Foto: Nuria Prieto

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El edificio de la Agencia Tributaria de A Coruña: una enorme roca

La sede de la Agencia Tributaria en A Coruña es un edificio construido en 1973 obra del arquitecto José Ramón Miyar Caridad, también autor del edificio Aliko o el Edificio Las Nieves. Polémico, problemático y contradictorio, el edificio con su estética brutalista emerge como una enorme roca en la bahía de Orzán-Riazor.

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En el tema Otherside de Red Hot Chilli Peppers un verso dice “I Heard your voice through a photograph” (escuché tu voz a través de una fotografía). La foto evoca al pasado, concluyendo “Once you know you can never go back, I gotta take it on the other side” (una vez que sabes que no puedes volver atrás, lo tengo que llevar por el otro lado). La contradicción define el argumento narrativo de Otherside como dualidad interna entre el bien y el mal dibujado, a través de límites difusos o borrosos que replican la realidad. La complejidad que entraña una contradicción interna, externamente se puede interpretar con sesgo ético, diluyendo las acciones en una lógica interna que dirige la propia vida. La mirada es, quizás, la que descubre el mundo, igual que descubre la ciudad, y ahí puede aparecer la contradicción. La cuestión, como indica Carl Dennis en el prólogo de Night School “la intención de descubrir un mundo que no nos es fácilmente accesible a través de una mirada normal pero que puede ser subsanado con la ayuda de nuestra imaginación (…) Solo si imaginamos una nueva forma de mirar, distinta a la que nos ofrece nuestro yo presente, podremos, quizás, reconocernos y saber quiénes somos. Solo si imaginamos qué se encuentra detrás de las cosas; lo oculto en las vidas de los demás, podremos ver la vida de los otros como un todo.  Solo si concebimos un mundo social distinto del que nos parece que habitamos, podremos tener un sentido de pertenencia”.  

La ciudad está compuesta por espacios heterogéneos que se forman a través de diversos mecanismos: superposición, dilución, adaptación, yuxtaposición o reconstrucción, todas estas transformaciones o mutaciones derivadas del devenir de la sociedad. Hay edificios y espacios que se comportan como la Roca de Tergvinder que describía W.S. Merwin, es decir, son esos extraños objetos molestos inicialmente, estéticamente desagradables, que incluso generan problemas reales muy graves entre quienes conviven con él a diario, pero que, con el paso del tiempo, su ausencia es inconcebible. Y no sólo eso, sino que termina por convertirse en necesidad escénica y emocional como un contrapeso para mantener el equilibrio de la realidad habitada. 

La construcción de la ciudad responde a la latencia de cada momento, a un contexto concreto en términos tecnológicos, sociales, formales y estéticos. Así, el espacio habitado se convierte en testigo y memoria del tiempo. Con el tiempo, algunos edificios se fosilizan en la ciudad, constituyéndose como formas reconocibles como instantes de una biografía. La arquitectura tiene la capacidad de transmitir de emociones, pero también de fijar instantes positivos o dolorosos en la historia de la ciudad. El brutalismo es un estilo arquitectónico que articula el lenguaje desgarrador de la posguerra europea. Aparece en la década de los cincuenta como reacción al dolor, a la inseguridad, a la incertidumbre y el miedo provocado durante la primera mitad del siglo XX debido a las dos guerras mundiales. La reacción frente a un trauma teje una red que inevitablemente desborda el comportamiento ‘mecánico’ de la sociedad en favor de expresiones culturales que buscan mostrar los sentimientos como mecanismo de sanación colectivo. Pero también se produce una atmósfera de desconfianza que el poeta británico WH Audedn retrataba en “La caverna de la creación” (The cave of making) en 1965, porque el mundo, la sociedad, no volvería a ser igual. La presencia de cicatrices obliga a una convivencia estrecha con la memoria del dolor como mecanismo de contención frente a la repetición de los errores y sus dolorosas consecuencias. 

