La magia del Ribeiro: la historia de la denominación de origen más antigua de Galicia
Descubre la evolución de una de las denominaciones de origen más importantes del vino gallego; que ha superado numerosos impedimentos a lo largo de los siglos, desde plagas americanas hasta invasiones germánicas
10 noviembre, 2021 06:00El vino gallego vive una segunda época de oro desde hace unas décadas. La producción no para de aumentar y la especialización y calidad de nuestros vinos no deja de superarse día a día. El interés actual por la recuperación de variedades autóctonas, abandonadas en el pasado, ejemplifica una lucha por la dignificación y la puesta en valor de la tradición vinícola en tierras gallegas.
Uno de los mayores responsables de esta época de bonanza en el vino gallego es la Denominación de Origen Ribeiro, la más antigua de Galicia y una de las primeras en poner el valor del vino gallego sobre la mesa. La zona, situada entre las confluencias de los valles formados por los ríos Miño, Avia y Arnoia, da lugar a una serie de condiciones idóneas para el cultivo de la vid. Además, las diferencias entre estos tres valles da lugar a una gran variedad de uvas y vinos que crean una oferta variada y dinámica. Actualmente son más de 5.500 viticultores los que desempeñan su labor en estas tierras, cubriendo 2.500 hectáreas de viñedo, que producen casi 15 millones de kilos de uva al año. Un trabajo marcado por el minifundismo, una compleja disposición de terreno y una tradición donde siempre ha sido clave el factor humano.
Un vino que nace entre romanos
Gracias al historiador griego Estrabón y a yacimientos de lagares (recipientes o lugares destinados al prensado de la uva); sabemos que los inicios de la tradición vinícola de la zona se remontan al siglo II antes de Cristo. En el siglo III ya se presupone una gran extensión de cultivos de diferentes variedades, pero este buen inicio no tardaría en encontrar con un primer obstáculo: las invasiones germánicas. Estas supusieron un gran retroceso en los avances relacionados con la viticultura en la zona, pero no acabó con el cultivo de la vid. De hecho, durante la Alta Edad Media, el cultivo de la vid resurgió gracias al empeño de diversos centros eclesiásticos gallegos.
Los monasterios, junto con las grandes familias aristocráticas, fueron los principales impulsores del cultivo y compra de viñedos durante el siglo XI. La labor de muchos monjes, especialmente los de los monasterios de San Clodio, Oseira y Melón; fue esencial para la evolución y el desarrollo de los viñedos.
Durante esta época, el vino del Ribeiro ya era un fenómeno que comenzaba a traspasar las barreras geográficas. Gracias al Camino de Santiago, este vino conquistó el norte de España y parte de Europa de la mano de holandeses, ingleses, asturianos y vascos encandilados con la calidad que ofrecían los viñedos del Ribeiro. De hecho, gracias a un decreto aprobado en 1133 en Santiago de Compostela, sabemos que el vino del Ribeiro era uno de los productos más valorados (y caros) para la población.
Auge y caída del vino del Ribeiro
La invasión musulmana apenas afectó a la zona del Ribeiro, por lo que fue evolucionando a buen ritmo y sin percances hasta su primera época dorada, durante los siglos XV y XVI. El vino de Ribeiro triunfaba en países como Francia, Portugal, Italia y sobre todo Gran Bretaña, que se convirtió en uno de los mayores compradores del mosto. De hecho, su éxito fue tal que acompañó a la primera expedición de Cristóbal Colón en el viaje que acabaría descubriendo América.
Se trata de una época de gran importancia para el vino gallego, ya que en 1579 las ordenanzas municipales de Ribadavia comenzaron a especificar lugares de cultivo y demás procesos derivados de la producción del vino para asegurar la calidad y la procedencia del mismo. Estas medidas suponen los primeros indicios de protección de una indicación geográfica en el estado español (según la página oficial de la D.O. y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual).
Durante los años siguientes, el vino de Ribeiro gozó de una popularidad que propulsó el comercio de la zona y que le llevó a convertirse en un icono de la riqueza gastronómica de Galicia (¡incluso Cervantes nombra al vino de Ribeiro en varias de sus novelas!). Sin embargo, esta época de bonanza no sería eterna. Como tantos otros productos autóctonos de Galicia, la llegada de plagas americanas durante el siglo XIX acabaría con una gran cantidad de viñedos, dibujando así un futuro muy negro el vino del Ribeiro. Desde 1853, las plagas no pararon de asolar a los viticultores de la zona, primero con el oidium, el mildium en 1886 y la filoxera en 1890. ¿Qué podían hacer los productores de vino de la zona?
Aunque la decisión no era fácil, era la única solución posible en aquel momento: injertar las vides en pies americanos, introduciendo así muchas variedades foráneas, más resistentes y rentables, que fueron “robándole” el sitio a las variedades autóctonas.
El resurgir de un vino único
Sin embargo, en los últimos años se ha vivido una transformación completa en la forma de cultivar y producir vino en el Ribeiro. En 1932 se designa la Denominación de Origen actual con sede en Ribadavia y se comienza a trabajar en los viñedos autóctonos, gracias a ellos las variedades propias vuelven a coger fuerza, recuperando uvas como la treixadura mediante programas de reconversión y reestructuración del viñedo.
Apoyados en la tecnología, pero sin dejar de pensar en la tradición, muchas bodegas usan nuevas herramientas para “exprimir” y potenciar la máxima calidad de las variedades autóctonas. Una lucha dignificadora por la historia cultural del vino gallego que ya lleva unos cuantos años dando sus “frutos” (nunca mejor dicho): de los vinos blancos (el 90% de la producción de la D.O.) podemos destacar el uso de uvas como la Treixadura, la Torrontés, la Godello, la Albariño, la Loureira, la Lado y la Caíño blanco. Fruto de este uso de uvas salen vinos de altísima calidad como por ejemplo Pazo do Mar, Quinta do Avelino, Renacido, D’Mateo, Cuñas Davia, La Flor de Margot, A Seara o Bubela, entre muchos otros. Un conjunto de botellas que, entre su cristal y su corcho, contienen un trocito de historia gallega que ha sobrevivido durante miles de años para volver a triunfar en la tierra que la vio nacer. ¿Se te ocurre un motivo mejor para brindar?