo tan importante porque como escribía Jorge Luis Borges, con cierto sarcasmo, “las erratas mejoran mis textos”. La arquitectura describe una nueva etapa en la biografía del lugar y un pequeño enriquecimiento en su memoria.
En A Coruña, la morfología del territorio y su soporte topográfico determinan de una manera definitiva la construcción del lugar. La presencia de esta estructura define un paisaje y por extensión una atmósfera del lugar. La playa de Santa Cristina, aunque no forma parte del ayuntamiento coruñés, si define la imagen de la ciudad y del territorio. En la década de los sesenta, se encarga a la arquitecta Milagros Rey Hombre un estudio de la playa para la consolidación y preservación del arenal. Además, sobre este se situaría un hotel también encargado a Rey Hombre. La arquitecta, titulada en 1960 e hija del también arquitecto coruñés Santiago Rey Pedreira, fue la tercera mujer en ejercer la profesión en España. Apenas un año y medio después de titularse y trabajar para la Regiduría Central de Falange Española en Madrid, fija su residencia profesional en el número 7 de la calle Sánchez Bregua en A Coruña. Aunque ejercía la profesión liberal como arquitecta, también fue jefa de la Sección Técnica del Ayuntamiento.
Un proyecto en la playa
El proyecto de consolidación del arenal de Santa Cristina, es solo el primer proyecto de un conjunto de tres a propuesta de la promotora Sancrisa quien confió en Rey Hombre para su desarrollo. Tras la consolidación del conjunto natural, desarrolló un proyecto para un hotel y otro para un conjunto de apartamentos. La idea de la promotora que se ve reflejada en las propuestas de Rey Hombre, buscaba definir esta área como un lugar de referencia para el turismo nacional. El proyecto de consolidación de las dunas se sustentaba en mantener el arenal unido, y evitar que la presencia del puerto, así como las futuras transformaciones que afectasen a la ría o a su entorno, no fracturasen la morfología de la playa y el arbolado. Dentro de este proceso, Rey Hombre sitúa el hotel en un punto intermedio que permite afianzar el conjunto natural. En 1966 desarrolla el anteproyecto para Hotel de 1ªB, un volumen de tres plantas con bajo y terraza, sobre la cual se dispondría una pérgola de hormigón.
El lenguaje del proyecto era moderno, pero se trataba de un conjunto de elementos que no necesariamente aplicaba los parámetros estrictos de este, sino que se adaptaba al contexto español, sometido a una dictadura y con una cierta escasez de medios. La estructura, de hormigón armado, era muy sencilla, permitiendo la liberación completa de la fachada, lo que facilitaba la creación de una fachada casi completamente acristalada, lo cual no solo permitía una gran visión del paisaje, sino que dotaba al establecimiento de una imagen vanguardista. La complejidad solo residía en la cimentación, ya que su cercanía al mar obligó al uso de pilotes. Además, el edificio contaba con sótano destinado a garaje, lo que complicaba la cimentación.
Cada planta contaba con trece habitaciones, la mayoría estaban formadas por un estar y un dormitorio, siguiendo los parámetros del veraneo de la época en hoteles de esa categoría. En la planta baja, el esquema se alteraba ligeramente debido a la integración de las áreas comunes, como cafetería, salón, comunicaciones verticales y evidentemente la recepción. La pérgola de la terraza es un elemento significativo y que dotaba al proyecto de singularidad con respecto a cualquier tipo de edificio similar en la zona. La pérgola seguía el esquema estructural del conjunto, pero se remataba con una cubierta ondulada que, si bien era una referencia figurativa al mar, también se constituía como un modesto alarde de diseño, una losa que simulaba ser una membrana. La fachada proyectada por Rey Pedreira mostraba una imagen sin pretensiones, con acabados muy sencillos, en los que el esfuerzo se centraba en el rigor estructural y funcional. La potencia aparente de la fachada de vidrio se amortiguaba mediante la inclusión de un conjunto de barandillas de madera que enfatizaban la horizontalidad de la pieza y situaban su materialidad en el contexto natural del lugar.
En la actualidad el hotel se mantiene en el mismo lugar, si bien el proyecto es ligeramente diferente al original, cuenta con una altura más y la envolvente ha sido completamente remodelada. En una de sus últimas entrevistas, Rey Hombre comentaba sobre esta intervención, de manera desapasionada, que “al menos había conseguido que no se partiese el arenal”.
Trazar líneas
A veces, consolidar un lugar, significa preservar una memoria. Pero como en una fotografía, conviene comprender que esa imagen es tan solo una instantánea que capta no solo una escena, sino que transmite un conjunto de emociones asociada a la atmósfera que recrean. Dejar crecer un árbol junto a la casa sería tonto, como afirma la poeta Jan Hirschfield, porque incluso en el tiempo de una vida sería necesario escoger entre la paz que transmite ese ser vivo y el desorden de platos y libros dentro de la casa. La escala perceptiva que plantea Hirschfield busca el contraste entre el interior y el exterior, lo vital y lo trascendente, la escala de la mundanidad diaria y aquello que el ser humano entiende como simbólico. La presencia del árbol crearía una memoria mayor que la de los pequeños detalles sin importancia del interior de la casa. Un relato que combinaría aquello que nunca cambia con aquello que está completamente transformándose.
“La arquitectura es un gesto. No cualquier movimiento funcional del cuerpo humano es un gesto. Como tampoco cualquier edificio funcional es arquitectura” Ludwig Wittgenstein
Hay gestos que quizás no significan nada, pero que consiguen mantener la memoria de los lugares. Quizás porque esta es tan solo la forma en la que los seres humanos nos relacionamos con ellos. Sentir, tocar y pasear es un ejercicio capaz de crear una sólida memoria que, siempre estará en la mente del arquitecto antes de trazar la primera línea, o de decidir no trazarla.