Para los despistados y los amantes de buscar recetas por internet con las que introducir algo de novedad a nuestro menú semanal, el kale es un viejo conocido. Esta verdura de característica apariencia encontró su momento de fama hace casi una década, cuando la fiebre de la comida saludable y todo aquello que fuera verde alcanzó a las famosas más chic, y por ende al resto de los mortales. Mientras Victoria Beckham y compañía preparaban smoothies y zumos varios con ingredientes de lo más variopintos, nosotros aprovechábamos para descubrir nuevos alimentos que llevar a nuestras neveras. Pero, ¿y si esa verdura con nombre tan exótico ya la cocinaban nuestras abuelas desde hace siglos?
El kale es en sentido estricto una col rizada, un vegetal de grandes hojas verdes que pertenece a la familia brassica oleracea en la que encontramos otras verduras como el brócoli, las coles de Bruselas o la coliflor, que quizás sean más típicas en su consumo en España. Su origen se remonta al norte de Alemania, y parece soportar hasta el clima más extremo y las heladas más salvajes sin acabar arruinado. A pesar de que originalmente, y como el resto de las hortalizas de similar procedencia, se destinaba al consumo de las gentes más humildes, en la actualidad su producción ha dado un vuelco completo.
Y es que recientes estudios han demostrado que el kale posee unas propiedades antioxidantes y de refuerzo del sistema inmunitario prácticamente imbatibles en el territorio vegetal. Los minerales que aporta por la gran absorción de agua de esta planta también juegan a su favor, trasladando a sus consumidores gran cantidad de vitamina C, A y K. Su gran porcentaje alto en fibra y bajo en calorías hace que sea la base perfecta para cualquier ensalada o plato plant based.
Sin embargo, desde que el nombre de kale empezó a resonar en tierras gallegas empezaron también a saltar las alarmas, pues su parentesco con una verdura en concreto que ya frecuentábamos en estas tierras la puso en el punto de mira. No es otra que la clásica berza, esa verdura tan imprescindible en platos típicos como el cocido gallego, y que parecía estar adquiriendo nueva fama, aunque con un nombre distinto y una apariencia más cool.
Las brásicas, una familia multidisciplinar
En este punto, debemos hacer una revelación; no, el kale y la berza no son la misma planta. Podría decirse que son primas, pero desde luego no hermanas. En concreto, la que conocemos por berza gallega es una brassica oleracea viridis, mientras que el kale es de la variedad sabellica. Los nombres científicos no es lo único que las separa, pues si se presta atención, tanto su aspecto como su sabor es bastante diferente.
Aunque la berza técnicamente también podría consumirse cruda, lo más habitual tanto en Galicia como en el resto de norte español es encontrarla cocinada en diferentes potajes, algunos de ellos, de los más típicos de la gastronomía autóctona. Además de estar presente en el cocido también es uno de los imprescindibles para la elaboración de caldo, algo que se replica en otras comunidades; en Asturias la encontraremos en el clásico pote asturiano, e incluso en Portugal podemos localizar preparaciones con variedades propias de berza.
¿Podría considerarse también un superalimento? La respuesta es del todo subjetiva, pues en todo caso, la clasificación propia del kale no viene de otra cosa que de diferentes estudios que la ponen en el foco de mira; todo depende del alcance de la producción y de la publicidad con la que se quiera empujar al consumo. Todas las brásicas en general son verduras con un alto contenido de vitaminas y de gran aporte en hierro, calcio o magnesio. No por nada existe esa eterna pelea con los más pequeños para que coman sus verduras; y es que son verdaderamente beneficiosas y ayudan a mantener una buena salud.
Por eso recomendamos probar cosas nuevas, como una ensalada con base de kale (o incluso un batido o bebida, para los más atrevidos) sin olvidar ni descuidar los productos de siempre, como la berza. Y es que en las cocinas de hoy en día cabe de todo; desde lo más exótico a lo más tradicional. ¡Hay fogones para todos!