A mediados del siglo XVIII se asentaba en la ciudad de Vigo un joven emprendedor catalán que ponía en marcha una serie de exitosos negocios basados en la salazón de pescado, las conservas y el comercio. Era el primer catalán censado en esta una pequeña villa amurallada rodeada de pequeños barrios que contaba con tan solo unos cientos de vecinos. Este joven no solo destacó como empresario, sino también como armador, político e incluso corsario. Su éxito atrajo a Vigo a cerca de 200 familias catalanas de comerciantes e industriales que se asentaron en la ciudad, provocando una pequeña revolución social y económica gracias a sus fábricas de salazón, de jabón y de productos de cuero o lino. Su labor fue fundamental para que Vigo comenzara a convertirse en la ciudad que es en la actualidad. Sin embargo, nadie allí lo recuerda. Ni una calle, ni una estatua homenajean la memoria de uno de los personajes más influyentes de Galicia. Hoy recordamos el legado de una de las grandes figuras de la historia de Vigo: Buenaventura Marcó del Pont.
Buenaventura Marcó del Pont i Bori nacía en la población de Calella, en la provincia de Barcelona, el 29 de septiembre de 1738. Pertenecía a una familia hidalga con una buena posición económica y social. Era hijo de Buenaventura Marcó del Pont i Mallol y María Catalina de Bori i Llorens.
Con poco más de 20 años emigró de su tierra, al igual que muchos catalanes de la época, en busca de fortuna. Y llegó a un lugar en el que no solo creció él, sino que ayudó a que lo hiciera la ciudad que lo acogió: Vigo.
Inicialmente se asoció con otro catalán, Miguel Buch, para crear una empresa dedicada a comerciar con las mercancías compradas a barcos corsarios franceses que descargaban en Vigo los botines procedentes de los barcos ingleses capturados. Buenaventura compraba aquellos productos y los vendía a precios asequibles, lo que le permitió hacerse con una considerable fortuna.
Fundó junto a otro personaje venido de Cataluña, Francisco Puig, una novedosa fábrica en el Areal dedicada a la salazón, con técnicas similares a las que se utilizaban en el Mediterráneo y que eran desconocidas en Galicia por entonces. Con sus propios barcos decidió enviar su producto a Cataluña, con un éxito inmediato, lo que provocó que a partir de 1770 centenares de paisanos suyos emigraran a Vigo inspirados por su éxito.
En poco tiempo pasó de ser uno de los armadores más importantes de España a corsario al servicio de su majestad Carlos III. En 1779, iniciada la Guerra de la Independencia de las colonias americanas, España decidió apoyar a los rebeldes, provocando que la corona dispensara patentes de corso para que corsarios españoles atacaran intereses británicos en el mar. Uno de aquellos corsarios era Buenaventura.
Gracias al éxito que obtuvo con la actividad corsaria, recibió honores y obtuvo grandes logros para Vigo, lo que permitió que Carlos III concediera a la ciudad la licencia para comerciar con Cuba y las Antillas (las islas del Caribe), rompiendo el monopolio que hasta aquel momento ostentaba Cadiz.
Sus grandes hazañas le permitieron acumular un importante capital con el que fundó la Casa de Crédito Marcó del Pont, a través de la cual llegó a financiar al Estado y a la propia corona española. Desde 1788 hasta 1833, los préstamos de su Casa de Crédito ascendieron a un total de 51 millones de reales, una suma astronómica, lo que explica que Buenaventura y su familia siempre gozaran del favor real.
A finales del siglo XVIII, reinando Carlos IV, se reinician las hostilidades con Inglaterra y de nuevo Buenaventura se convierte en uno de los principales corsarios españoles, con su buque insignia, el “Príncipe de la Paz”, una extraordinaria corbeta que desplazaba 200 toneladas, dotado con 20 cañones y con una tripulación de 150 hombres, que se convirtió en el terror del Atlántico.
El fenómeno corsario no solo hizo ricos a muchos empresarios gallegos, sino que fue uno de los grandes factores para el desarrollo de ciudades como Vigo, Marín o A Coruña.
Y Buenaventura no solo fue corsario, empresario o prestamista sino también un patriota. En agosto de 1800, Del Pont fue informado de que una formidable escuadra inglesa de 50 buques tenía intención de desembarcar en Vigo y arrasar la ciudad. El catalán reunió 800 hombres e instaló decenas de cañones en la playa de Bouzas, impidiendo que la flota inglesa atacara la ciudad.
En 1808, tras la invasión francesa del territorio español, el catalán puso por encima de sus intereses económicos y financieros, la defensa de su tierra. Para ello utilizó el potencial de su flota naviera para evitar el sitio marítimo de la ciudad y puso a sus hombres a disposición de las autoridades para la defensa de Vigo. Sus propios empleados eran quienes servían de correo para la transmisión de las órdenes y el abastecimiento de las guerrillas.
Finalizada la guerra, Fernando VII le nombró Regidor Perpetuo de la Ciudad de Vigo, uno más de sus numerosos títulos acumulados: Síndico Procurador General, Comandante de Milicias Urbanas y Diputado del Común de Vigo, Comandante de Milicias Urbanas de Santa Catalina de Lavadores, Síndico Procurador General del Convento de San Francisco, Señor de Vigo y Mayordomo de Fábrica y Tesorero de la Colegiata de Vigo, Administrador y Subdirector General de la Administración de las Rentas de la Provincia de Tuy, Cargador a Indias y Comerciante de Lonja cerrada y Comisario Honorario de los Reales Ejércitos.
Durante su periodo al frente de la alcaldía, Buenaventura ordenó, en 1817, la reconstrucción de la Colegiata, destruida en 1813, y costeó los arreglos de la talla del Cristo de la Victoria para ponerlo en valor como eje espiritual de la nueva y pujante ciudad de Vigo, en la que es aún en día, la imagen religiosa de mayor devoción entre los vigueses.
Por supuesto la familia Marcó del Pont llegó a tener varias residencias: la Casa Señorial de Calella, el Pazo del Pousadouro, en Redondela, la Casa Hidalga de Vigo, el Pazo de Lourizán o la Granxa de la Sierra, la Casa-Palacio de Hortaleza en Madrid (Palacio de Buenavista) y el Pazo de Baión o Granxa de Fontán.
Buenaventura fallecía el 18 de septiembre de 1817 en la maravillosa villa que le había acogido, una ciudad que olvidó lo que este extraordinario empresario hizo por ella. Porque, sin él, Vigo no se entiende.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- elespanol.com
- lavozdegalicia.es
- vigoempresa.com
- atlantico.net
- vigopedia.com
- farodevigo.es
- mcnbiografias.com
- vigoe.es
- gazeta.gal
- galiciamaxica.eu