Hay algo magnético al contemplar un nuevo diseño de algo aparentemente común. Una sorpresa o atracción que se intensifica al contemplar un medio de transporte como un avión, un tren o un coche. En la película El Cielo sobre Berlín de Wim Wenders (1987), una de las escenas retrata la conversación de los dos ángeles protagonistas sentados en un BMW descapotable que se encuentra en el escaparate de un concesionario. Mientras tiene lugar su conversación sobre lo que han visto ese día y que deriva en postulados cercanos a los de Friedrich Nietzsche, la gente que pasea por la calle se detiene ante el escaparate y observa los coches. No pueden ver a los ángeles, pero éstos sí pueden escuchar sus pensamientos y anhelos, mientras contemplan lo que a sus ojos son magnéticos objetos de diseño vanguardista.
La contemplación de un coche de diseño memorable como el Lancia Stratos Zero (1970), el Ford Mustang GT 390 de Highland Green (1968) o el Aston Martin DB5 (1964) libera la imaginación y crea un proceso de identificación en el que se puede percibir la velocidad o la emoción de conducirlo. El diseño de un objeto con capacidad para moverse según la voluntad de quien lo lleva crea la ilusión de poseer el control completo del diseño. En torno al automóvil, además, se suele generar una atmósfera narrativa del mito. Cada modelo transforma su razón de ser en una historia que explica el concepto que le da sentido, argumento que se suele aprovechar en muchas ocasiones como fragmento constructivo de una narración mayor como la definición de un personaje en una película o como elemento atmosférico que dibuja un escenario. Así, hay personajes como James Bond o actores como Steve McQueen que resultan inseparables de un coche que, además presenta un estilo muy concreto. Y es que este tipo de diseño es quizás, el que más se acerca a las emociones puras que construyen los anhelos y los sueños. Los mismos que los ángeles de El cielo sobre Berlín escuchaban de los berlineses que identificaban aquellos coches con su propio futuro, y el de una ciudad que, aunque dividida, soñaba con reconstruirse y cerrar las heridas de un pasado terrible.
La arquitectura del coche
La arquitectura en torno al automóvil suele tratar de reflejar esa misma emoción e identificación del coche con su escenario, al igual que este se identifica con una persona. La vanguardia suele estar presente en el lenguaje elegido para las arquitecturas automovilísticas. Su elección suele responder a alguno de los conceptos utilizados en el diseño de coches como la ligereza, la aerodinámica, la solidez, la potencia o la vanguardia.
Los concesionarios de coches e incluso las gasolineras, como arquitecturas vinculadas al coche son capaces de adaptarse al lenguaje de la máquina. Cuando el arquitecto Reyner Banham (1922-1988) visitó Los Ángeles, su amigo, el pintor Ed Ruscha (1937), le recomendó visitar las gasolineras si quería comprender la ciudad. Y es que hay ciudades cuyo lenguaje es el coche, un diagnóstico habitual que, si se invierte puede revelar cuáles son las claves de la arquitectura del automóvil.
En A Coruña, existen varios concesionarios icónicos como la SEAT de Andrés Fernández Albalat o la Renault de José María Iglesias (1959). Estas obras utilizan un lenguaje vanguardista que construye una estética cercana a la modernidad del coche. Uno de lo más singulares, sin embargo, desapareció en 2007. El concesionario de Louzao situado en la avenida de Alfonso Molina no sólo fue una obra para albergar coches, sino que además se convirtió en símbolo de acceso de la ciudad. Proyectado por el arquitecto Domingo Tabuyo, el concesionario del Grupo Louzao se trasladó desde la calle Orzán a esta nueva ubicación en 1977. Entonces fue el mayor concesionario de Mercedes de España.
Domingo Tabuyo (fallecido en 1988) fue uno de los arquitectos que introdujo el estilo brutalista en la ciudad. Entre sus obras destacan el edificio NorControl (antiguo edificio Marcos Naveira e Hijos, NVI), el Aeroclub de Alvedro, El Circo de Artesanos, la iglesia de San Rosendo o el edificio Utande, situado en la NVI (Espíritu Santo, km 581). Aunque este estilo está presente en otros edificios como la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (Rodolfo Ucha Donate, Juan Castañón y José María Laguna) y la sede de la AEAT (José R. Miyar Caridad). La obra de Domingo Tabuyo no ha sido aún suficientemente estudiada, pero su contribución a la arquitectura coruñesa es fundamental para comprender la construcción de la ciudad en la década de los setenta y ochenta.
El concesionario de Louzao
El concesionario de Louzao estaba formado por un bloque de planta cuadrada del que emergían dos volúmenes: una pastilla longitudinal en la fachada principal y otro, de proporción vertical que se convertía en imagen del edificio. Todo el conjunto estaba formado por una estructura de hormigón armado que se dejaba vista al exterior. Los huecos de la estructura se cerraban mediante una envolvente acristalada. Pero el elemento más destacable es el bloque que sobresale verticalmente en el lado izquierdo de la fachada.
Este elemento singular, estaba formado por una estructura de hormigón armado que albergaba un montacargas en su interior como si se tratase de un gran pilar hueco. De la parte superior se descolgaba una subestructura pensada para servir de escaparate de coches. En este espacio se expusieron hasta tres modelos diferentes de Mercedes, siendo el más recordado el Mercedes-Benz W115 amarillo que resistió en dicho lugar hasta el derribo del edificio.
La estructura de hormigón del edificio se presenta en su imagen natural, mostrando la marca del encofrado. El frente de cada forjado se remata proyectando ligeramente la fachada de tal manera que se creaba una línea de sombra que dotaba de volumen a cada planta. Esta misma estrategia compositiva se trasladó al cajón expositivo colgado de la torre, mediante el achaflanado de las aristas. El achaflanado de las aristas de esta subestructura crea un efecto de esponjamiento, que hace más visible aquello que se expone en su interior. La combinación de ambos materiales: el carácter pétreo del hormigón y la fragilidad reflectante del vidrio, crean un contraste que permite percibir el cubo de vidrio como una piedra engarzada, lo cual resalta más su valor. El coche de su interior, de color amarillo aún resultaba más llamativo dentro de este contenedor arquitectónico.
El brutalismo aparece como un estilo arquitectónico que transforma la estética tras la Segunda Guerra Mundial. Frente al dolor, la tristeza y la humillación, el brutalismo es una reacción casi psicológica que busca mostrar la solidez y la protección. La presencia del hormigón armado visto como materialidad esencial del brutalismo inscribió a este estilo de forma natural en la vanguardia propositiva. Estas obras, de volúmenes rotundos e imagen sólida ya forman parte de la ciudad, y su ausencia se percibe como un gran vacío.
El magnetismo del diseño
La arquitectura del automóvil es, en realidad la casa del automóvil. Wang Shu afirmaba “Para mí cualquier tipo de arquitectura, sea cual fuere su función, es una casa. Solo proyecto casas, no arquitectura. Las casas son sencillas. Siempre mantienen una relación interesante con la verdadera existencia, con la vida”. La auténtica arquitectura es en realidad un hábitat que se construye con el lenguaje de quienes lo habitarán.
“La contemplación de la belleza (…) nos lleva a volver la mirada inconscientemente hacia nuestro pasado y a enfrentar nuestro ser más íntimo con la belleza absolutamente inalcanzable que se acaba de revelar ante nosotros” Vladimir Nabokov
A veces, la arquitectura aparenta ser solo un contenedor, pero en realidad impulsa el magnetismo hacia la contemplación de la belleza, de un diseño que a ojos de quien lo mira es algo sorprendente.