Este 2019 se cumplen 100 años del nacimiento de un ilustre gallego que fue poeta, escritor, editor, inventor, miembro de la Real Academia Galega, aventurero, republicano y leyenda, cuyo apellido tomó prestado del lugar que le vio nacer. A lo largo de la historia, surgen personas que nacen para vivir una continua aventura y así fue como Alejandro vivió su vida. Bombardeado, exiliado, traicionado, secuestrado y secuestrador, su biografía es digna de una superproducción de Hollywood. Llegó a jugar con su invento frente al mismísimo Che Guevara, al que siempre ganaba. Esta es la historia de otro genio gallego, la historia de Alejandro Finisterre, también conocido como Alexandre de Fisterra.
Alexandre Campos Ramírez nacía en la villa de Fisterra, A Coruña, en 1919. Es de esta ciudad de quien toma prestado su apellido. De familia humilde, se traslada a A Coruña con 5 años y más tarde a Madrid a los 15, en donde estudia y trabaja. Es en la capital en donde conoce al poeta León Felipe, al que le unirá una gran amistad para el resto de sus vidas.
Es allí donde, en plena Guerra Civil, en noviembre de 1936, durante un bombardeo de la capital, una bomba nazi (así lo puntualizaba él) lo sepulta entre escombros y lo hiere de gravedad. Tenía 17 años.
Tras ser rescatado es trasladado a Valencia y luego a Monsterrat, Barcelona, donde estuvo ingresado en el hotel Colonia Puig, que acogía a los niños heridos en la guerra para su recuperación y rehabilitación.
La mayoría de los convalecientes eran mutilados, niños sin infancia ni juegos, los cuales no podían ni siquiera jugar al fútbol en el patio. Así que se le ocurrió que, si había tenis de mesa, por qué no podía existir un “fútbol de mesa”. Había nacido el futbolín. Con la ayuda de un carpintero vasco que estaba también en el hospital, Francisco Javier Altuna, fabricó el primer futbolín de la historia. Por consejo de Joan Busquets, sindicalista y político anarquista catalán, patentó la invención en Barcelona en enero de 1937, pero no pudo conseguir que su invento fuese fabricado y distribuido a nivel industrial porque todas las fábricas de juguetes se dedicaban a la producción armamentística.
Meses más tarde huye a Francia exiliado y, durante su huida, en medio de una tormenta, pierde los papeles de la patente y del diseño original. Es en París, en 1948, cuando se entera de que un antiguo compañero de hospital había patentado su invento, por lo que reclama al fabricante, que le paga una cifra importante en concepto de derechos. Con estos ingresos, parte a Ecuador, en donde retoma dos de sus más grandes pasiones: editor y poeta.
En 1952 se traslada a Guatemala, desde donde intenta vender por toda América su futbolín, conocido allí como “futillo”, que había perfeccionado con barras de acero y madera de caoba. Es aquí donde conoce al Che Guevara, al que le acaba uniendo una fuerte amistad. A Alejandro le gustaba contar que, jugando al futbolín, siempre ganaba al Che, pero que nunca había logrado vencer a la que sería su futura esposa, Hilda Gadea.
Aprovechando el golpe de estado en Guatemala del Coronel Castillo Armas, orquestado por los Estados Unidos, el régimen de Franco intentó el secuestro de Finisterre el 11 de junio de 1956, que fue frustrado. El segundo intento sí llegó a buen puerto, y es embarcado por agentes de Franco en un avión para deportarlo a Madrid y rendir cuentas al Régimen Franquista.
En pleno vuelo, entró en el baño, envolvió una pastilla de jabón en papel de aluminio y simuló que tenía una bomba y que la haría estallar si no volvían. Amenazó a la tripulación y se ganó el favor de los viajeros tras gritar: “¡Soy un refugiado español al que han secuestrado, y si es necesario, sé cómo evitar que este avión llegue a su destino!". El avión se desvió a Panamá, en el que fue uno de los primeros secuestros aéreos de los que existen registros.
Tras abandonar Panamá viaja a México, en donde edita más de 200 títulos de poesía de autores exiliados españoles, mexicanos y guatemaltecos. A la muerte de León Felipe, organiza un gran homenaje, en el que participan numerosos intelectuales como Celso Emilio Ferreiro, Ramón Chao… En el bosque de Chapupeltec se erigió, tras el homenaje, una majestuosa escultura en bronce del gran poeta zamorano, del que Finisterre gestionó su herencia como albacea, logrando que toda su documentación y demás pertenencias se quedaran en su ciudad natal, Zamora.
Su labor en Latinoamérica hizo que se le propusiera como miembro en México de la Real Academia Galega, a la que perteneció hasta el día de su fallecimiento.
Volvió a España durante la Transición. Su futbolín ya se había convertido en un fenómeno de masas, debido a que varios fabricantes valencianos retomaron su patente perdida, pero él nunca dejó de promover e impulsar la voz de los exiliados. Su futbolín ya era patrimonio de la humanidad.
Alejandro no sólo inventó el futbolín, tiene casi 50 inventos en su haber. Inventó un pasahojas para los pianistas para que no usaran las manos, el basquet de mesa e incluso el popular “Hundir la Flota”, cuya patente no pudo renovar en 1962.
En los años 90, el grupo coruñés Os Diplomáticos de Montealto le dedicaron una canción al futbolín y a la figura de Alejandro Finisterre, y gracias a su difusión en el programa infantil Xabarín Club muchos gallegos conocieron la existencia de Finisterre, y que el futbolín era un invento gallego.
Fallecía en Zamora, el 9 de febrero de 2007, a los 87 años de edad. Sus cenizas se esparcieron por el Duero a su paso por Zamora y en el Océano Atlántico en Finisterre. Su villa natal le dedicó una calle y numerosos medios internacionales se hicieron eco de la noticia de su muerte. El diario inglés The Guardian, le dedicó un precioso obituario que todavía hoy se puede leer aquí: https://www.theguardian.com/news/2007/feb/24/guardianobituaries.spain
Así fue como un joven inventor, no quiso resignarse a las consecuencias de la guerra y a una infancia perdida, y se aferró a su ingenio para dejarnos una vida de película y un legado que nuestros hijos también disfrutarán, con ese juego que tantos buenos momentos nos hace pasar y tantas tardes nos ha acompañado entre risas y buenos amigos. Alejandro Finisterre, el inventor del futbolín (y mucho más).
Historias de la Historia…
Iván Fernández Amil. Storyteller. Experto en Compras y Aprovisionamiento. Procurement Manager.
Referencias: