Pocos lugares esconden tanta belleza como la Ribeira Sacra. Un espacio mágico, que parece que pertenece a otro tiempo, imperturbable por las idas y venidas del mundo exterior. Tierra de viñedos únicos, la Ribeira Sacra agrupa un conjunto de veinte municipios pertenecientes al norte de Ourense y al sur de Lugo, justo en el interior de Galicia. ¿Su elemento diferenciador? El curso fluvial en el que confluyen los ríos Miño, Sil y Cabe, que han ido elaborando, con el paso del tiempo, gargantas y cañones empinados de fuerte verticalidad, dando lugar a un cultivo de la uva único en Galicia.
Una tierra para despertar los sentidos
La importancia histórica y cultural de esta zona ha sido crucial para el desarrollo económico-social de Galicia. Podemos encontrarnos con construcciones prehistóricas de gran importancia, como dólmenes o medorras, que muestran que la zona fue poblada desde tiempos antiguos. Además, por sus condiciones geográficas únicas, gracias a la presencia de los ríos anteriormente mencionados, también los romanos decidieron establecerse en la zona para aprovechar todo lo que podía ofrecer esta “ribera”.
Los romanos sabían que la zona era idónea para el cultivo de la uva. La disposición de los cañones que descendían hacia la ribera permitían reducir las pérdidas de tierra y agua por culpa de las lluvias. Por si fuera poco, esta disposición natural hace que sea mucho más sencillo trabajar con surcos en la tierra. Además, la disposición de esta orografía permite que se aprovechen mucho mejor el calor y las horas de sol, gracias a las singulares “terrazas” creadas por los cañones a ambos lados de los ríos.
De hecho, la cercanía con los ríos es el origen de su nombre, Ribeira Sacra (Rioyra Sacrata), del que ya se tiene constancia desde el siglo XI y cuya importancia se refleja en la creación de monasterios como el de San Estevo de Ribas de Sil, Santa Cristina, San Pedro de Rocas o Xunqueira de Espadanedo; junto a iglesias como la de San Paio de Diomondi o San Miguel de Eiré…
Esta fuerte presencia de la espiritualidad (en el mismo nombre “ribera sagrada”) también ha resultado determinante para la evolución económica y productiva de sus viñedos, ya que gran parte de la expansión generada durante esta época venía de la mano de los monjes de los diferentes templos religiosos, que se iban distribuyendo a lo largo y ancho de la zona. La escena resultante no podría ser más majestuosa: viñedos que bajan desde las alturas en bancales, descendiendo hasta la ribera del río donde le acompañan una variada vegetación de robles, castaños y abedules desde la otra orilla. Pero ¿cómo funcionan unos viñedos casi perpendiculares?
Viticultura heroica: vendimia de altos vuelos
Los bancales, o “socalcos”, como les llama la gente de la zona; son una especie de “escalones” excavados en las laderas de los cañones formados por los ríos de la zona, que dan lugar a una plantación de viñedos que ya comenzó en la época romana. Estas condiciones únicas hacen que estos viñedos cuenten con desniveles notables, llegando al 100% de pendiente en algunos puntos. Por supuesto, esto imposibilita cualquier tipo de mecanización en lo que al cultivo y cuidado de la vid se refiere (a excepción de carriles puntuales para trasladar cajas en las viñas que lo permitan).
Por lo tanto, todo el trabajo lo hacen las manos de los viticultores y bodegueros de la zona, desde la plantación, la cosecha y la poda. Es un trabajo peliagudo (no apto para personas con vértigo) donde todo se realiza de manera individual. La época de vendimia, con viticultores atados con arneses o suspendidos en cuerdas, se convierte casi en un reclamo turístico y en un proceso que merece la pena vivir en directo.
Los viticultores de la zona han sabido desenvolver un trabajo tradicional, donde moverse entre cepas es casi un ejercicio de acrobacia y de agilidad física. Por eso, desde el 2011 el CERVIM (Centro de Investigación, Estudio y Valorización de la Viticultura de Montaña); cuenta con un sello llamado “viticultura heroica”, que certifica la condiciones casi extremas de este tipo de viñedos (en España sólo contamos con un par de D.O. reconocidas como tal, siendo una de ella la de la Ribeira Sacra).
Mencía: la uva protagonista de la zona
Los vinos de la Ribeira Sacra no solo destacan por lo único de su cultivo, si no por su fantástica calidad. La uva más cultivada de la zona es la mencía, ya que gracias a la función termorreguladora de los ríos, junto al suelo pizarroso y la disposición de los bancales, se consigue explotar todo el potencial de las uvas tintas de la zona. Aunque la mencía es la uva más famosa, gracias a su aroma limpio e intenso y su color cereza brillante, también se cultivan otras uvas tintas como la Brancellao o la Merenzao, que dan lugar a vinos equilibrados y estructurados, muy amplios en boca. Además, al igual que muchas otras zonas de Galicia con D.O. que se han especializado históricamente en un tipo de vino, comienzan a aparecer vinos blancos de grandísima calidad en la Ribeira Sacra, con el Albariño y el Godello como actores principales.
Por eso, para proteger y garantizar la calidad de una forma única de hacer vino, en 1996 se crea la D.O. de la Ribeira Sacra, que aglutina cinco subzonas diferenciadas: Amandi, Chantada y Quiroga-Bibei (estas tres guardan relación con el llamado Camino de Invierno); junto con las Ribeiras del Miño y Ribeiras del Sil. Desde ese año, se ha trabajado en toda la zona para mantener vivo el cultivo en "socalcos" y profesionalizar todo el trabajo alrededor del vino en la zona, con el respeto al paisaje regla indiscutible. Hoy, el vino de la Ribeira Sacra es un sector dinámico, uno de los principales motores económicos de la zona y que incluso funciona como uno de los reclamos turísticos más llamativos de la misma. Actualmente cuentan con una extensión cercana a las 2.500 hectáreas, casi un 5,2% de la tierra dedicada a la vid en Galicia.
No es de extrañar que cuando nos bebemos una buena copa de vino con D.O. Ribeira Sacra, nos vengan a la cabeza esos paisajes únicos, con viñedos imposibles y el río como eje vertebrador de una estampa mágica que nos vamos bebiendo poco a poco.