Sin duda alguna, la patata es el tubérculo estrella en Galicia. Su presencia en platos tradicionales y su importancia cultural y económica así lo confirman. De hecho, las patatas cultivadas en tierras gallegas cuentan con su propia Indicación Geográfica Protegida, que se asegura de que todos los ejemplares cuenten con un alto nivel de calidad.
Sin embargo, en los últimos años a la patata se le ha unido un nuevo compañero en las tierras gallegas: el boniato. A pesar de que fue olvidado durante un gran periodo de tiempo, este alimento, también llamado batata, papa dulce o camote, ha vuelto a situarse como uno de los productos más demandados del mercado, aumentado su presencia en campos gallegos, como en A Estrada.
Origen del boniato
El boniato, al igual que otros productos que se han expandido por todo el mundo, cuenta con un origen indefinido y un tanto difícil de rastrear. Los expertos señalan que su versión ‘salvaje’ nace en América del Sur, con dos áreas delimitadas: entre Yucatán (México) y la desembocadura del río Orinoco en Venezuela y otra entre Perú y Ecuador.
No obstante, el boniato también tuvo su presencia en la India y Asia, gracias a su consumo en la Polinesia. Lo que está claro es que su llegada a Europa fue gracias a las primeras expediciones españolas y portuguesas, donde el boniato acompañó a productos exóticos para los europeos de aquel entonces, como las patatas o el cacao.
Su uso en la cocina fue sufriendo un descenso progresivo en Europa, donde la patata dominó el mercado con aparente facilidad. Sin embargo, lo cierto es que los grandes beneficios que aporta el boniato hacen que se trate de un producto, a priori, más sano que la patata, lo que ha hecho que su consumo (y, por lo tanto, su cultivo) aumente considerablemente en los últimos años.
Lo cierto es que el boniato es una bomba energética, ya que cuenta con una gran variedad de vitaminas y minerales, convirtiéndolo en una alternativa más sana que sus familiares tubérculos.
Octubre, el momento ideal para disfrutar del boniato
El boniato necesita temperaturas elevadas y estables, ya que es muy resistente al calor pero muy débil al frío. Por este motivo, el cultivo debe realizarse entre la primavera y el verano (lo recomendable es de abril a junio), para poder recolectar a principios-mediados de otoño.
Aunque algunos ejemplares pueden recolectarse ya en septiembre, entre octubre y noviembre es la temporada ideal para disfrutar de boniatos de temporada (que serán más nutritivos y baratos).
Si nos ponemos exquisitos con las definiciones, a pesar de su parecido con las patatas, cabe señalar que los boniatos no son realmente tubérculos, ya que estos son tallos subterráneos donde se acumulan los nutrientes de reserva de una planta. En el caso de los boniatos, no estamos hablando de tallos, si no de raíces tuberosas, que se forman como un racimo desde la base de la planta donde surgen los tallos, de la misma manera que ocurre con la mandioca o yuca.
Sin embargo, estas raíces tienen formas similares a las patatas, por lo que se asemejan a ‘falsos tubérculos’. Su tamaño es, de media, superior al de las patatas, con pesos que varían desde los 300 gramos hasta ejemplares de gran tamaño que rozan los seis kilogramos.
Sus colores resultan muy llamativos, ya que dentro de su piel marrón oscura se encuentran tonalidades moradas, naranjas y blancas. De hecho, en España se suele diferenciar entre batata (si tienen color naranja) o boniato (si tienen color púrpura), aunque realmente son el mismo tipo de alimento.
El boniato en la cocina
Al comprar boniatos debemos buscar aquellos ejemplares que no muestren golpes, con una piel firme y sin manchas, optando siempre por productores locales (en Galicia no paran de aumentar), apoyando un consumo más económico y respetuoso con el medio ambiente.
En casa debemos conservar los boniatos de la misma forma que haríamos con unas patatas: fuera de la nevera (el frío puede deteriorar sus propiedades, textura, aroma y sabor), en un lugar oscuro sin luz directa. Una opción es introducirlos en una cesta, bol o bolsa de plástico perforada, para aumentar su vida útil (que ya de por sí es elevada).
Para consumirlos hay que tener en cuenta de que nunca podemos comer boniato crudo, ya que es totalmente indigesto. Sin embargo el boniato es un producto increíblemente versátil, tanto en formas de cocinado como en elaboraciones. Su sabor dulce hace que pueda protagonizar platos salados o postres de cualquier tipo, desde guisos, purés hasta tartas o bizcochos.
Sus usos suelen limitarse a ser el sustitutivo otoñal de la patata, pero lo cierto es que su sabor es inconfundible y dará un toque especial gracias a su sabor que va desde la calabaza y la zanahoria hasta la patata asada y las castañas. Las recetas son infinitas: tortillas, confituras, cremas, empanadillas, croquetas o incluso ñoquis.
Si optamos por hervirlo, lo mejor es conservar su piel, ya que ofrece una gran cantidad de nutrientes y sobre todo evita que el boniato pierda vitaminas durante el proceso de cocinado.
Una de las recetas gallegas más típicas del boniato o batata en Galicia es confitarlo en forma de apetitoso dulce. Pata esto necesitaremos cocer la batata en abundante agua y pelarla posteriormente. Luego se realizará un almíbar a base de agua y azúcar para cocer de nuevo las batatas, realizando de esta manera el confitado. Se trata de un bocado goloso y dulce que puede acompañarse con quesos, dándole a la batata el papel que normalmente recae sobre el membrillo.