El desvió de un avión a un aeropuerto alternativo suele originar trastornos económicos y logísticos que las aerolíneas intentan evitar a toda costa. Hace décadas, cuando un piloto se encontraba con condiciones meteorológicas adversas y lograba aterrizar en su destino, recibía una carta de reconocimiento por su valía y un premio económico. Pero esa práctica se abandonó hace 47 años, debido a uno de los peores accidentes aéreos en la historia de nuestro país. A las afueras de A Coruña, a tan solo un par de kilómetros del Aeropuerto de Alvedro, un avión se estrellaba, falleciendo todos sus pasajeros, cambiando para siempre las reglas de la seguridad aérea. Esta es la triste historia del Vuelo de Aviaco 118 Madrid – A Coruña.

Una aeronave Sud Aviation SE 210 Caravelle 10B1R partía del aeropuerto de Madrid-Barajas el 13 de agosto de 1973, a las 9:14. Era el vuelo AO-0118 de Aviaco. Su destino era el Aeropuerto de Alvedro, en A Coruña.

Tras un vuelo sin incidentes, a las 10:14, el piloto Rafael López Pascual, con 8.600 horas de vuelo, era informado desde la torre de control de que había escasa visibilidad debido a la típica capa de niebla que suele cubrir el litoral coruñés durante gran parte del año. El piloto decide realizar una primera maniobra de aproximación a las 10:23 para comprobar la visibilidad real, que es abortada debido a las malas condiciones. 

A las 11:20, la torre avisa al vuelo 118 de que la niebla se está disipando. Se realiza una nueva aproximación al aeropuerto coruñés pero el piloto desiste de nuevo, ya que sigue habiendo muy mala visibilidad.

A las 11:39, el avión informaba de que iniciaba una nueva aproximación. Sería la última comunicación desde el vuelo 118 que se recibiría en la torre de control del aeropuerto de Alvedro.

Al intentar tomar tierra, la aeronave descendía y rozaba unos eucaliptos que provocaban el choque frontal contra el Pazo do Río, en Montrove, y la posterior explosión e incendio del aparato. Al parecer, tras impactar contra los árboles, el piloto forzó el motor de tal manera que rompió la relación potencia-resistencia, provocando la explosión del mismo y el choque frontal.

A las 11:46, el jefe del Aeropuerto comunicaba a la torre de control que el 118 se había estrellado en Montrove.

Como consecuencia de la brutal colisión, fallecían 84 de sus 85 ocupantes. El único superviviente, trasladado al Hospital Juan Canalejo, fallecería horas más tarde. Además, una persona en tierra también fallecía al encontrarse próximo a la zona del desastre.

Los servicios de emergencia y los vecinos que ayudaron en las labores de rescate nunca olvidaron lo que allí vieron: cuerpos quemados, irreconocibles, amputaciones…

42 víctimas no pudieron ser identificadas y fueron enterradas en una fosa común en el cementerio de San Amaro de A Coruña. 

El azar o el destino dejó historias de profunda tristeza o de incontenible alegría: Una familia de Cee, que había perdido el vuelo del día anterior y habían sido acomodado en el 118, perdía a ocho miembros en el accidente. Otra de las víctimas (recién casada) vivía en la casa vecina al Pazo do Río y su padre fue una de las primeras personas en llegar al lugar de la catástrofe, ajeno por completo a que entre los pasajeros muertos se hallaba su hija y su marido, ya que no habían avisado de su llegada para dar una sorpresa a su familia. Otra mujer se salvó porque no encontró billete para ese vuelo…

La causa oficial del accidente fue la violación de las normas de seguridad aéreas, por intentar tomar tierra sin la suficiente visibilidad teniendo, además, a tan solo 50 Kilómetros de distancia al Aeropuerto de Santiago de Compostela, cuya visibilidad era excelente. Pero recientes documentos desclasificados indican que las cartas de navegación no informaban sobre la altura de aquellos eucaliptos con los que se topó en su camino. La culpa, como suele ser habitual, se le echó al que ya no estaba, aunque en este caso, quizá otros también tuvieron su ración de culpabilidad. Eran otros tiempos en los que solo había una versión de los hechos.

Este desastre quedó marcado a fuego en la memoria de la ciudad y muchos coruñeses tardarían años en atreverse a volar de nuevo desde Alvedro, que perdería el servicio de reactores hasta el año 1990, cuando se ampliaba su pista de aterrizaje.

A raíz de este accidente, se cambiaron algunas normativas de la navegación aérea, como la de ofrecer primas y reconocimientos a los pilotos que aterrizasen en condiciones desfavorables para evitar trastornos a las aerolíneas o la de utilizar solo un apellido o nombres ficticios para contratar vuelos. Para los que perecieron en Montrove, estas medidas llegaron demasiado tarde.

El NODO, noticiero semanal del régimen franquista que se proyectaba en los cines españoles antes de la película, contaba cómo había sido el accidente: http://www.rtve.es/filmoteca/no-do/not-1598/1470270/

La Televisión de Galicia realizó un fantástico documental con testigos tanto civiles como gubernamentales del siniestro del 118, disponible aquí:

El 13 de agosto de 2014 se levantaba en el cementerio de San Amaro un monumento en recuerdo de todas las víctimas en este brutal siniestro. Al menos, ya había un lugar en el que dejar unas flores a los que nos dejaron aquel fatídico agosto de 1973, aquellos que se fueron en el 118 de Aviaco para no volver nunca más.

Historias de la Historia…

Iván Fernández Amil. Top Inspira LinkedIn 2019. Storyteller. Jefe de Compras.

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Referencias:

• es.wikipedia.org
• lavozdegalicia.es
• laopinioncoruna.es
• abc.es
• hemeroteca.lavanguardia.com
• coruna.gal
• aviationcorner.net
• elidealgallego.com
• montedasmoas.wordpress.com
• avjk5022.com
• accidentesdeaviacion.blogspot.com
• santiseguridad.blogspot.com
• aeronauticapy.com
• cronicasnuestrotiempo.com
• hemeroteca.lavanguardia.com