Aulas abarrotadas y pasillos ruidosos. El recreo está plagado de niños y padres y madres se desesperan a la salida del centro para encontrar un sitio en el que aparcar. Este es el día a día de muchas familias en A Coruña y su área metropolitana, pero hay una excepción: las escuelas del rural. Popularmente son conocidos como colegios unitarios. Son centros con un número muy reducido de alumnos, tan reducido que los alumnos de edades muy diversas comparten aula.
En el CEIP de Torres, en el concello coruñés de Vilarmaior, son apenas seis alumnos. Tres de ellos cursan Educación Infantil y el resto estudian Primaria. Entre ellos hay años de diferencia, pero son una piña. "Es como una pequeña familia. Los pequeños aprenden de los mayores y ellos les acompañan en el camino", simplifica Alba, la responsable del centro.
Alba carga con el peso de la enseñanza. Imparte todas las materias menos inglés y religión. La atención es "totalmente individualizada", defiende segura. Es lo que permite tener tan pocos alumnos a cargo de una sola persona. El ratio de alumno-profesor es de seis estudiantes por cada adulto. "Las profesoras se implican al 100%, los niños aprenden de todo: saben leer, sumar…", cuenta Juan Francisco Fernández, padre de uno de los alumnos del CEIP.
Explica que el pequeño Francisco, de siete años, "nació en el 2018" y que, por motivos personales y relacionados con el covid-19 "pasó mucho tiempo en casa" durante los primeros años de vida. Las interacciones con el resto de niños eran muy limitadas, lo que hizo que desarrollase una gran timidez. Pero todo cambio al entrar en el colegio.
"Mi hijo dio un cambio impresionante. Tiene un desparpajo increíble. Falta el primer día que me diga que no le apetece ir al colegio", dice. Está seguro que el apoyo personal y profesional de las educadoras del centro fue clave para impulsar un cambio en Francisco. "Los niños están enamorados de la profesora", dice.
"Las escuelas del rural crean comunidad"
La atención educativa, defiende este padre, "es muy distinta" de otros centros más masificados. "Si tienes un aula con 25 alumnos, la profesora está limitada", dice. En el caso del CEIP Torres, los ratios bajan a mínimo: seis alumnos por profesor. Tan mínimos que la Xunta amenaza con cerrar el centro. "El año que viene se irán algunos alumnos y por el momento no hay interesados en matricularse. Si la cosa no cambia cerrarán el colegio", detalla la encargada del centro.
Preguntada por Quincemil, la administración autonómica ha evitado decir si con tres alumnos mantendría el centro o no. "Como todos os anos, unha vez pechado o proceso de matrícula e cos datos obxectivos na man, a Consellería analízaos colexio a colexio e toma as decisións que estime oportunas, sempre baixo a total garantía de atención educativa ao alumnado", resalta.
Si se cerrase el centro, la solución de la administración pasaría por reubicar a los alumnos en colegios próximos con más capacidad organizativa. Una estrategia que, a ojos de Francisco, no es suficiente. "Las administraciones poco apoyan, hay colegios próximos en los que sobran niños. Podría impulsarse un trasvase entre centros", propone este padre de A Coruña.
Lo dice por convicción, la misma que cada día le lleva a recorrer más de 30 kilómetros para llevar a su hijo al colegio. Su familia vive en A Coruña y tienen un colegio "a 50 metros de casa", pero cada día acude a Vilarmaior para cuidar de sus padres. En ese concello ha visto la posibilidad que tanto le negaba la ciudad: una atención individualizada y familiar.
"Creo que los niños se crían mucho mejor en escuelas pequeñas y con menos gente", explica. Además, en el CEIP de la Torre realizan "muchas" actividades con las familias. Alba sostiene que es algo crucial en su centro: juntar la educación y la diversión para que ir a clase no sea un castigo sino algo divertido.
Dar paseos, plantar tomates, ir a una granja o hacer filloas son algunas de las actividades que han realizado en los últimos meses. "Las escuelas del rural nunca deberían desaparecer por la calidad de la educación y porque crean comunidad", insiste Francisco.
Permiten, dice, que el rural no muera. "Si mi hijo fuese al colegio de un concello próximo, cuando fuese más mayor, no tendría amigos en su pueblo", reflexiona. A sus ojos, apostar por la educación rural y local crea arraigo en el territorio.
La falta de servicios, la condena del centro
Alba explica que cuentan con dos aulas, un espacio más que suficiente para educar a los niños y ofrecerles servicio de biblioteca y otros juegos. Sin embargo, no tienen las infraestructuras necesarias para ofrecer servicio de comedor y extraescolares. Reconoce que para los padres es complicado conciliar los horarios.
Por ello, el Concello de Vilarmaior ha puesto a disposición del centro el servicio de madrugadores y ofrece actividades enfocadas a un público infantil dentro de la programación municipal. Para la responsable de centro y los tutores afectados es una declaración de intenciones, pero es insuficiente para competir con escuelas más grandes.
El servicio de madrugadores está activo desde las 07:45 hasta las 09:00 horas. "Podríamos ampliarlos hasta las 07:30 horas, pero si hay familias que lo necesitan antes no podemos ayudarles", explica con hartazgo Alba. "Hay muchos niños en el Concello que tendrían que entrar a esta unitaria, pero los padres necesitan un servicio de comedor que no podemos asumir", ejemplifica. Ahora buscan desesperadamente alumnos interesados en matricularse para el curso 2025-2026.
La Xunta cerró siete centros en la provincia en los últimos dos años por falta de matrículas. El CEIP de Torres reza por no ser el próximo en la lista, aunque la cosa no pinta bien. El colegio quiere pervivir, pero no es fácil.