La Universidad de Santiago abrió sus puertas el 4 de septiembre de 1495, hace más de 500 años. Desde entonces, Compostela es ciudad universitaria y sus estudiantes parte fundamental de la vida y el ambiente de la capital gallega. Y es que Santiago no sería la misma sin sus universitarios.
Sin embargo, del gran centro formativo que abrió sus puertas poco queda en la actualidad. La USC ha cambiado tanto como la sociedad misma, siendo muy distintas ahora sus instalaciones, sus alumnos, y también sus profesores. Una de las etapas de mayor cambio ha tenido lugar en los últimos años, cuando la irrupción de las nuevas tecnologías lo ha revolucionado todo.
José Casás, profesor asociado de Redacción Informativa; Isabel Neira, catedrática de Econometría; y José Rivas, profesor emérito y catedrático de Electromagnetismo hacen un repaso a cómo ha sido la evolución de la USC, analizando la institución en la actualidad y levantando un poco la mirada hacia el futuro.
Una universidad totalmente distinta
José Rivas e Isabel Neira llevan toda una vida en la docencia universitaria, 41 años y 30 respectivamente. Aunque pertenecen a ramas totalmente distintas, José a la Física e Isabel a la Econometría, ambos llegaron hasta la docencia de la misma forma: a través de otro profesor.
“Siempre, desde que tengo seis años, quise ser profesora de matemáticas, como mi profe de primero de primaria. Ya en COU mi profesora de entonces me explicó que había algo que se llamaba estadística y métodos y una carrera que se llamaba Económicas en la que se explicaban matemáticas, pero más aplicadas al mundo real, y vi que era algo que iba más conmigo”, explica Isabel.
Una historia que comparte José, que cuenta que casi por un azar “en Valladolid le ilusionó un profesor con el que empezó a trabajar y desde ahí ya empezó a entrarle el gusanillo de ser profesor”.
Tras una larga experiencia en la USC ambos ven muchas diferencias entre ahora y hace 20 o 30 años. “Antes era una docencia más magistral en la que el profesor lo era todo”, cuenta José. A lo que Isabel añade algo importante, el número de estudiantes: “Cuando yo entré había mucha masificación, ahora conozco nombres, apellidos y lo que quieren hacer todos mis alumnos”.
Mientras que Isabel ve a los universitarios muy distintos, “más inmediatos y con poco hábito de coger apuntes”, Rivas los ve igual de jóvenes que siempre: “Los chicos jóvenes siempre son jóvenes, quieren cambiarlo todo, van mucho más rápido… son parecidos, pero con otras técnicas y más dinero”.
Y es que tal vez en esto, en la forma de percibir al alumno, sea donde más se nota la edad entre profesores. José Casás llegó a la USC hace 6 años, acaba de terminar su doctorado y compagina la docencia con la actividad profesional. Para él, la mayor diferencia entre ahora y cuándo él estudiaba es la edad de los profesores:
“Hai un salto de idade moi potente entre a media de idade que me deu a min clase e a que estamos dando clase agora. Antes había moi poucos perfiles da niña idade. Os profesores máis novos aportan unha maior facilidade para poder aproximarse aos códigos dos alumnos, que moitas veces hai profesores de máis idade cunha capacidade tremenda para tratar con xente nova, pero normalmente a proximidade sitúate nuns referentes común”.
La importancia de tener un equipo diverso
Cada vez se habla más de un relevo generacional, pues en los últimos años han sido muchos los profesores que se han jubilado dejando paso a docentes más jóvenes. Sin embargo, los tres coinciden en que la clave está en la combinación de ambos perfiles:
“Siempre, y más en temas de docencia e investigación, creo que la combinación de gente joven y gente mayor es extraordinaria. La gente joven tiene ilusión, ganas de cambiar las cosas. Y la gente mayor ya está más asentada, es más tranquila. Es una combinación perfecta. La gente joven es clave, porque supone el cambio, el estar siempre en movimiento”, explica José Rivas.
“Lo que tengo claro es que todo aquel profesor que no tenga ganas de estar en el mundo actual y de reciclarse debería pedir la jubilación. No es una cuestión de edad, sino de mentalidad. Hay planes de formación de la Universidad y también de los departamentos, el tema es tener las ganas de hacerlo”, argumenta Isabel.
“La profesión de un profesor universitario tiene que ser como la de un médico, de formación continua. Tú no irías a un médico de cabecera que te receta lo mismo que hace 20 años, pues yo tampoco iría a clase de un profesor que no se ha molestado en ver qué ha pasado en su asignatura en los últimos 20 años”.
Precisamente esas son las ganas y la implicación que demandan los estudiantes, que piden a la universidad que se asegure de tener en plantilla a profesores con ganas de enseñar y orientar a sus alumnos en su futuro.
“Traballo para que a xente que chega a xornalismo se empape do bo facer da profesión e que se entusiasmen coa posibilidade de contar historias. Normalmente primeiro é un curso árido porque igual esperaban outra cousa da carreira, entón intento que disfruten a miña materia e que se enganchen á profesión. Valoro que haxa interés, curiosidade e, sobre todo, actitude”, cuenta Casás.
¿Qué asignaturas pendientes tiene la Universidad?
Pese a que las cosas han cambiado mucho con los años, los docentes reconocen que todavía quedan muchas cosas por mejorar.
José Casás cuenta que falta una mayor implicación de las empresas dentro de la propia universidad, que faltan recursos y, sobre todo, que falta tiempo: “Na niña materia gustaríame ter máis tempo para poder dedicarlles a cada un”.
“Moitas veces as empresas queixanse pero, ¿está a universidad para darlles traballadores ás empresas? A universidade está para xerar humanos capaces de ter uns coñecementos nunha área determinada. Creo que as empresas moitas veces reclaman cousas nos estudantes que saen da carreira que non… na miña empresa eu reclamo xente que escriba mellor e teña maior comprensión lectora e iso xa non é da carreira, é da escola…”.
Isabel Neira pone el acento en la implicación, pero de la propia institución: “Falta preocuparse más por los alumnos una vez salen de la universidad, por su inserción laboral. Qué hacen cuando salen de las titulaciones, a qué se dedican, qué falta, que tenemos que hacer para mejorar en lo que les enseñamos”.
Y José Rivas llama al inconformismo y a la ambición de querer ser cada día mejores para seguir cambiando las cosas: “Nunca se llega, la universidad debería cambiar al ritmo de la sociedad, o incluso más rápido. Creo que muchas veces el hecho de estar tranquilos en nuestra zona de confort hace que no estemos cambiando al ritmo que deberíamos, siento que la sociedad avanza mucho más rápido”.