Foto: Nuria Prieto

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La arquitectura, como herramienta al servicio de la sociedad, construye el hábitat pero también lo dota de identidad a través del conjunto de emociones que es capaz de transmitir. La arquitectura brutalista mostraba una imagen sólida y masiva, pero a través de su estética era capaz de crear emociones de monumentalidad y respetabilidad. Frente a una sociedad de códigos morales fracturados y una desconfianza latente, los valores de la monumentalidad representan un ancla emocional. Con el paso de las décadas el carácter masivo y monumental del brutalismo se ha diluido en favor de una imagen escultórica en muchas ocasiones y hostil o dura en otras. La arquitectura brutalista, desde una perspectiva contemporánea se articula como un vestigio de un pasado cercano, vagamente monumental pero aún representativo de un periodo y un estado de ánimo social.

Foto: Nuria Prieto

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Arquitectura brutalista

En A Coruña, el brutalismo se encuentra presente en algunas obras significativas como la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, el desaparecido concesionario Louzao o el edificio ‘Ocaso’ en la Plaza de Pontevedra. Pero uno de los más destacables es el edificio de la Agencia Tributaria. Su posición urbana, escala y materialidad junto con una estética brutalista, lo convierten en uno de los edificios más controvertidos de la ciudad. La sede de la Agencia Tributaria en la ciudad se construyó a principios de la década de los setenta, finalizándose la obra en 1973. Obra del arquitecto José Miyar Caridad, el edificio responde a la necesidad de albergar todos los servicios de la agencia tributaria que entonces se encontraba en la calle Durán Loriga. Al mismo tiempo, se estaba produciendo un proceso de reestructuración del sistema tributario del país derivado de la crisis del petróleo así como de los cambios que se vislumbraban en los últimos años de dictadura. El plan de austeridad económica de 1967 provocó reformas que significaron el comienzo de una profunda transformación a partir de 1968, así la década de los setenta representa una tecnificación de todos los aspectos vinculados a la administración de hacienda. La reestructuración de la Administración General del Estado resultado de la transición democrática conllevó la aplicación de un conjunto de reales decretos en 1977 que culminaron dicha reorganización, y que probó que las nuevas sedes de la agencia tributaria podían albergar los usos requeridos. Estos cambios se constituyeron la base del sistema de Hacienda actual.

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Pero la nueva sede de la Agencia Tributaria no era un proyecto improvisado, sino que respondía a un conjunto de convocatorias a nivel nacional para renovar y proporcionar a diferentes capitales de provincia edificios dotacionales. Estos concursos tuvieron lugar décadas antes de la construcción del edificio de A Coruña. En A Coruña, había tenido lugar un concurso en 1956, del que resultó ganadora la propuesta diseñada por los arquitectos Alejandro de la Sota (Pontevedra-1913, Madrid-1996), Ramón Vázquez Molezún (A Coruña-1922, Madrid-1993) y Antonio Tenreiro (A Coruña-1893. Íbidem, 1972). La parcela asignada a este proyecto se situaba próxima al puerto y a la actual comisaría de la policía nacional. Pero este, con una estética propia del movimiento moderno aplicado en España, nunca se llegó a construir. De manera análoga a lo largo de la década de lo sesenta se convocan concursos para la construcción de delegaciones de Hacienda en otras capitales de provincia. 

Rocas que crecen

La sede de A Coruña, es un gran edificio, de siete plantas cuya altura es posible gracias al Plan General de 1967 desarrollado por los arquitectos José Antonio Corrales Gutiérrez, Ramón Vázquez Molezún y José María Pagola de la Puente. que libera ciertas restricciones y permite que la ciudad crezca. Este gran volumen ocupa la parcela que hasta entonces había sido cochera de los tranvías de la ciudad. Con el nuevo plan general y las transformaciones urbanas que estaban llevando la industria, entonces situada en el entorno de Orzán, a las afueras de la ciudad. La enorme parcela, permite un edificio de gran envergadura que se constituye como un volumen fragmentado u horadado que da frente a la fachada marítima. La ubicación, y su morfología lo aproximan de manera abstracta al juego de confusión entre arquitectura marítima y arquitectura naval, composición terminológica que está presente en la galería tradicional de la ciudad donde el edificio próximo al mar hace suyo un elemento propio de la construcción naval. En este caso, este juego parece acercarse más a una imagen rocosa, como un conjunto que emerge del territorio simulando ser una topografía artificial, especialmente cuando su materialidad original en hormigón armado era aún visible. De hecho, las carpinterías de color negro se colocan a haces interiores de tal manera que los huecos generen grandes líneas de sombra (especialmente notables en verano con luz más intensa) resaltando esta condición volumétrico-rocosa. Sin embargo, la transformación de la fachada en la actualidad ha provocado una mayor definición de las líneas y acerca más su volumen a una fragata militar que a una formación topográfica. 

