El 2 de enero de 1839, Charles Goodyear descubrió accidentalmente un nuevo material: el caucho vulcanizado. Y lo hizo gracias a una casualidad, tras volcar un recipiente de azufre y caucho encima de una estufa, provocando que la mezcla se endureciera y se volviera impermeable y convirtiendo al caucho en un material útil que no se deformaba con el calor ni se volvía quebradizo con el frío. Bautizó el proceso como vulcanización, en honor al dios romano del fuego, Vulcano. La actividad extractora del caucho en la Amazonia se tornó de inmediato en una actividad lucrativa, originando, al igual que había ocurrido con el oro en Norteamérica, una “Fiebre del Caucho”, lo que desencadenó la llegada de extranjeros a la selva de la Amazonia, con la intención de hacerse ricos. Entre todos aquellos aventureros en busca de fortuna hubo tres hermanos gallegos que no solo consiguieron hacerse millonarios, sino que llegaron a ser propietarios de una de las haciendas de explotación de caucho más grandes de toda la Amazonia: los hermanos Barcia, los reyes gallegos del caucho.
La emigración gallega a América comenzó a manifestarse con mayor fuerza a partir de las décadas finales del siglo XIX, momento en el que se convierte en un fenómeno masivo. La mayor parte de los emigrantes eran hombres de orígenes humildes que tenían el propósito de volver a casa con los ahorros conseguidos. Normalmente los emigrantes trabajaban en el sector servicios, en puestos de baja o media cualificación, ocupando puestos de trabajo que implicaban esfuerzo físico y que no eran cubiertos por la población local.
Tras el descubrimiento del proceso de vulcanización y la generalización del uso del caucho para emplearlo en el neumático, toda la Amazonia experimentaría un fuerte auge económico debido a que los gobiernos intentaron atraer colonos a las zonas agrícolas, con el objetivo de dinamizar la economía y poblar el territorio gracias a la explotación del valioso caucho, lo que dio alas a muchos de aquellos emigrantes, que soñaban con una vida mejor.
Mientras tanto, en Galicia, Manuel Barcia y Dolores Boente, un matrimonio de agricultores de Padróns, en Ponteareas, cerca de la frontera con Portugal, sobrevivían lo mejor que podían a una vida complicada en la que dar de comer a sus ocho hijos no era fácil.
Una vez alcanzada la adolescencia, tres de sus hijos, José, Benito y Generoso, decidieron que, ya que en su pueblo no había mucho futuro, era el momento de emigrar y pusieron sus ojos en Lisboa, donde estuvieron trabajando durante algún tiempo. Pero Portugal tampoco estaba en su mejor momento e incluso los propios portugueses estaban dejando su país buscando un mejor futuro en Brasil.
José, Benito y Generoso decidieron dar el salto y se establecieron en Manaos, la capital mundial del caucho, cerca de la frontera con Venezuela. Allí comenzaron a trabajar como estibadores, mientras intentaban buscar fortuna, algo que atisbaron cuando oyeron hablar de una ciudad que se encontraba río arriba y que tenía las reservas de caucho más fabulosas del mundo. El problema era que llegar hasta allí y conseguir extraerlo era una auténtica locura, ya que aquel lugar estaba aislado y lleno de enfermedades y de sanguinarios caníbales.
A pesar de todo, Benito les dijo a sus hermanos que tenían que intentarlo o toda aquella aventura no habría valido para nada. Así que los tres se embarcaron rumbo al nacimiento del Amazonas, hasta que llegaron, días después, a la ciudad de Iquitos, en Perú, su anhelado destino, un lejano rincón de la selva casi despoblado y sin conexión con el resto del país y donde un paisano suyo había establecido otro reinado, Alfonso I Rey de los Jíbaros.
En aquella tierra maldita, los tres hermanos, acostumbrados a la pobreza y la dureza de la vida, no solo consiguieron prosperar y penetrar en la selva palmo a palmo, sino que fundaron su propio reino en una finca a la que llamaron “Galicia”, que dividieron en 4 provincias nombradas como las gallegas y en las que trabajaban más de 2.000 personas entre nativos y vecinos de su parroquia natal. Incluso llegaron a tener entre sus empleados a Lluís Companys, futuro presidente de la Generalitat de Cataluña.
Llegaron a hacerse con el río Tapiche, contando con barcazas propias para el traslado del caucho, donde Benito y Generoso trabajaban cargando y recolectando codo con codo con sus capataces y peones mientras su hermano José se ocupaba de la parte más farragosa y menos aventurera del negocio en las oficinas centrales de la empresa “Barcia Hermanos” en Iquitos.
Su producción de caucho se exportaba a varios países de Europa y a Estados Unidos, provocando que, en poco tiempo, consiguieran acumular una gran fortuna y convertirse en los reyes del caucho, que visitaban periódicamente a su familia en su Padróns natal.
Además, convencidos de la importancia de la educación, levantaron en su pueblo una escuela, además de fundar una granja experimental, traer el teléfono o importar libros desde Francia para nutrir la biblioteca escolar. Incluso se decía que soñaban con traer el tren a su parroquia, aunque aquel sueño se desmoronó de un día para otro.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial y se inventó el caucho sintético, todo se fue al traste. El caucho perdió gran parte de su valor y sus empleados comenzaron a dedicarse a otros negocios más lucrativos. Además, los Barcia habían confiado toda su empresa en personal alemán contratado, que habían aconsejado invertir en barcos germanos, sin saber que Alemania devaluaría su moneda haciendo que sus ahorros perdieran todo su valor.
Y si esto fuera poco, varios de los barcos que transportaban caucho a Europa habían sido hundidos durante la guerra y uno de ellos había sido requisado por Inglaterra alegando colaboración con los alemanes. La mercancía no fue pagada y José se gastó lo que quedaba de su riqueza en pleitos con el gobierno británico hasta que dos años después consiguió que le devolviesen el cargamento cuyo valor había bajado tanto que ya no valía nada.
Tras aquel fiasco José formó una familia en Perú y falleció en 1936 en su casa de Miraflores, en uno de los barrios más exclusivos de Lima.
Benito intentó relanzar la empresa organizando una expedición para adentrarse en la selva en un desesperado intento por encontrar nuevas y más rentables explotaciones, pero no lo consiguió. Fallecía repentinamente en 1924, el 29 de octubre.
Generoso permaneció algún tiempo en Perú y luego se trasladó a Brasil para, finalmente, regresar a Galicia. En Padróns donó la escuela a la parroquia, así como la granja experimental y terminó sus días como un campesino. Fallecía el 21 de julio de 1951.
Así fue como tres hermanos de una pequeña parroquia gallega llegaron a reinar en Perú, donde se convirtieron en los señores gallegos del caucho. En su pueblo se les recuerda no como reyes, sino como aquellos vecinos que trajeron la prosperidad a su tierra porque creían que era lo correcto.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- laopinioncoruna.es
- galicia.swred.com
- elpais.com
- cronicasdelaemigracion.com