En 1943, mientras trabajaba en su laboratorio, el químico suizo Albert Hoffman empezó a sentir una sensación extraña: se encontraba en otra realidad, los colores cambiaban y la habitación y su humor flotaban. Sin querer, había ingerido la sustancia con la que estaba trabajando: LSD. En 1938, Hoffman había conseguido sintetizar, partiendo del cornezuelo del centeno, un hongo que coloniza los granos de ese cereal, la dietilamida de ácido lisérgico. Cuando experimentó aquel "viaje", no sabía a qué se debía, hasta que sospechó, pasados los efectos, que quizá algún resto de LSD debía de haber quedado entre sus dedos, por lo que decidió hacer un experimento. El 19 de abril de 1943 tomó un cuarto de miligramo de esa sustancia, cinco veces la dosis máxima recomendada, y regresó a casa en bicicleta, en un trayecto que duró seis horas, durante el cual no dejó de experimentar alucinaciones y efectos sensoriales inexplicables y del que después no recordaría nada. El LSD es considerada una de las peores drogas de la historia y a la vez uno de los mayores inspiradores de la cultura occidental durante buena parte del siglo XX, hasta tal extremo que varias agencias gubernamentales estadounidenses de tres letras llegaron a contactar con Hoffman para que les ayudara a obtener toneladas de ella para uso militar. Lo que pocos saben es que Galicia fue uno de los epicentros de cultivo de aquel hongo que dio origen al LSD, convirtiendo a un pequeño pueblo ourensano en el epicentro de la industria farmacéutica mundial y el lugar donde se decidían los precios de este oro negro. Esta es la historia del cornezuelo gallego: “o corno”.
El cornezuelo “Claviceps purpurea” es un hongo que nace en el centeno y en otras plantas gramíneas. Es un parásito que se instala en las flores, va tomando forma de cuerno y que acaba cayendo al suelo, desde donde disemina sus esporas. Es muy abundante en los campos húmedos y en las comarcas lluviosas de Galicia, Portugal, Rusia y Polonia.
Aunque para muchos sigue siendo un gran desconocido, sus efectos tóxicos se conocen desde tiempos tan remotos como la Antigua Grecia: espasmos, alucinaciones, convulsiones, cambios de conducta… aunque quien los sufría solía hacerlo de manera accidental tras consumir pan contaminado con este hongo.
Durante la Edad Media, el consumo de pan blanco, elaborado con trigo, estaba reservado para la nobleza y los reyes, sin embargo, el pan fabricado con centeno, mucho más oscuro y barato, era el que comían las personas más humildes. Por eso era inevitable que, muy ocasionalmente, algún resto de cornezuelo se colase en la molienda de los granos de cereal, obteniéndose una harina de centeno contaminada con la que se elaboraba después el pan.
A principios del siglo XX el rural gallego vivía de la agricultura, pero no como un negocio, sino como la única manera subsistir. Se cultivaban patatas, trigo, avena, centeno… Todos los frutos de la tierra se destinaban al autoconsumo y a los animales y rara vez había excedente. En aquellas plantaciones de centeno el cornezuelo era recolectado por los niños antes de la siega, ya que los adultos tenían otras labores, y después era llevado a las farmacias de los pueblos o era vendido en las ferias, ya que sus efectos farmacológicos eran sobradamente conocidos.
Paradójicamente el cornezuelo podía ser administrado para facilitar el parto, al ayudar con las contracciones del útero en las embarazadas, pero también como abortivo, en una época en la que no existían otras alternativas más seguras.
Este hongo llegó a ser uno de los precursores de la industria farmacéutica en Galicia, pues en los años 30 y 40, la empresa Zeltia, iniciada por los fundadores de Pescanova, hoy Pharmamar, empezó a experimentar con sus alcaloides, al igual que se estaba haciendo en Alemania e Inglaterra, dando lugar a unos inyectables, llamados “Pan Ergot” que se administraban para evitar hemorragias tras el parto y combatir el glaucoma.
