José Aranguren, el general gallego de la Guardia Civil que Franco fusiló por no apoyarle
La poco conocida historia de un general gallego que se mantuvo fiel a la República y fue represaliado tras la Guerra Civil: "A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla", habría dicho Franco
20 noviembre, 2022 06:00Si algo hemos aprendido de las grandes historias de superhéroes es que estos nacen siempre en los momentos más difíciles. Justo cuando la adversidad parece invencible, cuando la desesperación llega hasta al más fuerte, cuando todo parece perdido, es ahí, sólo en ese momento, cuando los verdaderos héroes nacen. Porque, cuando todo va bien, nadie necesita un superhéroe, pero cuando todo está mal, su valentía y ejemplo pueden cambiarlo todo. Y no sólo por sus acciones, sino por la esperanza que representan. Uno de esos héroes nacía el 19 de julio de 1936, tras una llamada recibida en su despacho de la Consejería de Gobernación de la Generalitat de Catalunya en Barcelona. En esa conversación, le pedían que se uniera a la sublevación franquista que acababa de estallar. Este general de la Guardia Civil contestaba que no con la siguiente frase: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares”. Este gallego sería fusilado tiempo después, no sin antes haber cambiado la historia. Este es el relato de un héroe olvidado que se enfrentó a Franco para defender a su país: José Aranguren Roldán.
Gracias a la extraordinaria investigación del escritor Lorenzo Silva, que publicó en su no menos magnífico libro “Recordarán tu nombre”, podemos conocer este oculto y escondido relato de la historia de nuestro país, una parte olvidada que es esencial para el conocimiento de lo ocurrido durante una oscura época de España.
José Aranguren Roldán nacía en Ferrol en 1875 y era hijo de un comandante de artillería retirado que falleció cuando tan solo contaba con ocho años de edad, dejándole junto a su madre sumido en la pobreza. La tradición familiar le hizo decantarse por la carrera militar y, tras entrar en el colegio preparatorio de As Pedreiras, en Lugo, ingresa en la Academia de Toledo, con dieciséis años. Tras convertirse en oficial solicita el ingreso en la Guardia Civil con veinte años.
En 1929 era ascendido a coronel y con cuarenta y siete años asume la jefatura de la comandancia de Lugo. Tan solo dos años después, en 1924, marcha a Ceuta como voluntario de la guerra en Marruecos, donde entra en combate y participa en distintas operaciones militares.
Finalizada la guerra comienza a ejercer, en 1932, la jefatura de la Guardia Civil en Galicia, durante año y medio, momento en el que coincide con el que se convertirá, años después en su verdugo: Francisco Franco.
Franco era el general al mando de la 15ª brigada de Infantería de Galicia y las dos familias se visitaban asiduamente en sus residencias de A Coruña para tomar café o charlar sobre su Ferrol natal. Aunque la relación es de respeto y protocolaria debido a los cargos que ostentan, los dos se conocen perfectamente tras haber coincidido en la Academia de Toledo y en Marruecos. Lo que nadie podía saber era lo que ocurriría años más tarde entre aquellos antagónicos hombres.
Aranguren fue ascendido a general de brigada el 31 de marzo de 1936, al frente de la 5ª zona de la Guardia Civil en Cataluña, compuesta por dos tercios y cuatro escuadrones de caballería, que sumaban casi 4.000 guardias civiles. Pero el 19 de julio de 1936 estallaba el alzamiento en Barcelona por parte de las fuerzas franquistas y todo cambió. Aranguren decidió mantenerse leal al gobierno legal de la República y se limitó a seguir órdenes de sus cadenas de mando, que le ordenaron defender la constitución, representada en Cataluña por la Generalitat, frente a los rebeldes que querían acabar con ella.
Pero alguien quiso cambiar sus convicciones y su lealtad, el general del ejército Manuel Goded Llopis, al que también conocía de su paso por la guerra de Marruecos. Al mediodía del 19 de julio Goded llamó a Aranguren para exigirle que se uniera a la sublevación, ya que los rebeldes necesitaban desesperadamente a la Guardia Civil en su causa. Llegó a amenazar con fusilarle, a lo que el gallego contestó: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares. Si le fusilan a usted, fusilarán a un general que ha faltado a su palabra y su honor”.
Goded siguió insistiendo y amenazando a Aranguren de que tenía que unirse al ejército para combatir a los rebeldes. Aranguren dejó clara de nuevo su postura: “Aquí no hay más rebeldes que ustedes”. Y colgó.
La decisión del gallego selló la suerte de la rebelión en Cataluña. Dio órdenes de intentar disuadir a los militares, pero éstos no desistieron, así que decidió sacar a sus casi 4.000 guardias civiles para reponer el orden constitucional. Aranguren se puso al frente de una fabulosa fuerza bien armada, preparada y organizada que, junto a miles de personas conmunes, provocaron la rendición y huida de los rebeldes. Su defensa de la República fue clave en el fracaso del golpe en Barcelona y, aunque la ciudad caería en 1939, fue uno de los últimos refugios constitucionales en ser conquistados por Franco.
Tras su incontestable victoria, Aranguren se integró en la Guardia Nacional Republicana y asumió la comandancia militar de Valencia, en cuyo cargo continuó hasta el final de la guerra. Durante los últimos días se negó a abandonar la España republicana, ya que consideraba que no había cometido ningún delito, sino que se había limitado a cumplir con su deber defendiendo el gobierno legítimo de la República.
Pero tras la entrada de los franquistas en dicha ciudad, en marzo de 1939, se refugia en el Consulado de Panamá, donde es detenido el 10 de abril. Y es conducido a Barcelona para ser sometido a un consejo de guerra, una pantomima para condenar a un hombre cuyo único delito había sido defender a su país.
El juicio se despachó en pocos días con testigos falsos y sin permitir al acusado presentar pruebas con las que defenderse. De nada sirvió que su hermano fuera coronel del bando vencedor o que dos de sus hijos hubieran luchado bajo las órdenes de Franco. Fue declarado culpable y condenado a muerte.
A Aranguren le costaba mantenerse en pie y caminar por las lesiones sufridas en un accidente, motivo por el que tenía que permanecer siempre sentado. Cuando le comunican a Franco su detención y su estado de salud, este contesta: “A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla”.
Y así fue. A las 5 de la mañana del 21 de abril de 1939, un pelotón de fusilamiento acababa con su vida en el conocido como Campo de la Bota, en Barcelona. Su valentía y entereza se muestra en la última frase que pronunció ante sus verdugos: “Disparad sin temor porque es ya poca la vida que a mí me quitáis”.
Todos los jefes de la Guardia Civil en Cataluña durante aquel verano de 1936 fueron exterminados sin piedad por Franco. Y el motivo estaba muy claro. Estos inesperados e imprevistos héroes habían alterado el guion de una sublevación que querían que fuese épica, rápida e histórica. Pero, sobre todo, aquel general gallego que llevaba 40 años en la Guardia Civil, un hombre ejemplar con una hoja de servicios impoluta y llena de condecoraciones, y todos los que le habían secundado y apoyado en su lucha por el gobierno constitucional, demostraban al mundo, con sus actos, que todavía quedaban hombres buenos.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- SILVA, L. Recordarán tu nombre. Editorial Destino, 2017
- es.wikipedia.org
- elespanol.com
- lavozdegalicia.es
- elperiodico.com
- elpais.com
- elplural.com
- vozpopuli.com
- elmundo.es
- farodevigo.es
- abc.es
- elcorreoweb.es
- elprogreso.es
- amantesdelahistoria-aliado.blogspot.com