De Galicia al Lejano Oeste: el desconocido origen gallego de las novelas del Oeste
La curiosa historia de cómo las primeras novelas españolas ambientadas en el oeste americano nacieron en una librería de Vigo y su Editorial Cíes
6 agosto, 2023 05:00En 1879, el periodista A. H. Wood escribía una obra teatral inspirada en los hechos que habían tenido lugar un par de años antes en un tren de la línea Texas-Pacific, cuando había sido asaltado por una banda de forajidos. La obra no tuvo demasiado éxito, pero entre el público se encontraba Thomas Alva Edison, a quien le impactó tanto que años después encargaría su adaptación para una película. Finalmente, el 1 de diciembre de 1903, se estrenaba con gran expectación, la primera película de un género que aún no existía, el western, dirigida por Edwin S. Porter: “El gran asalto al tren”. Duraba 10 minutos y estaba compuesta por 14 escenas rodadas en varias localizaciones de Nueva Jersey, en el estudio de Thomas Edison en Nueva York, y a lo largo de la vía del tren de Lackawanna. Aquella película se convirtió en el inicio del furor por el western que, en España, llegaría de la mano de un autor que comenzaría a escribir en la cárcel y que, junto a un editor de Vigo, crearían un sistema de distribución y de venta pionero que convertiría a Galicia en la cuna de la industria de las novelas del Oeste. Esta es la historia de la Editorial Cíes y de Marcial Lafuente Estefanía, los creadores del género del Oeste en España.
Eugenio Barrientos López regentaba el negocio familiar, la Librería Tetilla, en la calle Elduayen de Vigo, en la que vendía postales de Vigo editadas por su propio sello, Editorial Barrientos. En 1943 se presentó en su tienda un toledano llamado Marcial con una novela del Oeste que tenía por título “La mascota de la pradera”.
A Eugenio le encantó y preguntó a Marcial si podía escribir más, a lo que le contestó que sí, por supuesto. Eugenio decidió crear una editorial para publicar esas novelas, además de crear un novedoso e innovador sistema de venta que cambiaría para siempre la industria de las letras en España.
Aquel toledano era el legendario Marcial Lafuente Estefanía, un ingeniero nacido en 1903 cuya profesión le había llevado hasta Estados Unidos, entre 1928 y 1931, y había viajado por Texas, Arizona, Nuevo México y California, donde había conocido muchos de los escenarios por los que años más tarde se moverían sus legendarios vaqueros.
Durante la Guerra Civil española ejerció como teniente alcalde de la CNT en Chamartín de la Rosa, hoy barrio de Madrid, y se alistó como voluntario en el Ejército Popular que apoyaba a la República, donde fue nombrado general de Artillería en el frente de Toledo. Con la guerra ya perdida se entrega, el 28 de marzo de 1939, al bando rebelde en Ciudad Real, y es encarcelado.
En prisión decidió comenzar a escribir para matar el tiempo y pensó que sería buena idea poner en práctica un consejo que le había dado durante la guerra el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela: “Escribe para que la gente se divierta, es la única forma de ganar dinero con esto”. Con un lápiz y un rollo de papel higiénico, vio cómo aquel consejo cobraba sentido.
Y por eso sus novelas triunfaron, porque desde el principio las hizo lo más amenas posible, con diálogos dinámicos, rápidos, llenos de desafíos, de gatillos fáciles que disparaban a quemarropa y que obligaban al sheriff a responder con la misma moneda. Marcial, además, conocía el lugar sobre el que escribía, y contaba con tres herramientas de trabajo que le acompañaron a lo largo de toda su vida: un libro de historia de Estados Unidos, un atlas con mapas antiguos de donde sacaba las rutas y pueblos de sus novelas y una guía telefónica de San Francisco, de la que extraía los nombres de todos sus héroes y villanos.
Con una idea clara, Marcial llegó a Vigo, a la librería de Eugenio, que vio el filón y decidió aprovecharlo. Aquella era una época en la que no había teléfonos móviles con los que distraerse, ni consolas portátiles, ni mp3… así que, lo que la gente hacía para entretenerse era leer, y muchas, novelas de bolsillo, la única manera de evadirse por un rato de la dura realidad.
Para conseguir una gran difusión, Eugenio creó Ediciones Cies y un fantástico e innovador sistema de distribución. El cliente adquiría en el quiosco una primera novela que, tras terminar de leer, entregaba al mismo establecimiento y por la que recibía a cambio la siguiente a un precio mucho menor. De esta manera se fidelizaba al cliente, se aumentaba la rentabilidad por cada ejemplar y se ahorraba un bien muy escaso en la época: papel.
Aquellas novelas de bolsillo valían 5 pesetas, unos 3 céntimos de euros, contaban con unas 100 páginas y eran impresos en papel de muy baja calidad, las portadas eran elaboradas en Barcelona y la encuadernación se hacía en Bilbao para luego distribuirse desde el pequeño almacén de la Librería Tetilla.
Eugenio comenzó a publicar las novelas de Marcial en una colección creada para ello “Rodeo”, a la que se sumaría tiempo después Fidel Prado, otro legendario autor de novelas del Oeste, llegando a alcanzar la cantidad de 800 títulos publicados entre 1943 y 1951.
Abrió después otra colección para la novela romántica, “Princesita”, con un éxito similar y que arrancó en 1949, donde comenzaría su extraordinaria carrera Corín Tellado, la autora en castellano más leída después de Cervantes. Y también crearía otra colección para la novela policíaca.
La idea de Eugenio fue un éxito arrollador hasta 1958, alcanzando los 1.500 títulos (unos 100 al año) y los 6 millones de copias vendidas, un milagro teniendo en cuenta la situación de la época. Su impacto fue tan grande que llegó a influir en el diseño de los monos de trabajo, que empezaron a fabricarse con dos bolsillos, uno grande delante para el bocadillo y uno pequeño detrás para guardar las novelas del Oeste.
Había nacido un icono.
El increíble éxito de Cies no pasó desapercibido, lo que provocó que una editorial catalana, la legendaria “Bruguera”, copiase su modelo fichando a las grandes estrellas de la novela de bolsillo. Marcial llegó a publicar más de 3.000 novelas y vender 50 millones de copias, en una tradición que sus hijos y nietos continuaron hasta la actualidad.
Marcial Lafuente Estefanía fallecía el 7 de agosto de 1984, a los 81 años de edad, por una pulmonía severa y fue enterrado en una fosa común en el cementerio de La Almudena. Años después sus restos se trasladaron al cementerio de Arenas de San Pedro, en la provincia de Ávila, donde comparte sepultura con su esposa, que había fallecido en 1976.
Así fue como en Galicia nació una industria que trasladó a millones de lectores de medio mundo al Lejano Oeste, en unas historias que llegaron a ser grabadas en audio por la universidad de Texas para que los invidentes de habla hispana de Estados Unidos también pudieran disfrutar de ellas. Varias generaciones crecieron leyendo estas historias que, a día de hoy, siguen teniendo sus adeptos, sobre todo en Hispanoamérica.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- farodevigo.es
- vigoempresa.com
- abc.es
- consorciocascovellovigo.org
- atlantico.net
- diariodeavila.es
- elmundo.es
- ediario.es
- dbe.rah.es
- elpais.com