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Entendiendo el edificio como un gran volumen rocoso perforado de forma natural y artificial, se comprende la morfología de un volumen que contrasta de forma tan radical con las edificaciones próximas. Y es que la diferencia de escala con las Escuelas da Guarda crea una enorme grieta en el trazado urbano que se ve subrayada por la salida del aparcamiento subterráneo. Sin embargo, la imagen de una roca similar a los pilares de Lena (Rusia), el Tsingy de Bemaraha (Madagascar) o los cañones del río Trejo a su paso por Setenil de las Bodegas (Málaga), crea una topografía completamente artificial, habitada que con la veladura que proporciona la inserción dentro de la corriente brutalista le proporciona un cierto carácter monumental en sentido perceptivo. 

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Una estructura masiva

La estructura del edificio ejecutada en hormigón es masiva, aunque incorpora pilares tanto en su interior, como en el contacto con el terreno y en aquellos puntos en los que es necesario para aliviar la longitud de algunos voladizos. La estructura responde a la forma, pero dada su magnitud ha de incorporar juntas de dilatación en dos puntos, algo que solo se percibe por la duplicación de apoyos al encontrarse con el terreno, alterando la sección de estos con una separación claramente visible. Los apoyos se diluyen en la fachada de tal manera que, al no percibirse estructura, se refuerza la idea de formación rocosa. Este mismo efecto sucede en la disposición de los huecos, ya que estos parecen estar dispuestos de manera libre, cuando en realidad son recortes posibles gracias a la liberación de la estructura. Así mismo, la presencia de voladizos enfatiza los recortes y la volumetría. 

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El volumen se estrangula de forma descentrada emergiendo de él un elemento similar a un conjunto de torres que albergan las comunicaciones verticales. Esta configuración solo se percibe desde la fachada que da al mar, en el frente a la calle Comandante Fontanes, sin embargo, esta es casi plana, si bien aparecen un gran hueco acristalado en una posición casi simétrica a la deformación de la cara opuesta. La fachada hacia la calle Comandante Fontanes es más monumental, y responde casi de manera especular al conjunto de edificios que se encuentran tras él. La experiencia en relación a este edificio es muy diferente en sus dos fachadas, mientras que en una aparece como un gran edificio impenetrable (calle Comandante Fontanes), en la otra las perforaciones permiten incluso introducirse o resguardarse bajo él como en una cueva en la que, además, las diferentes plegaduras propias de la roca crean un recorrido en cierto modo, orgánico. 

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El edificio de la Agencia Tributaria, polémico y radical, ha sufrido algunos cambios en los últimos años en su fachada, para mejorar algunos daños y optimizar su comportamiento energético. La nueva solución constructiva de la envolvente sin embargo, no ha dado el resultado previsto provocando una situación que obliga a una nueva reforma. Su posición, tan expuesta al mar, así como la gran dimensión del edificio, obligan a soluciones muy estrictas en términos constructivos y económicos que dificultan la intervención. 

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Aquello que sobrevivirá

La contradicción solo se ve desarmada por un pequeño gesto: el matiz. Introducir un matiz en un debate de argumentos contradictorios, sea este un monólogo interno o una conversación, crea una historia para el argumento o conjunto de argumentos que defienden una posición. También lo hacen para la contraria. La aparente magia, sucede en el relato de esa historia, porque en ella, aparecerá de forma natural una pequeña componente emocional y es esta la que conecta ambas posturas. El matiz solo crea una forma diferente de ver las cosas, suelta los anclajes en favor de una deriva que permite la fluidez de las ideas hasta reconstruir un argumentario más rico que convive y asume las contradicciones. 

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“Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos” George Perec

La arquitectura, al igual que escribir, busca excavar el vacío de la ciudad dejando algo. A pesar de las contradicciones, de los diferentes lados de una misma realidad o del rechazo frontal de una solución desafortunada, la imagen de la ciudad se ve atravesada por todo aquello que alguna vez sucedió. Los edificios, sean como sean, se convierten en aquello que nos sobrevivirá.