Galicia es una tierra afortunada en lo que se refiere a las variedades de uva. Su localización y clima han permitido la aparición de numerosas vides que comienzan a ganar su merecido reconocimiento entre el público y expertos. Pero si hay una palabra que “maride” bien con el vino gallego esa es sin duda la tradición. Una palabra con un significado un tanto tramposo, porque hoy en día ser tradicional en la producción de vinos es algo totalmente innovador.
Y para hablar de bodegas gallegas innovadoras no hay nadie mejor que Alberto Varela, experto en vinos de Galicia y sumiller profesional en La Tienda de Lino. Para Alberto, “lo más innovador que podemos encontrar ahora en el mercado son métodos de elaboración de hace siglos”. Aunque afirma que se está invirtiendo en I+D+I para nuevas creaciones vinícolas, como los vinos sin alcohol, nos explica que las innovaciones destinadas a crear vinos de calidad se basan exclusivamente en métodos tradicionales.
400 botellas un metro y medio bajo tierra
Una de las bodegas que juega en ese terreno del tradicionalismo innovador es Boas Vides, de la zona de Ribeiro, de la mano de Antonio Míguez Amil, que trabaja con variedades autóctonas de uva como la Carabuñeira, la Brancellao o la Garnacha. El método rompedor que lleva esta bodega para elaborar su vino Boas Vides Baixo Terra consiste enterrar sus botellas un metro y medio bajo tierra en cofres de madera. Esta especie de “tesoro” enterrado tiene su aquel, ya que siguen los escritos antiguos del siglo XII y XIII, que se recogen en el Tratado de viñas y viños de Galicia de Antonio Casares que hablan de este tipo de elaboración, enterrando el vino en dirección norte para conseguir la temperatura y condiciones adecuadas, siendo 400 botellas las que saldrán próximamente de la bodega siguiendo este proceso. El propio Alberto nos habla de una botella de Boas Vides en este vídeo:
Más vinos sorprendentes en Galicia
Pero no solo de tesoros enterrados vive el hombre, y es que los métodos de elaboración de vino en Galicia esconden algunas sorpresas más, como la que crean Raúl Pérez y Rodrigo Méndez en Rías Baixas, cuyo sistema consiste en sumergir los vinos debajo del mar. “La crianza bajo el mar permite que los vinos evolucionen de otro modo diferente a la bodega clásica, creando matices muy diferentes” nos cuenta el sumiller. Y, de nuevo, este método rompedor está fuertemente influenciado por la propia historia, ya que en Ribeira Sacra era costumbre guardar los vinos sumergidos en el río. Pérez y Méndez elaboran siguiendo este método el conocido como “vino submarino”, bajo el nombre de Sketch, un Albariño que madura bajo el mar y que cuenta con plantaciones de uvas cerca de la costa.
Y de la tierra y el mar nos vamos al barro, como es el caso de la bodega Entre Os Ríos con su vino Komokabras, con una versión denominada Tinalla, que se elabora en grandes tinajas de barro, dejando macerar el vino durante diez semanas, con su posterior fermentación y criándolo durante meses. “¿Es innovador? Bueno, lo hacían los romanos”, bromea el sumiller, “pero el caso es que nadie lo estaba haciendo ahora hasta que llegaron ellos”. Otro método innovador relacionado con la Antigüedad es la que caracteriza Pedranai de Santiago Roma, que elabora el vino en un “huevo” de granito. “Es uno de los métodos más antiguos que existen, ya que los vinos se hacían en huecos excavados en piedras de granito, donde se pisaban las uvas y se dejaba macerar”, explica Alberto.
Una de las personas responsables en reivindicar este tipo de elaboraciones tradicionales de Galicia es la enóloga Iria Otero, que se encarga de elaborar vinos en hormigón, roble y castaño, las tres formas más tradicionales de elaborar vino en el Ribeiro. “Es innovador porque todo el mundo se ha ido al acero inoxidable, al roble francés y americano, pero nos olvidamos de maderas como el castaño” se lamenta el sumiller. En el caso de los espumosos, quien lleva la batuta de la innovación es Gorgola, con una fermentación de alta calidad, con un envejecimiento de casi hasta 60 meses, llegando a equipararse “con los cavas y champanes de mejor calidad”, asegura Alberto.
Un ejemplo claro de la retroalimentación entre tradición e innovación es A Pita Cega, en el Ribeiro, donde se elaboran vinos totalmente naturales, sin ningún tipo de sulfito o intervención externa, y donde además trabajan con variedades extrañas como la Viognier francesa, que ha tenido muy buena acogida en Ribadavia. Elaboran blancos y tintos de alto nivel de calidad y que están triunfando en las altas esferas gastronómicas, donde el concepto del trabajo artesanal se lleva hasta las botellas, que son pintadas a mano, una a una. “Trabajar de manera ecológica y biodinámica puede sonar como lo más chic del momento, pero realmente no se aleja nada de lo que hacían nuestros antepasados, que se guiaban de las reglas de la naturaleza para cultivar”, reflexiona el sumiller.
Recuperando tierras ancestrales de vinos
Pero los métodos de elaboración no son el único campo que recogen grandes influencias de la tradición. Ahora contamos con la recuperación de tierras y campos que fueron olvidados, como Negueira de Muñiz, en la frontera entre Galicia y Asturias, donde se están recuperando variedades olvidadas, intentando crear una IXP (Indice Xeografica Protexida), ya que ahí nació la Branco lexítimo, conocida como Raposo en Pontevedra. “Están recuperando vinos muy antiguos y trabajando muy duro por ello”, cuenta Alberto.
Estos proyectos no son los únicos que hay en Galicia, pero son un buen ejemplo para demostrar el potencial que ofrece nuestro microclima único, “que nos convierte en el número uno en España”, afirma orgulloso Alberto. El buen estado de forma que demuestra la comunidad vinícola de Galicia es un buen augurio para el futuro, y que nos asegura un buen vino gallego en nuestra mesa, venga del río, de una tinaja o enterrado bajo tierra.