Sara González Veiga es una ferrolana de 24 años que, como muchos otros jóvenes, se ha criado en un ambiente muy vinculado a la industria naval. Su abuelo trabajó en la antigua Bazán y esta joven, graduada en el doble Grao de Dereito e Relacións Laborais por la USC, había escuchado desde muy pequeña historias sobre el estrecho contacto que los operarios mantenían con el amianto.
"Desde abrigarse con planchas de amianto a fumar un cigarro en zonas repletas del material", detalla Sara a este diario, apuntando que, por aquel entonces, comprendió que lo que estaba escuchando era una "auténtica barbaridad". Tras su paso por el IES Saturnino Montojo, Sara decidió que quería estudiar una carrera vinculada a los derechos del trabajo y las publicaciones del fotoperiodista ferrolano, Rober Amado, en relación a las víctimas del amianto volvieron a prender la mecha del interés en la materia.
En quinto de carrera llegó la necesidad de ponerse a buscar una temática para sus Trabajos Fin de Grado que, al cursar una doble titulación, se deben realizar por partida doble. Sara tenía claro que quería abordar la temática del amianto con "un enfoque feminista y perspectiva de género".
Su tutor, Joaquín Vidal, advirtió a Sara de la complejidad que entrañaba su propuesta. "Sobre amianto hay muchísimo, pero adelanto a cualquiera que se proponga trabajar este tema que no hay nada sobre mujeres y amianto", determina la ferrolana.
Bucear en sentencias
En febrero de 2021, fallecía su tutor y Sara perdía ese faro que, con una charla de orientación, había motivado que la joven optase por estudiar esta titulación. En ese momento, detalla la autora del trabajo, se planteó si dejar esa vía de investigación, aunque finalmente decidió ir a por todas. "Aunque cueste respirar: Estudio del amianto con perspectiva de género", vería la luz tras largas jornadas de investigación, lectura de sentencias y estudios de países como Estados Unidos, Francia, Alemania o Dinamarca que, en esta materia, han evidenciado significativos avances en investigación.
Una sentencia española abrió el camino para la investigación de Sara que relata a este diario como una mujer fue diagnosticada de cáncer y, tras activarse el protocolo de contacto con amianto, se acabó determinando que su enfermedad había sido motivada por coser sacos repletos del producto.
"Inicialmente, cuando le preguntaron si ella había trabajado con este material, ella no era consciente", detalla Sara que tiene claro que existe una discriminación de género en relación a esta enfermedad.
Sectores como el de limpieza o el de lavandería o las múltiples víctimas indirectas, en contacto directo con trabajadores expuestos, forman parte de un listado de personas que la estadística no está teniendo en consideración, determina la autora del trabajo.
"No somos residuales"
Epígrafes estadísticos en catalogación de la enfermedad por sexo, arrojaban que "son casos residuales" o "no hay mujeres en este corte porque no hay casos", determina la ferrolana.
"Detrás de las cifras hay personas, aunque sea una y ese sufrimiento está ahí", detalla Sara que, con este trabajo, quería evidenciar que las mujeres "no somos residuales". Pone el foco, además, en los cuadros de reconocimiento de enfermedades profesionales que en España no incluyen diagnósticos femeninos como, por ejemplo, el cáncer de ovario.
Su contacto con la asociación navarra ANANAR, que está especializada en investigación y protección de las víctimas del amianto, permitió a Sara conocer de primera mano algunos casos reales.
Su trabajo, inspirado en el título de uno de los reportajes de Rober Amado, obtuvo una calificación de Matrícula de Honor y ha sido reconocido por la Valedora do Pobo como uno de los mejores Traballos Fin de Grao "en materia de igualdade e dereitos das mulleres".
Abrir camino
Sara se muestra satisfecha con el trabajo realizado que visibiliza a todas esas mujeres que "no constan a ojos de la Seguridad Social por no haber cotizado" y que se han sacrificado toda su vida en materia de cuidados, exponiendo su salud.
Pone el foco en la tipología de víctimas ambientales que han podido contraer la enfermedad por el emplazamiento de sus domicilios y detalla que, aunque "aquí lo peor ha pasado", no se puede perder de vista la cantidad de amianto que se está llevando a otros países, como por ejemplo, India.
Sara, que se encontró con una ausencia absoluta de bibliografía en esta materia, considera que con su investigación ha dejado "una semilla plantada" y, añade, "si sirve para alguien yo ya me doy por feliz".
Y es que ante las cifras, esta ferrolana ha intentado humanizar y, sobre todo, poner rostro de mujer a esta enfermedad que, según traslada, algunos expertos han catalogado ya como "genocidio del amianto".