Pocos alimentos tienen tanto recorrido histórico como la miel. Nuestros antepasados ya se ponían golosos hace miles de años, durante el Mesolítico (existen pinturas rupestres que muestran el consumo y recogida de la miel); y se trataba de un producto muy valorado por egipcios y sumerios. De hecho, su concepción era casi sagrada, y, al igual que muchos alimentos, era considerado una valiosa moneda de pago. La evolución del ser humano y sus técnicas de recolección hicieron que poco a poco se crease la apicultura, dando lugar a la domesticación de las abejas y a su producción de miel específicamente para el consumo humano.
La fama culinaria del territorio gallego suele recaer en su costa, a veces menospreciando (involuntariamente) a todos los productos que nos ofrecen sus cultivos, animales y técnicas dedicadas al terreno elevado por encima del nivel del mar. Aunque la calidad del marisco y la variedad del pescado gallego son difíciles de combatir, en tierra se disputan la fama entre vacas rubias, grelos, patatas, pimientos de Padrón, quesos, chorizos… Sin embargo, hay unas contendientes que, a pesar de su pequeño tamaño, son capaces de elaborar un verdadero “oro dulce” que ha cautivado a la humanidad desde sus comienzos.
El nivel cuantitativo de producción de miel en Galicia (o en España) no es apenas comparable con las cantidades de miles de toneladas producidas por China o Turquía. Sin embargo, las condiciones climatológicas únicas de Galicia, que tanto afectan a su fauna y flora, también influyen en la elaboración de miel por parte de las abejas. De hecho, en Galicia se da lugar a una gran variedad de mieles que, además, fruto de un trabajo artesanal y basado en raíces tradicionales, destaca por su gran calidad. Tanto es así que el año 1988 se reconoce como un “Producto Gallego de Calidad” y en el 2007 se convierte en uno de los pocos productos gallegos con una Indicación Geográfica Protegida.
Es el Consejo Regulador quien se encarga de analizar cada una de las mieles producidas en Galicia para saber si entran en el selecto grupo de la IGP. Existen numerosos requisitos, desde el geográfico (la producción, el procesado y el envasado debe realizarse en Galicia); hasta otros mucho más concretos, como un máximo de humedad de un 18,5% o un espectro polínico que demuestre su origen gallego.
Pero ¿qué tipos de mieles podemos disfrutar en Galicia? Según su origen botánico, podemos hablar de una miel multifloral o monofloral dependiendo de si la miel proviene del néctar de diferentes flores o solo de una. En el ámbito gallego tenemos la suerte de contar con estas dos variedades, que se diferencian por su color, sabor y textura.
La miel de milflores es la más extendida en Galicia. Se trata, como hemos dicho, de una miel que no cuenta con un origen concreto, si no que se genera a partir de numerosas flores. Aquí la ubicación es determinante, ya que no todas las mieles de milflores son iguales. Aquellas elaboradas cerca de la costa suelen proceder de flores de eucalipto, de sauce, de dientes de león, de cardos… Sin embargo, aquellas mieles cuyo origen se encuentra más en el interior suelen proceder del castaño o la silva. Cada néctar añade un toque distintivo que diferencia a una miel milflores de otra, lo que convierte a esta variedad en una de las más versátiles y distintivas de la apicultura gallega.
La producción melífera gallega no solo es milfloral, ya que encontramos variedades monoflorales en mieles de eucalipto, castaño, brezo o zarza. Las primeras, caracterizadas por un color ámbar y un sabor suave, dulce y ligeramente ácido son fruto de las constantes repoblaciones de esta especie practicadas a lo largo de toda la costa gallega.
La miel de castaño es propia de las comarcas del interior, y destaca por un color mucho más intenso y oscuro. Su sabor baila entre lo ácido y amargo, con sugerentes notas picantes. Se trata de una miel muy valorada por la población gallega, y que encuentra su mejor lugar de producción entre los sotos de Lugo y Ourense.
Otra gran representante de la apicultura gallega es la miel de brezo, caracterizada por su color ámbar oscuro con tonos rojizos y su sabor amargo, persistente y floral. Esta miel es propia de las zonas de montaña, concretamente A Fonsagrada y O Courel en Lugo o la Sierra de Capelada y la comarca de As Pontes en la provincia de A Coruña. La otra gran miel monofloral de Galicia es la de zarza, que destaca por su sabor y aroma afrutado, con un marcado dulzor; que se suele producir al sur de la provincia de Lugo y en el centro-sur de Ourense.
Toda esta variedad se ve acompañada por una gran calidad que comienza a escalar puestos en los rankings de las mejores mieles del mundo. ¿El secreto? La producción en Galicia es pequeña, los apicultores cuidan con esmero y dedicación de sus abejas y su producto. Se trata de un trabajo marcado fuertemente por un ciclo natural, que es incapaz de industrializarse al máximo y que lo convierte en un producto totalmente artesanal. Por eso, cuando disfrutamos de un poco de miel de Galicia, estamos disfrutando de un producto único, irrepetible, y que guarda un poco de nuestra tierra. ¡Cómo no va triunfar!