Sería a partir del descubrimiento de Hoffman cuando llegaría la época de esplendor del cornezuelo, gracias a que psiquiatras y psicoanalistas vieron en el LSD un agente terapéutico muy prometedor. El gran exportador mundial del cornezuelo era Rusia y, en menor parte, Polonia, pero debido a los periodos de crisis que afectaron a Europa en la primera mitad del siglo XX, provocando que el mercado del este escaseara, Galicia y el norte de Portugal se convirtieron en el epicentro del suministro de este hongo.
El auge del cornezuelo fue tal, que mujeres y niños dedicaban jornadas enteras a su recogida, volviéndose tan popular que comenzó a ser considerado el “oro negro” del rural, por la importancia económica que en esos años tuvo para determinadas zonas de Galicia, ya que un kilo de este producto llegaba a venderse por 1.000 pesetas (6 euros), una auténtica fortuna para la época, provocando que su venta ayudara a salir adelante a las precarias economías de los campesinos.
Una vez recolectado, este oro negro era embarcado en los puertos de Vigo y Lisboa, desde donde ponía rumbo a Inglaterra y Alemania. Allí se preparaba y sintetizaba y era enviado a Japón o Estados Unidos para su uso con fines médicos.
Y, sorprendentemente, era un pequeño pueblo de Galicia, Dacón, una aldea del ayuntamiento de Maside, en O Carballiño, donde se encontraba el mercado central mundial del cornezuelo. Desde esta pequeña aldea, con un telégrafo y una línea telefónica, los comerciantes locales tanteaban la demanda y la oferta y cuando el suministro ruso y polaco escaseaba, el poder de toda la industria reposaba en sus manos, llegando a marcar el precio del cornezuelo en todo el planeta.
En Dacón todavía se conserva documentación donde se deja ver el enorme negocio que supuso el cornezuelo y el peso que ostentaba Galicia en su mercado. En algunos de estos documentos se puede leer los tratos del mayor comerciante internacional del cornezuelo con grandes corporaciones de Estados Unidos, el interés del Banco de España en sumarse al negocio, pedidos de decenas de sacos con destino a Nueva York o Hamburgo e incluso facturas de 100.000 pesetas (600 euros), cantidades estratosféricas para la época.
En su mayor bonanza había comerciantes que incluso guardaban grandes cantidades de cornezuelo en sacos para especular con la oferta y conseguir un aumento en los precios futuros. Pero un día, sin más, la demanda cayó, los precios bajaron y el boom terminó. Cuando la industria farmacéutica logró reproducir químicamente el principio activo de manera artificial, el cornezuelo dejó de ser necesario y el negocio se esfumó.
En Galicia siguió cosechándose hasta las décadas de 1960 y 1970 para venderlo a farmacias locales, pero nada comparable con el esplendor que había tenido en las décadas anteriores.
Así fue como este hongo alucinógeno abrió las puertas de una historia curiosa, sorprendente y tan desconocida como importante en la cultura y la economía de la Galicia actual. Además, la farmacéutica Sandoz, en la que trabajaba Albert Hofmann, importaba grandes cantidades de Galicia, por lo que no es descabellado pensar que, cuando el creador del LSD se “colocó” en aquel “viaje”, posiblemente lo hizo gracias al cornezuelo gallego.
Esta sorprendente historia fue sacada a la luz por Sabela Iglesias y Adriana Pérez Villanueva, que realizaron un extraordinario trabajo de campo entre los años 2018 y 2020, gracias al cual grabaron un magnífico documental llamado Negro púrpura, que fue estrenado en 2021 y del cual puedes obtener más información aquí.
Por cierto, en recuerdo del “viaje” de Albert Hoffman en su bicicleta, todos los 19 de abril se conmemora el Día de la Bicicleta, aunque la Asamblea General de las Naciones Unidas lleva años intentando acabar con esa celebración.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- negropurpura.gal
- lavozdegalicia.es
- publico.es
- eldiario.es
- dbe.rah.es
- elpais.com
- larazon.es
- 20minutos.es
- sputniknews.lat
- laregion.es
- eldiario.es
- atlantico.net
- filmotecadegalicia.xunta.gal
- odentondocumental.tumblr.com