Desde el inicio de los tiempos, los humanos han adorado, estudiado y observado el firmamento. En el año 3.100 antes de Cristo se construyó en el condado de Meath, Irlanda, la galería funeraria de Newgrange, un lugar que, según la mitología irlandesa, era el hogar de Aengus Óg, el dios celta del amor, quien vivió aquí con su amante, la doncella cisne Cáer. Pero esta espectacular galería tenía un uso mucho más interesante: es considerado el primer observatorio astronómico del mundo, ya que está alineado con el solsticio de invierno, momento en que la luz solar se filtra a través del techo e ilumina la cámara central durante 17 minutos. Pero no sería hasta el siglo XVII que se construirían los primeros observatorios astronómicos modernos en Greenwich y en París, un modelo con tal éxito que se irá extendiendo a lo largo de los años hasta que toda capital importante tenga su observatorio. Estudiar las estrellas, acercarse a ellas y comprenderlas era uno de los sueños de un gallego que, a finales del siglo XX, decidió jubilarse y construir el mayor observatorio astronómico de Galicia: José María López Pérez.
José María López Pérez nacía en Vila de Cruces, Pontevedra, en 1916, en una familia de campesinos, y ya desde muy joven se le empieza a conocer con el sobrenombre de “el niño de la estrella”.
El causante de este nombre fue una luz que observó junto a su abuelo paseando por las cumbres del Monte Chamor, para asistir a una misa. Durante el trayecto, se quedó impresionado ante una impresionante estrella que parecía un misterioso ojo vigilante. El joven José María preguntó a su abuelo qué era aquella luz a lo que el hombre le respondió con seriedad y solemnidad: “es el Lucero del Alba”. Tiempo después descubrió que lo que habían visto era el planeta Venus. Desde ese día ya fue para siempre “El niño de la estrella”, porque siempre hablaba con los demás de aquel episodio.
Esa noche también nacía en su interior un sueño completamente imposible a los ojos de los demás: construiría un observatorio para saber más sobre el cielo.
Mientras tanto, Pepe se ganaba la vida con cualquier oficio que se pudiera aprender, ya que era un extraordinario autodidacta: cantero, carpintero, albañil, vigilante, practicante sanitario en los transatlánticos que iban a las Américas… Decía que, si hubiera podido estudiar una carrera, habría sido matemático, ya que de niño resolvía problemas que los maestros no podían.
Durante la Guerra Civil está a punto de perder un brazo en el frente de Teruel y una pierna en Brunete, sin embargo, tan solo tenía algunas secuelas de las explosiones y balazos recibidos.
Se pagó los estudios de bachillerato en Santiago gracias a su trabajo en la mina de wolframio de O Fontao y costeó las carreras a sus tres hijos trabajando como practicante para el ayuntamiento y más adelante como dentista, a pesar de recibir varias denuncias por intrusismo profesional, algo de lo que no se arrepentía. Decía que, si no hubiera extraído tantas muelas, no habría podido cumplir su sueño…
Un sueño que decidió cumplir tras jubilarse. Necesitaba enseñar al mundo una ciencia que es una incógnita para la mayoría. Así que se puso manos a la obra para construir el que en su momento fue el mayor observatorio astronómico de Galicia.
El Observatorio Astronómico del Coto de Zarragrande se inauguraba en septiembre de 1993, en una colina de 585 metros de altitud. En su interior existen dos estancias, una utilizada como sala de reuniones y otra dotada de cúpula para los aparatos de observación, contando con unos prismáticos astronómicos de 11×80 y un telescopio de 25 centímetros de diámetro que se sustituiría 3 años después por uno de 40,6 centímetros, el más potente de Galicia.
Los telescopios y los prismáticos llegaron de Estados Unidos y la cúpula, que le vendían en Barcelona por 40.000€ terminó construyéndosela uno de sus yernos.
En el observatorio se publicaban dos revistas de astronomía aficionada, únicas en Galicia, y todos los años se organizaba un curso de astronomía durante el cual profesores de la Universidad de Vigo y astrónomos amateur impartían clases.
El observatorio era administrado por la Fundación Astronómica de Vila de Cruces y estaba también habilitado como un pequeño museo del espacio por el que pasaron miles de personas a las que Pepe introducía en los secretos de las estrellas, llegando incluso a publicar un libro con sus experiencias y observaciones. Los visitantes pagaban “la voluntad” para contribuir al mantenimiento de las instalaciones, donde Pepe solía quedarse dormido mientras observaba las estrellas, en busca de algún cometa al que poder bautizar, uno de los pocos sueños que nunca pudo cumplir: dejar su nombre escrito en el firmamento.
Pepe fallecía el 25 de diciembre de 2014 y fue velado durante unas horas en su observatorio, al que tanto amaba, antes de ser trasladado al tanatorio municipal. Ese día su faro para mirar las estrellas se quedó sin su luz.
En la actualidad el lugar está completamente abandonado. El ayuntamiento de Vila de Cruces organiza algunas actividades al aire libre, pero no hay ningún impulso particular o institucional que ayude a recobrar la grandeza del Observatorio del Coto de Zarragrande, su agrupación astronómica, los cursos o las revistas que un sabio e inquieto jubilado gallego creó para cumplir su sueño: llegar a las estrellas.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elcorreogallego.es
- elpais.com
- galiciaunica.es
- farodevigo.es
- elconfidencial.com
- galegos.galiciadigital.com
- eleconomista.es
- laregion.es
- turismoriasbaixas.com