Las minchas o caramuxos: las ‘pipas’ del mar gallego
Estos pequeños moluscos eran un aperitivo muy común en los bares gallegos. Te contamos todos los detalles de este curioso animal y cómo elaborarlo
3 mayo, 2022 06:00No es ningún secreto que el marisco y el pescado gallego tiene gran fama alrededor de su sabor, frescura y calidad. Esto es debido a que la costa gallega, gracias a un fenómeno llamado afloramiento marino, es uno de los mejores hábitats posibles para cualquier tipo de fauna acuática. En nuestras costas, los vientos elevan el agua de las profundidades marinas, más frías y ricas en nutrientes y microorganismos; mientras que desplazan las aguas cálidas de la superficie. Además de este fenómeno, hay que añadir la presencia de las rías, que cuentan con una desembocadura mayor que la de un río tradicional y cuyo contacto con el mar es mayor.
Esto hace que los habitantes de los mares gallegos tengan una alimentación totalmente excepcional, lo que se traduce en un sabor mucho más profundo y, en ocasiones, un mayor tamaño.
Es por eso que los bígaros (o "caracolillos de mar") tienen una gran fama en las costas gallegas, a pesar de que se consumen en toda España. Las minchas (como son conocidas en Rías Altas) y los caramuxos (como son llamados en Rías Baixas) son unos curiosos moluscos que solían servirse en los bares gallegos como aperitivo. Aunque ahora es algo más inusual, todavía podemos encontrarnos algunos lugares donde las minchas siguen siendo el sustituto marino de las pipas.
Un molusco diferente (e internacional)
Las michas o caramuxos (o bígaros fuera de nuestras fronteras), son unos moluscos que pertenecen a la familia de los Littorinidae, es decir, los caracoles marinos. Podemos encontrarlos en la costa, próximos a las desembocaduras de los ríos. Como soportan fuertes corrientes y un oleaje frecuente, suelen vivir pegados a rocas, grietas y peñascos; lo que les permite disfrutar del único alimento que tienen en su dieta: algas.
Su concha es muy reconocible, ya que tienen un color negro con tintes azulados o parduzcos, y una espiral que acaban en un pequeño pico. Si se sienten amenazados se resguardan dentro de su concha, gracias a una pequeña película que sirve de "puerta" y bloquea la única parte desprotegida de su llamativa “casa”. Su tamaño no es especialmente grande, ya que puede variar entre unos dos y cinco centímetros y apenas pesan unos 20 gramos en los ejemplares más grandes. Entre los tipos más conocidos están el bígaro enano (que como su nombre indica es el más pequeño), el bígaro bravo (el más común del Atlántico y el Mediterráneo); el caracol cebra (más exótico, ya que proviene de las costas de Chile) o la oreja de mar (una especie muy parecido a la ostra y que está ganando fama en España).
Una aperitivo ¿primitivo?
Hay indicios que demuestran que en la época prehistórica ya se consumían minchas en el norte de España. De hecho, hay restos arqueológicos de bígaros y otros caracoles en yacimientos tan importantes como los de la Cueva de Altamira. De hecho, además de los territorios gallegos, los bígaros tienen especial importancia en zonas costeras del País Vasco (donde se les llama karrakelas), Asturias o Cantabria (donde los bígaros dan nombre a un instrumento musical, utilizado en una de las canciones populares más importantes de la cultura cántabra: la danza de Ibio).
Con semejante trayectoria, no es de extrañar que las minchas o caramuxos hayan estado presentes en la gastronomía gallega durante cientos de años. Debajo de las rocas, introducidas en pequeñas grietas… Su presencia era muy común en las playas gallegas y, de hecho, no era difícil ver a personas recolectar estos moluscos mientras paseaban tranquilamente por la orilla. Su éxito era tal que no era raro servir un puñado de minchas como aperitivo en los bares, en lugar de cacahuetes o pipas. Con el paso del tiempo, esta costumbre se fue perdiendo y fueron desapareciendo como tapa habitual en los locales gallegos (aunque no se han ido del todo, ojo).
Lo cierto es que, en los últimos años, su precio ha ido aumentando considerablemente. En gran parte debido a que su oferta se ha visto reducida, pasando a ser un producto mucho más exclusivo, Hoy en día un kilogramo de minchas puede llegar hasta los quince euros. Teniendo en cuenta que su parte “comestible” es pequeña, es uno de los productos del mar más caros del mercado (similar a lo que ocurre con los erizos de mar).
Cómo conservar y cocinar las minchas
Las minchas frescas y vivas pueden aguantar un par de días (en agua salada), pero lo ideal es consumirlas el mismo día que las hayamos comprado. Una vez lleguemos a casa, lo ideal es sumergirlas en un bol con agua salada para que vayan soltando arenas y demás impurezas durante un par de horas (posteriormente podemos lavarlas con agua y un colador para asegurarnos de que están limpias).
Una vez estén limpias, debemos poner agua a hervir (con unos 60-70 gramos de sal por litro de agua). Para medio kilo de minchas podemos utilizar unos tres litros de agua, asegurándonos de cubrirlas bien. Ojo, hay quien decide poner a hervir agua de mar para potenciar el sabor de las minchas, pero con agua salada saldrán igual de ricas.
Cuando veamos que el agua burbujea, es el momento de echar nuestras minchas. Tras esto tenemos que esperar a que el agua vuelva a hervir, y después las dejamos cocer durante un tiempo breve, de tres a cinco minutos, acompañadas de un par de hojas de laurel. Una vez pasen los cinco minutos, tan solo tenemos que retirar el agua y disfrutar de un bocado sabroso, profundo y muy entretenido de comer. Entretenido porque, para comer minchas, debemos armarnos con un alfiler, una aguja o un palillo para ir retirando el cuerpo del molusco del interior de la concha (cuidado con la "tapita", que no se come).
Si queremos comerlas templadas podemos tapar el plato de minchas con un trapo hasta el momento de comerlas. Aunque la receta más tradicional es esta simple cocción, eso no limita las posibilidades de las minchas en la cocina. Pueden complementar ensaladas en frío, añadir su profundo sabor a arroces…
Se trata de un aperitivo único que además es bastante sano, ya que tienen un alto contenido en proteínas y son muy bajas en grasa. A pesar de su pequeño tamaño, son muy saciantes y aportan una gran cantidad de vitamina B12. Se nos ocurren pocos aperitivos mejores para disfrutar de los primeros días de sol de mayo.